- El trabajo 'indignado' se ha hecho fuerte en los barrios con asambleas locales
- Plataformas como Stop Desahucios y las 'mareas' beben de sus bases
- Han convocado tres grandes marchas y se han sumado a las sindicales
- El debate está ahora en el consenso y la necesidad de sumar fuerzas
"Las propuestas eran tan diversas y el consenso tan costoso que hubo riesgo de diluirnos, pero hemos cambiado la forma de trabajar: de las comisiones, a los objetivos"
"Este es un movimiento muy heterogéneo, muy polarizado en la lucha", advierte Víctor Valdés, miembro de Juventud sin futuro, uno de los colectivos más activos tras el 15-M. Y divide el proceso en el tiempo: "De mayo a noviembre de 2011 fue un trabajo de acumulación de fuerzas, de puesta en común en las asambleas. Después ha llegado la reflexión sobre lo que está pasando y lo que estamos haciendo". Si algo han conseguido es unir en el descontento.
El trabajo en los barrios
En estos 12 meses, el movimiento asociativo de barrio ha resucitado con el 15-M. Los indignados dejaron de ocupar portadas, pero es allí donde se han hecho fuertes. Las miles de personas que hace un año convirtieron Sol en su eje se llevaron el impulso a casa para que no muriese. Su objetivo era hacerlo operativo, concreto. Pero el fantasma de las asambleas eternas en las que cualquiera dilapidaba en un segundo el trabajo de horas amenazaba con matar por agotamiento. Fieles a la consigna de 'Vamos lentos porque vamos lejos', han tenido que aprender sobre el terreno.En la Comunidad de Madrid funcionaron los primeros meses unas 160 asambleas de barrio. Hoy sólo siguen activas 40
En la Comunidad de Madrid funcionaron los primeros meses unas 160 asambleas de barrio. Hoy sólo siguen activas 40 y sus participantes se han reducido sensiblemente: en la primera convocatoria de Asambleas Populares participaron unas 50.000 personas, ahora pocos cumplen con las citas semanales, aunque la cifra se dispara cuando se convocan actos concretos, como el referéndum sobre la privatización del Canal de Isabel II que se celebró el pasado 4 de marzo con mesas por todo Madrid en las que se contabilizaron 177.685 papeletas -175.663 a favor de la gestión pública del agua-.
Cada asamblea autogestiona su forma de trabajar. Fiel al espíritu 15-M, la horizontalidad y la democracia directa son la clave en la toma de decisiones, pero aunque "hay ciertos parámetros generales, no existe una estructura concreta. Cada colectivo es autodependiente", cuenta Valdés. En la capital, existe además la Asamblea Popular de Madrid (APM), que coordina a todos los barrios y a la que se llevan las ideas que trascienden lo local. Y, de forma paralela, se han mantenido comisiones que centran su trabajo en aspectos concretos: legal, archivo, internacional...
Uno de los lemas de Juventud sin futuro
Manifestaciones, mareas, desahucios...
Pero no sólo de asambleas vive el indignado. Tras la del 15-M, y antes de la del sábado 12 que reivindica el aniversario, dos grandes marchas han llenado las calles impulsadas por el movimiento: la del 19-J y la internacional del 15-O, a la que se sumaron 951 ciudades de más de 80 países. Cinco meses después de que explotara Madrid, el planeta entero cuestionaba el sistema.También hemos vivido una huelga general, en la que el 15-M tuvo un papel activo a través de la iniciativa tomalahuelga, responsable de que la mayoría de las asambleas se echaran a la calle en forma de piquetes. "Fuimos de la mano de las estructuras sindicales porque el nivel de ataque del Gobierno al mercado de trabajo es brutal. Pusimos en marcha lo de 'Caminar separados, golpear juntos'", explica Valdés, de Juventud sin Futuro. Había ocurrido antes en las manifestaciones contra la reforma laboral, en las que el 15-M secundó las convocatorias sindicales aunque destacándose como colectivo alternativo.
"Al principio no queríamos juntarnos con sindicatos, asociaciones de vecinos, etc. Pero ahora vemos que el 15-M puede no tener suficiente capacidad de organización para hacer fuerza ante el ataque que estamos sufriendo"
De forma paralela, diferentes 'mareas' de indignados han ido surgiendo: la verde de la educación, la blanca por la sanidad, la azul por el agua pública, la roja de los parados... Y movimientos como Stop Desahucios o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han tomado fuerza. En un año, Stop Desahucios ha paralizado unas 100 intervenciones, y en Madrid, entre el 15 de febrero y el 15 de marzo, la PAH participó en 18 desahucios, de los que consiguió evitar 17. "Gracias al 15-M se ha tomado conciencia de la dación en pago. Incluso hay bancos que han pedido negociar embargos con el colectivo para intentar limpiar su imagen", cuenta López, que ha participado en la paralización de varios desahucios. Y se han impulsado iniciativas como la Semana de la Lucha por el Derecho a la Vivienda.
Además, el grito ha traspasado fronteras: se han impulsado marchas a pie a Bruselas, grupos de apoyo a Atenas, comunicaciones directas con Occupy Wall Street y otros movimientos... "El 15-M ha aglutinado en gran parte a los movimientos antiglobalización que funcionaban antes. La crisis se da en una coyuntura global y por eso las respuestas deben ser globales", dice Valdés.
Cauces de comunicación propios
Marcha contra la reforma laboral.
"Los servicios de la web 2.0 comercial -Facebook, Twitter, Blogger- no nos ofrecen suficiente privacidad, fiabilidad, flexibilidad y control sobre nuestros datos. Además, al utilizarlos estamos respaldando modelos de negocio que no compartimos", dicen desde N-1. Ahí se aglutinan convocatorias, blogs, páginas de las asambleas de barrio...
"Todo está conectado. Todos sabemos cuándo hay actos de Sanidad, de Educación, paralización de desahucios... A priori, un colectivo como el de los profesores no tendría por qué simpatizar con algo como el 15-M, pero todo confluye por el ataque tan brutal que está sufriendo el estado de bienestar. Todos defendemos intereses comunes", explica Teresa Fernández, otro miembro muy activo en la base de las asambleas.
Y ahora... ¿hacia adónde?
Cuando se pregunta sobre el balance de este año a personas activas en el movimiento, la respuesta suele ser positiva. Para Víctor Valdés la clave está en que ha servido para "aglutinar a todos los sectores a los que afecta la precariedad". Pero reconoce que es necesaria una protesta sostenida en el tiempo. "Hoy hay más necesidad de lucha que hace un año, pero también hay que tener cuidado en la manera de gestionarlo para que nadie se agote", afirma."Tenemos que buscar los nexos de unión con la gente del mundo del trabajo. Necesitamos que se sumen al 15-M"
"Creo que esto es un resurgimiento de los movimientos vecinales que se dieron en los 60 y en los 70. Nos quejábamos de que nuestros hijos estaban desmovilizados y no tenían ningún interés social o político, pero ahora han cogido las riendas y nos han llevado con ellos", dice Rufino Gómez. "Y creo que estamos haciéndolo bien creando un germen. Nos están presionando tanto que las clases medias se han vuelto a dar cuenta de que son trabajadores”, añade.
"Todos los movimientos tienen contradicciones, pero no vamos por mal camino. La lucha social está hoy menos diluida. A la sociedad civil no le podía haber pasado algo mejor que el 15-M", sentencian.
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