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Por ello, propiciar un debate crítico y reflexivo sobre la crisis venezolana es fundamental. Lo que no implica, sin embargo, someterse al oportunismo de derecha. Ese que, tras una fachada democrática, reduce toda discusión al dilema sobre si el régimen venezolano es o no una dictadura, cuando sus intenciones apuntan a reinstalar un modelo social y políticamente excluyente como el neoliberal. Pero tampoco es responsable omitirse del debate como lo ha hecho la mayoría del pensamiento crítico, apelando a una suerte de solidaridad incondicional con el proceso, al punto de tornarse indolente con la tragedia del pueblo venezolano.
Entonces, nuestro interés por debatir sobre la grave crisis que atraviesa la sociedad venezolana, sobre los aciertos y errores del chavismo, tiene que ver con advertir lo mucho que está en juego en Venezuela, no sólo para el futuro de ese país y, por cierto, de toda América Latina; sino que para la construcción de proyectos radicalmente democráticos y alternativos al de la sociedad capitalista.
1. La crisis del puntofijismo
Entre 1958 y 1993 el orden político venezolano se sustentó en el Pacto de Punto Fijo 1/. Básicamente, consistía en que los dos principales partidos políticos, Acción Democrática (AD) y Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), de orientación socialdemócrata y socialcristiana, respectivamente, acordaron que con independencia de quién ganara las elecciones, se formarían gobiernos de unidad nacional en base a un programa mínimo y a la repartición de las instituciones estatales. Este acuerdo dio vida a una sociedad “meritocrática” que era integrada por grupos empresariales, burocracias estatales y los obreros del petróleo, en torno, precisamente, a la distribución de la renta generada por el “Estado dentro del Estado”: Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa). Pero esta “meritocracia puntofijista” excluía a una proporción considerable de trabajadores, a los campesinos y a los grupos marginales.
A fines de los años setenta, comienza una prolongada crisis económica y política. El declive de la renta petrolera mermó las capacidades del Estado para responder a las demandas de las fuerzas integradas al pacto. Por su parte, AD y Copei, se fueron tornando cada vez más en maquinarias electorales clientelares y corruptas, y se distanciaron de las bases que les dieron sustento político 2/. Durante el segundo gobierno del adeco Carlos Andrés Pérez (1989-1993), se inicia la aplicación de radicales políticas de ajuste estructural, desatando, en febrero y marzo de 1989, masivas protestas populares conocidas como el Caracazo, las cuales fueron violentamente reprimidas, terminando con centenares de muertos y miles de desaparecidos.
Las reformas fueron resistidas por la burocracia puntofijista dado que para su implementación se requería desplazarlas, así como reducir las prebendas entregadas a las clientelas, lo que desestabilizaba los delicados equilibrios de la alianza dominante. Pese a que las transformaciones se llevaron a cabo, éstas fueron incapaces de detener la crisis económica y política. De este modo, mientras en 1993 el puntofijismo destituyó a Pérez por acusaciones de corrupción, por primera vez desde 1958 se impuso en la elección presidencial un candidato que no proviene del pacto. El ex copei Rafael Caldera crea un nuevo partido socialcristiano y, en alianza con organizaciones de izquierda, gana las elecciones con un programa anti neoliberal. Pero después de sortear la peor crisis financiera de la historia del país, Caldera negocia con el FMI e impulsa la Agenda Venezuela. Con este plan, además de las ortodoxas medidas monetaristas aplicadas, se reducen drásticamente las prestaciones sociales a los trabajadores y se inician políticas de apertura e internacionalización de la industria petrolera, desatando nuevamente las protestas.
Tras pasar dos años encarcelado luego de encabezar, en 1992, el frustrado golpe de Estado que lo convirtió en referencia política nacional, Hugo Chávez es liberado. Junto al apoyo de militares, intelectuales y militantes de izquierda, inicia una avasalladora actividad política. Así, en el contexto de una sociedad profundamente dividida, en el que el sistema político se encontraba totalmente deslegitimado y se profundizaba el deterioro de las condiciones de vida de la población, Chávez funda, en 1997, el Movimiento Quinta República (MVR). El año siguiente se impone en la elección presidencial, apelando a un proyecto que le dio voz, sentido de dirección y esperanza a ese enorme malestar social.
