El analista israelí en temas árabes Avi Issacharoff escribió
en el periódico Maariv que el perfil de Oriente Medio ha ido cambiando
continuamente desde diciembre de 2010 y todos aquellos que han intentado
realizar pronósticos han descubierto la dificultad de esta tarea.
Sin embargo, lo que está sucediendo en estos días, las victorias
electorales del nuevo presidente egipcio, Abdel Fattah al Sisi, y del
presidente sirio, Bashar al Assad, marcan el fin informal de la así
llamada “Primavera Árabe”.
El periódico añade que aunque es todavía demasiado temprano para dar
la despedida a las revoluciones y los revolucionarios en Oriente Medio,
las dos elecciones –la egipcia que fue celebrada esta semana- y la siria
-que tendrá lugar en los próximos días- han supuesto el cierre de una
etapa, que estuvo caracterizada por la demanda de cambios, el caos y la
inestabilidad.
En la actualidad, el desafío del terrorismo y de la falta de
seguridad han llevado a que las poblaciones árabes están ya cansadas de
revueltas y conflictos y busquen asegurar la estabilidad y el
desarrollo.
En Egipto, el establishment político anterior ha vuelto al poder a
través de Abdul Fattah al Sisi y busca destruir a los Hermanos
Musulmanes, la cofradía que ha sacado provecho de las revoluciones y
revueltas árabes en varios países. En Siria, Assad continuará siendo el
jefe de estado aunque la guerra civil continúe durante un cierto tiempo
más. La votación masiva de los sirios en Beirut es el reflejo de un
cambio en la opinión pública siria que comprende que Assad es la
garantía de la estabilidad futura y de la derrota definitiva del
terrorismo que asola el país.
El periódico destaca también que estos acontecimientos tienen lugar
en un momento en el que el Líbano busca un nuevo presidente que
sustituya a Michel Suleiman y en el que se ha producido el acuerdo entre
Hamas y Fatah para el establecimiento de un gobierno de unidad.
Las repercusiones de este último hecho no están claras para Israel,
pero los actuales acontecimientos en Oriente Medio y el refuerzo en
general del poder de los estados y gobiernos árabes pueden no ser
favorables para los intereses israelíes.
Al-Manar
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