Una caravana para recordar el pasado y denunciar el presente de las fronteras internas


La caravana abriendo fronteras culmina su séptima edición tras recorrer, de los Pirineos a los Alpes, lugares habitados de la memoria de la persecución de los refugiados del pasado y del presente, pero también de solidaridad y resistencias.

En 2021, según ACNUR, fueron más 3.000 personas las que perdieron la vida intentando llegar a Europa a través del Mediterráneo o en el Atlántico. No solo en el mar murieron personas migrantes, cabe recordar quienes fallecieron encajonados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, abandonados al frío. Queriendo entrar en el espacio Shcenghen se pierden miles de vidas, pero una vez dentro de las fronteras de la Unión Europea tampoco se está a salvo.

Es en las fronteras internas en las que este año, la Caravana Abriendo Fronteras ha querido centrarse: 150 personas han recorrido el trayecto de Irún a Turín, deteniéndose en lugares habitados de la memoria de las migraciones y exilios del pasado siglo 20, cuando quienes tenían que abandonar su tierra y atravesar la frontera eran españoles, algunos de estos espacios de peligroso tránsito e incluso detención coinciden. Tras partir de los Pirineos, la caravana pasó por los Alpes, donde se encontró con los colectivos que apoyan a las personas migrantes en su desesperado intento de atravesar montañas heladas y peligrosas. En Turín, casi al final de su ruta, se manifestaron contra el CPR (Centro di Permanenza per il Rimpatrio di Torino), de esta ciudad, en el que las protestas de los internos por las malas condiciones son frecuentes.

En esta ocasión la Caravana se ha unido a la organización italiana Carovane Migranti y la francesa Tous Migrants, además de visitar a otros colectivos y asociaciones en el recorrido. Un recorrido que comenzó el día 15 de julio cerca del río Bidasoa, en Irún. “En doloroso recuerdo de los migrantes que dejaron aquí su último aliento. Fronteras que cierran el paso a los migrantes que abren caminos”, estas palabras en Euskera del Bersolari Amets Arzallus, quedaron inscritas en un monolito que la Caravana quisó dejar como recuerdo de las nueve personas que allí perdieron su vida en el último año, un primer acto de la caravana que se cerró con un aurresko —baile conmemorativo vasco— en honor de cada una de estas personas.

A unos 300 km de allí, en Bielsa, los y las caravanistas honraban al exilio republicano y también a la resistencia que en la primavera del 38 posibilitó la huida de 5.000 personas del país. Una memoria de solidaridad a ambos lados de la frontera que en estos tiempos la Caravana quiso destacar. Tras sobrevivir al paso de la frontera, gran parte de estas personas fueron internadas en centros de concentración. La Caravana recorrió estos centros, visitando Gurs y Rivesaltes. En el l primero fueron recluidos miles de españoles, la mayoría vascos, 1938, un año después llegarían judíos, gitanos y extranjeros, hasta 18.000 personas, recuerdan en la caravana, de las que casi 4.000 acabarían siendo trasladadas a Auschwitz, donde encontraron la muerte.

60.000 personas de 100 nacionalidades diferentes fueron las personas recluidas en Rivesaltes, un campo de concentración que ha sido testigo de diversos momentos de exilio y persecución y encierro de los otros: quienes huían del franquismo, los condenados de la segunda guerra mundial, las personas migrantes del siglo XXI, pues hasta 2007 funcionó como Centro de Retención Administrativa de las personas migrantes. En la playa de Argelès, el primer lugar donde fueron a parar, muchas de estas personas exiliadas se pudieron reunir con algunos descendientes. Los familiares de las y los refugiados, señalaron cómo, durante décadas, la existencia del campo de Argèles había quedado casi en el olvido.

Y es que hay que mirar las migraciones, los desplazamientos de personas con perspectiva histórica: “Si queréis hablar de memoria, si queréis preguntar por qué venimos a Europa, preguntaros primero por qué vinisteis a África”, apuntaba el caravanista Aboubakar Aminou, en una concentración frente al ayuntamiento de Perpignan.

