El hundimiento de Grecia enciende la alerta roja en España

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Grecia está en el punto de mira. No es ninguna novedad. De hecho, lleva meses en el candelabro, que diría una de las más insignes representantes del mundo audiovisual español. Sin embargo, los recientes acontecimientos de Dubai han vuelto a traer su delicada posición económica y financiera a primera plana de la actualidad. La incertidumbre que rodea a la viabilidad del país heleno supone un salto cualitativo trascendental. Se trata de un miembro de la Unión Europea, compañero de moneda única y vecino de cuitas comunitarias de España, con la que comparte algunos desequilibrios importantes como la falta de competitividad, el excesivo déficit público o la elevada dependencia de la financiación exterior como concluye esta demoledora Lex Column del pasado miércoles. Debemos seguir por tanto muy de cerca los acontecimientos que en su territorio se desarrollen. No sólo porque amenazan en convertirse en la primera gran prueba de fuego para una Europa que pasa de constituciones pero entiende de recesiones, sino también porque gran parte de las recetas, internas o impuestas externamente, que se apliquen en su solución pueden encontrar pronto reflejo en nuestra política económica.

Pues bien, ayer se publicaron dos artículos sobre el particular que me parecen especialmente relevantes, si bien tuvo más difusión entre los círculos bien informados el primero que el segundo. Wolfang Münchau, en su columna de los lunes en el FT, comparte nuestra tesis de la inhibición del primo de Zumosol, a la que hacíamos referencia ayer en este mismo Valor Añadido, y titula Grecia no debe esperar regalos de Europa. Se da la paradoja, señala, de que la UE no puede renunciar al Pacto de Estabilidad, ya que abriría la Caja de Pandora de los incumplimientos masivos de socios comunitarios, mientras que Grecia no estaría en disposición de cumplir con unas sanciones que no harían sino agravar aún más su difícil coyuntura actual. Sin embargo, si no muestra disciplina financiera, se encontraría con cerca de 50.000 millones de euros de emisiones previstas y/o vencimientos a renovar en 2010 en el aire. La mejor solución para todos sería la intervención del FMI que, por una parte, reemplazaría a la Unión como fiscalizador de las cuentas griegas y, por otro, permitiría a su clase política implantar medidas draconianas con la excusa de un rescate exterior. Y, menos los ciudadanos, todos tan contentos. El hecho de poder apelar a la herencia de los conservadores facilitaría a su ejecutivo tan delicada decisión.

Junto con este análisis de lo potencial llevado a cabo por Münchau, el nuevo ministro de finanzas heleno George Papaconstantinou publicaba ayer una pieza en el WSJ en el que pretendía analizar el Problema Griego y sus potenciales soluciones. Se trata, a mi juicio, de un documento que debería estar sobre la mesa en el Consejo de Ministros de Zapatero del próximo viernes. Porque, más allá del coeficiente corrector que hay que aplicar a cualquier declaración política alrededor del planeta, da algunas claves que deberían ser objeto de inmediata réplica presupuestaria en nuestro país. Sobre la base de promover el crecimiento, la inversión y el empleo habla abiertamente un plan plurianual que vincule las finanzas públicas a proyectos concretos, reduzca la estructura de la administración, minore el gasto recurrente, afronte la viabilidad del sistema de pensiones, dote de transparencia a las estadísticas oficiales (histórica reclamación, ayer una vez más, de Roberto Centeno), luche contra el fraude fiscal, simplifique el sistema tributario, liberalice mercados y busque nuevas áreas de crecimiento, entre otros, aún a sabiendas de que “el tiempo es un recurso escaso en los convulsos tiempos actuales”. Al contrario de lo que ocurre en España, no sobra palabrería y sí abunda el reconocimiento de unas circunstancias límite que requieren acción inmediata, si bien tampoco menciona la imprescindible reforma laboral. ¿La alternativa? La bancarrota, en palabras del propio primer ministro, según recoge Evans-Pritchard en el Telegraph.

Obviamente, desde el momento en que hay dos visiones de la realidad existe mercado. Münchau considera blandito el prepuesto presentado para su aprobación al Parlamento griego y cree que, por tanto, no va a impedir que se cumplan sus oscuros vaticinios. Veremos. En cualquier caso queda claro que, cuando uno gobierna de forma táctica desde la obsesión por las encuestas y la voluntad de pasar a la Historia como el primer presidente de la democracia sin una huelga general mientras el país languidece, como ocurre con Zapatero, se puede encontrar más antes que con una oposición social muy superior a la que se quería evitar –las calles de Atenas ya son un polvorín- y un caliente escaño en la oposición con la medalla en la pechera de gestor desastroso. Más le valdría, por tanto, al Ejecutivo tomar nota, dejarse de brindis al sol de proyectos olvidados que, sólo cuando resulta oportuno y tras dos años en el cajón, salen de la chistera y centrarse en lo que España necesita. Porque hay una cosa bien clara: existe el Problema Español, primero, y tampoco nosotros vamos a recibir ayuda alguna de unos socios europeos que ya saben a dónde van a parar sus recursos cuando es nuestro país el destinatario, después. Cuanto más tarden nuestros políticos en asumir la verdadera realidad española, peor. Desde aquí un toque de atención. Uno más, tristemente.

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