En resumen, la transformación neoliberal desata el colapso de un sistema político corroído, que se mantenía desde el Acuerdo de Punto Fijo. Tales condiciones de vacío político explican, en parte, el vertiginoso ascenso de Chávez. Tras quince años de gobierno, el chavismo revierte varias de las reformas neoliberales y, mediante una redistribución radical de la renta petrolera, fija nuevas clientelas al Estado, las cuales sostienen un proyecto nacional y popular que, no por ello, deja de ser capitalista 3/.
2. Ascenso y desarrollo del chavismo (1999-2013)
El proyecto inicial de Chávez no se distancia en demasía de las coordenadas del populismo latinoamericano: un discurso anti imperialista, la recuperación de la soberanía nacional, la centralidad de lo estatal, un caudillo militar, modos autoritarios de poder político e importantes programas de redistribución de la riqueza 4/. La prioridad en su primer gobierno fue la convocatoria a una Asamblea Constituyente para la creación de la Quinta República. Con una amplia mayoría chavista, la nueva Constitución reafirma el carácter capitalista de la economía venezolana, con un fuerte papel del Estado, que se reserva la actividad petrolera y otras industrias de interés público o estratégico. Políticamente, se incorporan diversos mecanismos de participación que buscan profundizar la democracia. En términos económicos, sociales y culturales, se expanden significativamente los derechos.
Dada la extrema dependencia de la renta petrolera de toda la economía y del Estado venezolano, el chavismo inicia una reversión de las políticas neoliberales de los años noventa 5/. Para ello, se confronta directamente con Pdvsa, que hace años priorizaba la rentabilidad por sobre el interés nacional. Se reestructura su política tributaria, se aumenta la contribución directa de ésta con el Estado y se detiene el proceso de apertura a capitales multinacionales iniciados en la década previa. Se recupera, además, iniciativa sobre la OPEP, para controlar los volúmenes de producción internacional y así aumentar el precio del petróleo. En particular, la política de control de precios acordada con países como Irak y Libia inicia las confrontaciones entre Chávez y el gobierno de los Estados Unidos.
Dos son las leyes que mayor oposición política generan en el empresariado: la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, y la Ley de Hidrocarburos. La primera, fue un intento tardío de reforma agraria para limitar el poder del latifundio y dar cierta seguridad agroalimentaria a los campesinos. La segunda, permitió recuperar el control político y económico de Pdvsa. Ambas fueron catalogadas por el empresariado y la oposición política como un atentado a la propiedad privada.
En su segundo mandato (2001-2007), Chávez inicia la confrontación con una oposición dispuesta a utilizar todos sus medios para derrocar al gobierno. Estaba integrada por sectores militares, empresarios, los partidos puntofijistas, la “meritocracia” de Pdvsa y casi todos los medios de comunicación, además del apoyo del gobierno estadounidense. En abril de 2002 se lleva a cabo un golpe de Estado. Pero las combativas protestas populares obligan a restituir a Chávez en la Presidencia. A fines de ese mismo año, se produce el paro petrolero empresarial 6/
. Nuevamente, la resistencia popular se mantuvo a favor del chavismo, y se pudo doblegar el sabotaje opositor. Tras soportar ambos embates, y a pesar del daño producido a la economía y de la drástica reducción del ingreso fiscal, Chávez salió fortalecido. Se trató de un cambio en la correlación de fuerzas que permitió desarticular a la oposición militar y las burocracias petroleras, pero a cambio de un nuevo pacto con los grupos populares de los cuales dependía la sobrevivencia política del régimen. Si bien ya habían votado por Chávez, es al calor del conflicto que asumen que este era “su gobierno” 7/.
En los primeros años del chavismo, la crisis fiscal, la prioridad constitucional y la desestabilización causada por la oposición impidieron que mejoraran las condiciones de vida de los sectores populares. Pero dada su centralidad en la continuidad del proceso, y ad portas de un referéndum revocatorio convocado por la oposición, el chavismo volcó todas sus energías en el desarrollo de una nueva política social. Por medio de las llamadas Misiones, se implementó un radical programa de democratización de la renta petrolera, que mejoró significativamente los ingresos, la salud, la educación, las comunicaciones y el acceso a la cultura del pueblo venezolano 8/ . En contraste con las políticas focalizadas, que prevalecieron en buena parte de América Latina, el gasto social se concentró en disminuir las desigualdades, pasando a ser un componente fundamental del gasto público. En síntesis, se construyó tejido productivo y social, así como una nueva institucionalidad.
