¿'Quo vadis' 15-M?

15M
  • El trabajo 'indignado' se ha hecho fuerte en los barrios con asambleas locales
  • Plataformas como Stop Desahucios y las 'mareas' beben de sus bases
  • Han convocado tres grandes marchas y se han sumado a las sindicales
  • El debate está ahora en el consenso y la necesidad de sumar fuerzas
Estaba latente; se elevaba a veces y, de pronto, comenzó a rugir con fuerza. Sus ecos tomaron las calles hablando de hartazgo, de conciencia y activismo por aquello del 'No nos representan'. Y alcanzaron a miles de personas, que abrían los oídos a medida que los decibelios iban subiendo. Era el inicio de un movimiento ciudadano que pilló a políticos y medios fuera de juego. Masivo e inesperado. Callejero. El 17 de mayo, dos días después de propagarse, unas 6.000 personas escuchaban la llamada en Sol. Después llegó el campamento y explotó el germen asambleario, elecciones municipales y autonómicas de por medio.
"Las propuestas eran tan diversas y el consenso tan costoso que hubo riesgo de diluirnos, pero hemos cambiado la forma de trabajar: de las comisiones, a los objetivos"
El 12 de junio, tras 25 días de acampada, se vació el símbolo Sol y la sintonía se orquestó en los barrios. Un año después, la banda ciudadana está convocada a volver a tocar con fuerza, pero, ¿qué ha pasado entre tanto?, ¿cómo ha evolucionado ese estado de conciencia al que hemos puesto etiqueta?
"Este es un movimiento muy heterogéneo, muy polarizado en la lucha", advierte Víctor Valdés, miembro de Juventud sin futuro, uno de los colectivos más activos tras el 15-M. Y divide el proceso en el tiempo: "De mayo a noviembre de 2011 fue un trabajo de acumulación de fuerzas, de puesta en común en las asambleas. Después ha llegado la reflexión sobre lo que está pasando y lo que estamos haciendo". Si algo han conseguido es unir en el descontento.

El trabajo en los barrios

En estos 12 meses, el movimiento asociativo de barrio ha resucitado con el 15-M. Los indignados dejaron de ocupar portadas, pero es allí donde se han hecho fuertes. Las miles de personas que hace un año convirtieron Sol en su eje se llevaron el impulso a casa para que no muriese. Su objetivo era hacerlo operativo, concreto. Pero el fantasma de las asambleas eternas en las que cualquiera dilapidaba en un segundo el trabajo de horas amenazaba con matar por agotamiento. Fieles a la consigna de 'Vamos lentos porque vamos lejos', han tenido que aprender sobre el terreno.
En la Comunidad de Madrid funcionaron los primeros meses unas 160 asambleas de barrio. Hoy sólo siguen activas 40
"En los primeros meses las propuestas eran tan diversas y el consenso tan costoso que el riesgo de diluirnos fue patente, pero hemos cambiado la forma de trabajar: al principio, nos dividíamos por comisiones y cada uno se centraba en lo suyo, pero ahora nos fijamos objetivos y todos nos ponemos a ello", cuenta Esther López, madrileña que ronda los 50 años y trabaja en un colegio. Es uno de los miles de ciudadanos que, sin formar parte de ningún colectivo, ha decidido sumarse al 15-M. Son ellos los que mantienen vivo el movimiento.
En la Comunidad de Madrid funcionaron los primeros meses unas 160 asambleas de barrio. Hoy sólo siguen activas 40 y sus participantes se han reducido sensiblemente: en la primera convocatoria de Asambleas Populares participaron unas 50.000 personas, ahora pocos cumplen con las citas semanales, aunque la cifra se dispara cuando se convocan actos concretos, como el referéndum sobre la privatización del Canal de Isabel II que se celebró el pasado 4 de marzo con mesas por todo Madrid en las que se contabilizaron 177.685 papeletas -175.663 a favor de la gestión pública del agua-.
Cada asamblea autogestiona su forma de trabajar. Fiel al espíritu 15-M, la horizontalidad y la democracia directa son la clave en la toma de decisiones, pero aunque "hay ciertos parámetros generales, no existe una estructura concreta. Cada colectivo es autodependiente", cuenta Valdés. En la capital, existe además la Asamblea Popular de Madrid (APM), que coordina a todos los barrios y a la que se llevan las ideas que trascienden lo local. Y, de forma paralela, se han mantenido comisiones que centran su trabajo en aspectos concretos: legal, archivo, internacional...
Uno de los lemas de Juventud sin futuro
Rufino Gómez, ingeniero muy activo del barrio de Hortaleza, explica que la clave en el último mes ha estado en definir el número de asambleas que tiene que haber en la APM para que haya quórum y cuántas tienen que dar el voto positivo para ejecutar decisiones. Y es que la operatividad, o la falta de ella, ha sido precisamente lo que ha provocado el gran cisma del movimiento: a unas semanas del primer aniversario, un grupo de Democracia Real Ya -promotor de la manifestación del 15-M que desembocó en la acampada en Sol- decidió reconvertirse en asociación para, entre otras cosas, abandonar "la parálisis de los procesos asamblearios con la necesidad de consenso". El resto del colectivo les acusó de acaparar y actuar por su cuenta. "Hay que tener mucho cuidado con esto porque en cuanto hay un líder o gente con más poder, el resto se va adormeciendo y no llegamos a nada. La horizontalidad es clave, no queremos integrarnos en el sistema", valora Rufino Gómez.

Manifestaciones, mareas, desahucios...