La segunda parte del viaje ha llevado a la caravana por la frontera franco-italiana, a través de los Alpes. “Hemos estado en espacios fronterizos en vivo y en directo. Visto los caminos, las montañas que atraviesan las personas migrantes en invierno”, explica Cristina García de Andoain Martín a El Salto. Caminos que se saturan con metros de nieve convirtiéndose en una trampa mortal. La caravana estuvo en uno de los albergues donde se recibe a quienes llegan tras cruzar la frontera, muchos llegan “con problemas de amputaciones por el frío o con heridas por el recorrido o las agresiones que han sufrido”, expone Cristina.

La integrante de la Caravana rescata las redes de solidaridad que, como aquellas que ayudaban a los aragoneses a atravesar la frontera en los Pirineos, ayudan a las personas migrantes en el paso. La colaboración entre ambos lados de la frontera, “permite facilitar el tránsito, proporcionando una atención básica de las necesidades de estas personas, por ejemplo facilitándoles algo imprescindible para la ruta, ropa de abrigo”. Del lado francés son en gran medida guías de montaña de la zona quienes decidieron movilizarse ante la situación, “dijeron: ‘no podemos dejar que la gente en nuestras montañas esté pasando por estas situaciones, porque son espacios fronterizos muy duros”.

Otro de los hitos de la Caravana fue la manifestación ante el CPR (CIE) de Turín, donde consiguieron llegar hasta la puerta y dejar un ramo de flores. En este centro se suicidó Mussa Galde en mayo de 2021, había sufrido una paliza brutal en Ventimiglia y fue trasladado allí, sin recibir atención médica. La muerte del joven guineano generó protestas dentro y fuera del centro. En la concentración de la pasada semana la Caravana pudo hablar con la familia del Galde y su abogado. “Nos han agradecido que sigamos ahí. Teniendo en la memoria a su hijo y luchando para que esto no vuelva a pasar”.

En el CPR, contaba Yasmine, una de las integrantes del movimiento MaipiuCIE, la mayoría de internos son tunecinos, personas que han transitado la primavera árabe y movilizaciones posteriores que tienen una destacable cultura política. La activista subrayaba que las personas italianas del CPR colaboraban con estas personas en lo que les demandaban y necesitaban sin usurpar su lugar como personas que se resisten a las fronteras y a las condiciones en las que se encuentran.

El cierre de la Caravana en Italia se celebró el viernes en el pueblo de San Didero donde hace años que lucha contra la construcción de una línea de alta velocidad. Para mantener al pueblo alejado de la zona donde se construirán las vías, se ha militarizado la zona y levantado una gran valla con concertinas “que por ahora protege la nada”, explica Cristina. Este espacio donde donde la tradición partisana, o de resistencia contra la agresión de su territorio “de alguna manera también se han reconvertido en eso, en tratar de dar acogida digna a las personas migrantes, enseñarles el italiano, crear sistemas informáticos para poder hablar y traducirse y así en sus idiomas”.

Ayer 23 de julio, la Caravana llegaba a Barcelona con el fin de encontrarse y hacer balance en una cena organizada con Sindillar, el sindicato independiente de trabajadoras del hogar. La edición se ha cerrado este domingo con “La huella esclavista”, un recorrido por vestigios que quedan en la ciudad de su participación en el tráfico de personas esclavas.

“Después volveremos cada cual a su territorio con energía para seguir trabajando y construyendo red, que es de lo que se trata”, concluye Cristina. Ya tienen su próximo objetivo en agenda, junto con otros colectivos europeos marcharán el 30 de septiembre y 1 de octubre a Bruselas “para denunciar la responsabilidad de los gobiernos europeos en las muertes de las personas migrantes y reivindicar derechos, como el derecho a migrar y la regularización administrativa de las personas que viven y trabajan en la UE”.

Fuente: redacción El Salto

Publicar un comentario

0 Comentarios