La legitimidad de la nueva política social se expresó con claridad en el referéndum revocatorio de 2004. Chávez se impuso por el 59% de los votos y, en las elecciones de gobernadores de ese mismo año, sólo pierde en 2 de los 23 estados. Al año siguiente, ante la posibilidad de ser barridos en la Asamblea Nacional, la oposición se retira de las elecciones, quedando el Parlamento constituido exclusivamente por chavistas. Para la presidencial de 2006, Chávez triunfó por casi el 63% ante el adeco Manuel Rosales.
En adelante, Chávez se consolida como figura internacional, no sólo por liderar la nueva estrategia de control de precios de la OPEP, sino por frenar la política estadounidense de subordinación latinoamericana (el ALCA) mediante la alianza con los gobiernos de Brasil y Argentina, con la creación del ALBA y otras iniciativas de integración económica y social, así como con el apoyo creciente a gobiernos como el de Bolivia y Ecuador. Se trató, en definitiva, de una significativa resistencia política y cultural a las pretensiones hegemónicas de los Estados Unidos sobre América Latina, liderada por George W. Bush.
A comienzos del 2007, Chávez anunció que la “fase de transición” en Venezuela había finalizado y era el momento de avanzar en la construcción del Socialismo del siglo XXI. Para ello se requería de leyes habilitantes que le entregaran poderes extraordinarios, una reforma constitucional para declarar socialista a la República Bolivariana de Venezuela y construir el Partido Socialista Unido Venezolano (PSUV). Entre las propuestas específicas, Chávez reafirmaba la propiedad y el control del Estado sobre los hidrocarburos, la eliminación de restricciones para la reelección presidencial por más de dos periodos y la reorganización político territorial del país.
Es precisamente durante este periodo que se produce una inflexión en el proceso económico y político, cuyas consecuencias serán trascendentales para Venezuela. Pues, primero, en vez de avanzar en una diversificación productiva que hiciera al país menos dependiente de la renta petrolera y de los ciclos económicos internacionales, se apunta a fortalecer el distributivismo, así como la formación de un empresariado chavista de carácter comercial y financiero. De tal suerte, la “maldición de los recursos naturales” termina por sepultar en el largo plazo los esfuerzos de democratización social alcanzados. Segundo, Chávez termina reduciendo su propuesta de socialismo a estatismo y verticalismo. En efecto, en lugar de radicalizar la democracia política, queda preso del autoritarismo militar y, a pesar de la retórica, de las herencias del populismo y de los socialismos reales. Luego, en vez de darles más poder político a las clases populares, termina restándole poder a costa de un mayor clientelismo estatal y control burocrático del proceso.
Entonces, más allá de las dificultades propias de enfrentar a los Estados Unidos, a las fuerzas reaccionarias de oposición y las limitaciones del subdesarrollo latinoamericano, es precisamente en el momento de mayor auge del chavismo que se desaprovecha una oportunidad histórica de haber radicalizado el proceso social y político en curso. En ese sentido, Nicolás Maduro hereda condiciones sociales y políticas que estallan producto de los bajos precios del petróleo, pero que se originan años antes de su ascenso.
3. La Venezuela después de Chávez
Con la muerte de Chávez en 2013, y no existiendo ningún liderazgo similar en el PSUV, pesó en la nominación de Maduro su mayor amplitud política y vínculos internacionales para conducir la amalgama de tendencias y movimientos que convergen en la alianza chavista. Sin embargo, su ascenso al poder se produjo coincidentemente con el declive de una renta petrolera que llegó a representar cerca del 95% de los ingresos venezolanos por exportaciones, el 60% de sus ingresos presupuestarios y el 12% de su PIB. En esa pendiente, para 2015, habían caído en 40% los ingresos procedentes de la exportación de petróleos crudos y, en 2016, la deuda externa crecía en más de un 350% respecto a 1998 9/.