Pero no sólo de asambleas vive el indignado. Tras la del 15-M, y antes de la del sábado 12 que reivindica el aniversario, dos grandes marchas han llenado las calles impulsadas por el movimiento: la del 19-J y la internacional del 15-O, a la que se sumaron 951 ciudades de más de 80 países. Cinco meses después de que explotara Madrid, el planeta entero cuestionaba el sistema.
También hemos vivido una huelga general, en la que el 15-M tuvo un papel activo a través de la iniciativa tomalahuelga, responsable de que la mayoría de las asambleas se echaran a la calle en forma de piquetes. "Fuimos de la mano de las estructuras sindicales porque el nivel de ataque del Gobierno al mercado de trabajo es brutal. Pusimos en marcha lo de 'Caminar separados, golpear juntos'", explica Valdés, de Juventud sin Futuro. Había ocurrido antes en las manifestaciones contra la reforma laboral, en las que el 15-M secundó las convocatorias sindicales aunque destacándose como colectivo alternativo.
"Al principio no queríamos juntarnos con sindicatos, asociaciones de vecinos, etc. Pero ahora vemos que el 15-M puede no tener suficiente capacidad de organización para hacer fuerza ante el ataque que estamos sufriendo"
Y es que parte de la evolución del movimiento está en su capacidad para relacionarse con otros colectivos. "Al principio éramos mas radicales, no queríamos juntarnos con sindicatos, asociaciones de vecinos, etc. Pero ahora que le vemos más las orejas al lobo y vemos que el 15-M puede no tener suficiente capacidad de organización para hacer fuerza ante el ataque que estamos sufriendo, estamos más concienciados de que hay que unir fuerzas", dice Esther López.
De forma paralela, diferentes 'mareas' de indignados han ido surgiendo: la verde de la educación, la blanca por la sanidad, la azul por el agua pública, la roja de los parados... Y movimientos como Stop Desahucios o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca han tomado fuerza. En un año, Stop Desahucios ha paralizado unas 100 intervenciones, y en Madrid, entre el 15 de febrero y el 15 de marzo, la PAH participó en 18 desahucios, de los que consiguió evitar 17. "Gracias al 15-M se ha tomado conciencia de la dación en pago. Incluso hay bancos que han pedido negociar embargos con el colectivo para intentar limpiar su imagen", cuenta López, que ha participado en la paralización de varios desahucios. Y se han impulsado iniciativas como la Semana de la Lucha por el Derecho a la Vivienda.
Además, el grito ha traspasado fronteras: se han impulsado marchas a pie a Bruselas, grupos de apoyo a Atenas, comunicaciones directas con Occupy Wall Street y otros movimientos... "El 15-M ha aglutinado en gran parte a los movimientos antiglobalización que funcionaban antes. La crisis se da en una coyuntura global y por eso las respuestas deben ser globales", dice Valdés.

Cauces de comunicación propios

Marcha contra la reforma laboral. 
La creación de vías de comunicación eficientes ha sido una de las grandes claves de la supervivencia del 15-M. Las redes sociales fueron vitales para sacar a la gente a la calle hace un año y han evolucionado para que hoy a nadie se le escape nada. Webs como tomalaplaza, tomalosbarrios o N-1 informan al minuto de todo lo que se está debatiendo y ejecutando en los distintos foros. Incluso han creado publicaciones en papel como el periódico mensual Madrid 15M, sufragado por las asambleas de barrio.
"Los servicios de la web 2.0 comercial -Facebook, Twitter, Blogger- no nos ofrecen suficiente privacidad, fiabilidad, flexibilidad y control sobre nuestros datos. Además, al utilizarlos estamos respaldando modelos de negocio que no compartimos", dicen desde N-1. Ahí se aglutinan convocatorias, blogs, páginas de las asambleas de barrio...
"Todo está conectado. Todos sabemos cuándo hay actos de Sanidad, de Educación, paralización de desahucios... A priori, un colectivo como el de los profesores no tendría por qué simpatizar con algo como el 15-M, pero todo confluye por el ataque tan brutal que está sufriendo el estado de bienestar. Todos defendemos intereses comunes", explica Teresa Fernández, otro miembro muy activo en la base de las asambleas.

Y ahora... ¿hacia adónde?

Cuando se pregunta sobre el balance de este año a personas activas en el movimiento, la respuesta suele ser positiva. Para Víctor Valdés la clave está en que ha servido para "aglutinar a todos los sectores a los que afecta la precariedad". Pero reconoce que es necesaria una protesta sostenida en el tiempo. "Hoy hay más necesidad de lucha que hace un año, pero también hay que tener cuidado en la manera de gestionarlo para que nadie se agote", afirma.
"Tenemos que buscar los nexos de unión con la gente del mundo del trabajo. Necesitamos que se sumen al 15-M"
Entramos de nuevo en el debate sobre aglutinar fuerzas. "Creo que debemos empezar a dar forma a la idea de que necesitamos que la gente del mundo del trabajo se sume al 15-M. Es complicado porque es un espacio copado por los sindicatos, pero tenemos que buscar los nexos de unión para crear un bloque que ponga contra las cuerdas al poder", dice Valdés. En el punto de mira estarían las bases sindicales y de formaciones políticas como IU, con muchos militantes que se han unido a nivel personal al 15-M.
"Creo que esto es un resurgimiento de los movimientos vecinales que se dieron en los 60 y en los 70. Nos quejábamos de que nuestros hijos estaban desmovilizados y no tenían ningún interés social o político, pero ahora han cogido las riendas y nos han llevado con ellos", dice Rufino Gómez. "Y creo que estamos haciéndolo bien creando un germen. Nos están presionando tanto que las clases medias se han vuelto a dar cuenta de que son trabajadores”, añade.
"Todos los movimientos tienen contradicciones, pero no vamos por mal camino. La lucha social está hoy menos diluida. A la sociedad civil no le podía haber pasado algo mejor que el 15-M", sentencian.
Fuente: elmundo.es

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