Junto al efecto demoledor de esta contracción económica, que dificulta al gobierno sostener los exitosos programas de redistribución social y, así, el consenso de la alianza dominante, se agudizan los rasgos autoritarios del régimen político, tanto por herencia del proceso bolivariano en su conjunto como por la incapacidad política del nuevo Presidente. Principalmente, destaca la destrucción del tejido social que apuntaló la hegemonía chavista, cuya falla de origen, agravada por la crisis económica y política, se encuentra en el modo en que se entendió la organización de base sobre la cual se asentó este movimiento, la cual fue escasamente entendida como autogestionada y autónoma, siendo más bien producto de políticas públicas llevadas adelante por el Estado venezolano 10/
.
Al interior del PSUV y del movimiento chavista, ello se expresa en una cultura política que venía excluyendo, desde la época de Chávez, el debate crítico entre las bases del partido, característico en su fundación 11/. Por lo demás, un rasgo propio de estos últimos años es el incremento de la militarización del Estado y el Gobierno, posiblemente a raíz de que Maduro, al no estar vinculado orgánicamente a las Fuerzas Armadas, incorporó a más de sus miembros a posiciones de poder, como una forma de asegurar su lealtad. Así, hoy una tercera parte de los ministros (12 de 31) y gobernadores (13 de 20) son militares, y muchos otros están en lugares críticos de la economía, donde, a causa de la falta de controles democráticos, se abren condiciones para que prolifere la corrupción, especialmente en ámbitos como la asignación de divisas, los puertos o la distribución de alimentos 12/.
Además de la corrupción, viejo problema venezolano que excede a la experiencia chavista, la crisis evidencia los efectos negativos asociados al rentismo extractivista petrolero que rige a la economía. Ejemplo de ello es el sector energético, en donde la falta de inversión ha provocado cortes y restricciones en el suministro eléctrico y ha sumergido al país en un desabastecimiento de gas natural y sus derivados, aun cuando éste posee una de las mayores reservas probadas de gas convencional a nivel mundial. Peor aún, el gobierno ha declarado su interés por usar las técnicas de perforación horizontal y fracking, comprobadamente dañinas para el medioambiente y la salud, para iniciar la explotación de gas en la cuenca del Lago Maracaibo 13/. Técnicas que, paradojalmente, le han permitido a Estados Unidos lograr una relativa autonomía energética, causando un desequilibrio del mercado mundial de petróleo que ha empeorado los precios globales y ha perjudicado a la propia Venezuela 14/
. La crisis, además, profundiza la penetración del capital transnacional, como lo muestra la creación de la Nueva Zona de Desarrollo Estratégico Nacional “Arco Minero del Orinoco”, que abrirá casi 112 mil km2 a la gran minería local y extranjera, bajo la supervisión y control de las Fuerzas Armadas 15/.
Atentos a la debilidad de Maduro, la misma oposición que se enfrentó a Chávez se rearticula para intentar reconstruir parte de la legitimidad perdida en 2002. Nucleados en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), en ella conviven grupos que van desde la izquierda moderada a la extrema derecha golpista, cada uno con programa propio. Por su peso en la Asamblea Nacional, las organizaciones que lideran la MUD son Primero Justicia (PJ) y Voluntad Popular (VP) 16/
, junto al viejo partido AD. Entre los miembros de PJ se encuentran el ex candidato presidencial Henrique Capriles y Julio Borges, actual presidente del Parlamento, arquetipos de la generación política que, con el ascenso del chavismo, vio frustrado su lógico paso a la política puntofijista tras ser educados en el extranjero y provenir del Copei. VP, por su parte, comandada por Leopoldo López, apela a la movilización callejera, con altos grados de violencia, al negarse a aceptar la legitimidad del gobierno y promover la intervención exterior contra Venezuela 17/.
Si bien existió, la orientación dialogante de la oposición duró hasta la entrega de los resultados de la elección presidencial de 2013. En efecto, desde la insostenible acusación de fraude electoral que realizara Capriles 18/,llamando a que provocaron 11 muertos, la radicalización de la oposición ha dado lugar a hechos brutales como los acontecidos en las manifestaciones estudiantiles de febrero de 2014, cuando López y su partido, junto a la parlamentaria María Corina Machado y el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, alimentaron una protesta que dejó 47 muertos, y en la que se vio la colocación de alambres en las calles para decapitar a motociclistas progubernamentales. El llamado a hacer caer al gobierno llevó a López y Ledezma a cumplir en la cárcel una condena que, sin embargo, por obra de la ofensiva internacional liderada por el ex presidente español José María Aznar y otros ex mandatarios iberoamericanos, junto con el apoyo del secretario general de la OEA, Luis Almagro, los ha convertido, pese a sus antecedentes golpistas, en “mártires” por la defensa de la democracia y los derechos humanos /.
El gran problema de la oposición es la falta de un proyecto conjunto y alternativo al chavismo. Manifiesto quedó mientras operó la “súper mayoría” parlamentaria que obtuvo en diciembre de 2015 20/. Su oposición únicamente se ha centrado en el desmantelamiento de todo lo que se hizo antes y en la estrategia más adecuada para desbancar a Maduro, dejando de lado la búsqueda de medidas concretas para afrontar el crimen y la inseguridad, o para aliviar la crisis económica. Las pocas propuestas programáticas a su haber apelan al crecimiento de la renta petrolera, la liberalización y la ayuda que pueda brindar el FMI, lo que es poco atractivo para la sociedad venezolana, pues muchas fracciones populares creen que perderán más de lo que ya han perdido si es que la oposición llega al poder 21/. Apuntan, en definitiva, a una rearticulación del pacto elitario que gobernó durante toda la historia venezolana, levantándose contra el régimen que los excluyó del distributivismo estatal o limitó su participación en éste, y al que buscan desestabilizar por la fuerza.
Pese a ello, en el último tiempo, la crisis humanitaria en que ha devenido el deterioro del país le ha permitido a la oposición instrumentalizar a su favor la movilización popular del oeste de Caracas, bastión del chavismo, abriéndose un hiato en el indiscutible arraigo popular bolivariano. Así, mientras la oposición llama a crear un canal humanitario para solucionar la falta de insumos y medicinas, pero se moviliza sobre todo por demandas políticas como la liberación de los presos políticos o el referéndum revocatorio contra Maduro, el pueblo, en su mayoría chavista, lo hace por el hambre, la escasez de medicinas y productos básicos, y la violencia e inseguridad generalizadas 22/.
El sistema de control del tipo de cambio y de los precios, impuesto en 2002-2003 para afrontar el sabotaje económico opositor, se ha tornado disfuncional al permitir la especulación entre los sectores que controlan divisas. La crónica falta de dólares ha socavado toda capacidad económica, especialmente la importadora. En consecuencia, los mayores afectados han sido los grupos populares que dependen de los productos que el gobierno importa y que vende a precios controlados. Esto ha permitido el crecimiento del mercado negro, contribuyendo a ello la falta de una estrategia de suministro y distribución, que es otra tara del modelo de desarrollo bolivariano 23/ . Junto a estos graves problemas de desabastecimiento, los últimos datos económicos difundidos por el INE venezolano y Cepal, para diciembre de 2015, indican una inflación general de 180,9% y de una inflación de alimentos de 218,7% 24/ . En tal circunstancia, hoy crece la desnutrición, por primera vez, a causa del hambre y no de las enfermedades, al experimentar la población una pérdida de 8 kilos en promedio, en tanto aumentan quienes señalan comer dos o menos veces al día 25/.
Tras sellar definitivamente su compromiso con los sectores populares a comienzos de los dos mil, las políticas sociales chavistas empujan una disminución, prácticamente ininterrumpida, de la pobreza y la indigencia. Esta llega a su punto más bajo en 2012, cuando la pobreza alcanza un 25,4% y la indigencia un 7,1% 26. No obstante, entre 2014 y 2016 se dispara el porcentaje de hogares pobres de un 48,4% a un 81,8%, encontrándose un 51,5% del total en situación de pobreza extrema 27/. Esto evidencia la importancia que tuvo el redistributivismo de la renta petrolera, al mismo tiempo que su talón de Aquiles.
La crisis política se ha acentuado desde abril de 2017, en tanto los rasgos autoritarios del régimen se exacerban con Maduro, al punto de fracturar la propia Constitución de 1999. Ello, con la anuencia del Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) 28/
. A esto se suma el aumento en la radicalidad de los enfrentamientos entre las fuerzas de choque de la oposición y del gobierno. Ahora bien, lo más relevante desde un punto de vista político es cómo esto profundiza la división al interior del chavismo. Y es que, si al comenzar el mandato de Maduro la tensión se hallaba entre una facción civil a cargo de importantes ministerios como el de Agricultura y Tierras y el de Energía y Petróleo, y otra militar, compuesta de elementos activos y retirados, varios de ellos compañeros de Chávez desde la asonada de 1992, y que se encargaban de sectores nacionales estratégicos y controlaban la Asamblea Nacional y el PSUV en la figura de Diosdado Cabello 29/ ; hoy esa división, desnaturalizando la polaridad inicial, se ensancha hacia nuevas franjas civiles y militares.
En el caso de estos últimos, gana relevancia el grupo 4F, liderado por ex compañeros de armas de Chávez, que reclaman a Maduro su distancia de cualquier proyecto revolucionario, socialista o bolivariano, al tiempo que relevan la precariedad que afecta a los cuarteles y a las familias de los militares 30/ . Por su parte, la disidencia de izquierda del chavismo -cuyo núcleo es Marea Socialista, colectivo de políticos e intelectuales chavistas críticos que antecede a la crisis actual- suma a nuevos apoyos, incluyendo a ex ministros de Chávez y Maduro, dirigentes políticos y sociales y académicos, formulando una crítica a la “ruptura del hilo constitucional” y al estado de polarización y violencia que afecta al país 31/.
Ambos grupos apuestan a la apertura de un diálogo político y social que dé lugar a un consenso nacional. Pero, para la oposición de izquierda, la alerta debe estar puesta en que el giro antidemocrático que ha dado Maduro, sumado al de la oposición, y que ha horadado la frágil institucionalidad venezolana, pueda abrir la puerta a la intervención extranjera. Esta alternativa de izquierda, de todos modos, está poco desarrollada y, en realidad, no cuenta con capacidad suficiente para liderar el proceso de transición. Más bien, la orientación que adopte este proceso sigue estando en manos de los militares, cuyo apoyo a Maduro explica en buena medida su mantención en el poder.
De tal suerte, lo que está en juego tras la muerte de Chávez, más que la democratización de Venezuela -que podría ser imputable a la mayoría de los países latinoamericanos-, es la posibilidad de que en América Latina se desenvuelva un capitalismo nacional y popular dentro de los marcos de una economía internacional de sello neoliberal. Hoy, sin embargo, la inmediata posición que debiesen defender las fuerzas de izquierda en la región es cautelar la autonomía popular en la resolución de esta crisis, evitando que de ella derive un nuevo pacto elitario, que incluso sea decidido desde fuera de las fronteras venezolanas.
4. Crítica e internacionalismo ante la crisis política venezolana
El proceso venezolano sigue sumamente abierto. En buena medida, porque no se ha producido un quiebre importante en las Fuerzas Armadas. Sin embargo, las dramáticas condiciones de vida que enfrenta su pueblo pueden acelerar el curso de los acontecimientos. Dependiendo de qué fracciones del chavismo y/o de la oposición se terminen imponiendo (o pactando), el curso histórico de Venezuela puede tomar rumbos insospechados. Ahora bien, más allá de intentar predecir lo que deparará el futuro a Venezuela, nos interesa reafirmar algunas reflexiones sobre la crisis del chavismo y lo que, nos guste o no, heredan de él los esfuerzos de transformación anti neoliberal que hoy bregan por emerger en diversas latitudes del orbe.
Primero, por más atractivos que resulten los beneficios que entrega la explotación de recursos naturales para expandir la democracia social, incluso cuando son monopolizados por el Estado, esto tiene límites para el devenir de proyectos políticos de transformación: generan una extrema dependencia a los ciclos económicos internacionales, producen crisis socio ambientales en los territorios en que se explotan y, por lo general, deprimen otros sectores productivos (la llamada “enfermedad holandesa”). Ciertamente, tales críticas deben compatibilizarse con los reclamos de redistribución que legítimamente demandan sectores populares que, precisamente, son los que les dan sustento a estas experiencias.
Segundo, una vez más queda demostrado lo insuficiente que es “la toma del Estado” para avanzar en la transformación de la sociedad capitalista, aunque sea con las herramientas de la democracia liberal. La tragedia que atraviesa Venezuela nos remite nuevamente a los límites históricos de las izquierdas en el poder durante el siglo XX, las cuales, una y otra vez, han reducido el problema del socialismo al estatismo, cuando precisamente se trata de lo contrario: de socializar permanentemente el poder y de democratizar crecientemente la vida social.
Tercero, señalar que la crisis de Venezuela tendrá un enorme impacto para la izquierda latinoamericana. Su derrota significará la deslegitimación de buenas ideas que el chavismo intentó desarrollar, así como un mayor predominio de la influencia estadounidense en la región, esta vez, por la vía de Colombia, en donde mantiene instaladas bases militares. Se potencia, además, con un Brasil atravesando también una aguda crisis política.
No sabemos cómo va finalizar la crisis venezolana. Pero sea cual sea su resultado, tendremos que cargar con la pesada mochila de su legado. Tendremos que explicarla, aprender de ella, de sus aciertos y de sus errores, sin embargo, no puede ser alternativa para la izquierda ignorarla. Aunque eso nos traiga importantes costos políticos (o electorales). Como mínimo, debemos salir de ese silencio interesado, defender que nuestra crítica a Venezuela es por radicalizar sus aciertos, y no revertirlos, aprender de sus errores, pero también, embestir contra los términos que busca imponernos la reacción y el progresismo neoliberal cuyos derroteros han sido los principales responsables de las paupérrimas condiciones de vida que experimentan día a día los pueblos latinoamericanos.
En lo inmediato, la solidaridad de la izquierda latinoamericana con el pueblo venezolano debe sustentarse en su compromiso crítico con una solución anti neoliberal y democrática a la crisis, empujando para que las fuerzas que representan aquello se impongan. Con la misma fuerza, debe confrontar el carácter golpista, elitario y neoliberal que representan las actuales conducciones de la oposición. En definitiva, la conformación de una izquierda radical también pasa por recuperar el internacionalismo crítico y solidario que caracterizó a la tradición revolucionaria de nuestra América Latina.
1/ Becerra, M. (2001). El colapso del sistema de partidos en Venezuela: explicación de una muerte anunciada. En Maingón, T., Carrasquero, J., y Welsch, F. (Eds.). Venezuela en transición: elecciones y democracia, 1998-2000. Caracas: RedPol, pp. 36-51.
2/ Lander, E. (2007). Venezuela: logros y tensiones en los primeros ocho años del proceso de cambio. Gobiernos de izquierda en América Latina. Un balance político.Bogotá: Aurora, pp. 39-76.
3/ Ruíz, C., y Boccardo, G. (2015). ¿América Latina ante una nueva encrucijada? Anuario del conflicto social.
4/ Chávez, H. (1996). Agenda Alternativa Bolivariana: Una propuesta patriótica para salir del laberinto. Caracas. Recuperado de: http://minci.gob.ve/2014/03/libro-rojo/
5/ Boué, J. C. (2002). Internacionalización de PDVSA: ¿Triunfo estratégico o desastre fiscal? Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 8(2), pp. 237-282.
6/ Maya, M. L. (2003). Venezuela en la encrucijada. Revista OSAL, (9), pp. 55-60.
7/ > Lander, E. (2007). Op. Cit.
8/ Maya, M. L. (2008). Venezuela: Hugo Chávez y el bolivarianismo. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 14(3), pp. 55-82.
9/ Cepal. (2016). Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe. Santiago: ONU. Mientras en 2013 el precio promedio del crudo era de US$100, en febrero de 2016 cae a su punto más bajo al costar US$24,25.
10/ Lander, E. (2016, 12 de julio). La implosión de la Venezuela rentista. Aporrea.org.
11/ Buxton, J. (2016, julio-agosto). Venezuela después de Chávez. Entrevista. New Left Review, (99), pp. 7-29.
12/ Lander, E. (2016). Op. Cit.
13/ , J. (2014, 19 de junio). El peligroso fracking en Venezuela. Aporrea.org.
14/ Telesur. (2015, 22 de octubre). El fracking desequilibró el mercado petrolero mundial. Telesurtv.net
15/ AVN. (2016, 27 de febrero). Plan del Arco del Orinoco contempla industrializar potencial minero nacional.
16/ Son las que vehiculizan más recursos económicos, especialmente del financiamiento que Estados Unidos le viene otorgando a la oposición desde 2002, a través de agencias como Usaid y la NED. Núñez, E. (2014, 5 de abril). Usaid: ¿agencia de desarrollo o de operaciones encubiertas? BBC Mundo.
17/ Lewit, A. y Brito, G. (2016). Radiografía de la MUD: análisis sobre la oposición venezolana. Celag.org
18/ Se apuntó a la avería de 535 máquinas del sistema electrónico de votación nacional. No obstante, aun cuando sea cierta esta situación, se trata de una cantidad de votos marginal respecto al total de sufragios. Ver Rosnick, D. y Weisbrot, M. (2013, mayo). A statistical note on the April 14 Venezuelan Presidential Election and audit of results. Center for Economic and Policy Research (CEPR).
19/ Ver la “Declaración de Panamá” de 2015. Público. (2015, 9 de abril). Felipe González se alía con Aznar para atacar al gobierno de Venezuela. Público.es.
20/ Su desproporción visibilizó el fracaso del PSUV al abordar los problemas del marco electoral. El frente opositor obtuvo el 56% de los votos, mientras que el PSUV y su Gran Polo Patriótico el 41%. Sin embargo, habiendo 164 escaños en juego, 113 fueron adjudicados de acuerdo con un sistema mayoritario y los restantes 51 en razón de un sistema de lista. La súper mayoría de la MUD dependía del apoyo de tres miembros que procedían de comunidades indígenas. Pero esta se acabó cuando se descubrió que ellos estaban implicados en un fraude electoral, junto a un miembro del PSUV, siendo los cuatro inhabilitados. Ver Buxton, Op. Cit.
21/ Pardo, D. (2017, 5 de mayo). ‘Si esta es una dictadura, es la más feliz del mundo’: ¿qué piensan y cómo ven los chavistas convencidos la crisis de Venezuela? BBC Mundo.
22/ Pardo, D., Op. Cit. La confusión y la propaganda están a la orden del día en este punto. Recordada es la visible naturaleza de clase con que se inician las protestas contra Maduro, a poco de la muerte de Chávez, concentradas en las zonas más acomodadas de Caracas, donde personas exhibían sus camionetas último modelo y sus ropas de US$300. Weisbrot, M. (2014, 20 de marzo). The truth about Venezuela: a revolt of the well-off, not a ‘terror campaign’. The Guardian.
23/ Buxton, J. Op. Cit.
24/ Estos datos, ciertamente, son subestimaciones que hoy, además, se han acrecentado. Ver Cepal. (2016). Panorama social de América Latina y el Caribe, 2015. Santiago: ONU.
25/ Esto, según el acceso a una “canasta normativa de alimentos”. Ver UCV-UCB-USB. (2017, febrero). Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi), 2016. Caracas: Fundación Bengoa.
26/ Cepal. (2016). Op. Cit.
27/ UCV-UCB-USB. Op. Cit.
28/ Este giro se expresa, sucesivamente, en: desconocer a la Asamblea Nacional de mayoría opositora (sobrepasada reiteradamente por las decisiones del TSJ); bloquear y postergar el referéndum revocatorio para el que la oposición había cumplido con todos los requisitos constitucionales; postergar la realización de las elecciones a gobernador de 2016; y convocar a una Asamblea Constituyente, saltándose el requisito previo del plebiscito, pasando a llevar una disposición que el propio Chávez respeto en su momento.
29/ BBC Mundo. (2012, 11 de diciembre). Un mapa del chavismo: socialistas y militares. BBC Mundo.
30/ Santacecilia, M. (2016, 30 de mayo). ¿Quiénes son las ovejas negras del chavismo? Deutsche Welle.
31/ Aporrea. (2017, 25 de mayo). Sectores fuera de la polarización hacen llamado a detener escalada de violencia. Aporrea.org.
Fuente: vientosur
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