| Intereconomía |
El país vive ahora mismo sin Gobierno, pues este se niega a adoptar cualquier medida impopular, por imprescindible y acuciante que sea, que pueda perjudicar al candidato Rubalcaba.
Aunque en las últimas semanas nos hayamos acostumbrado a convivir con una prima de riesgo superior a los 300 puntos básicos, lo cierto es que esta situación constituye una completa anormalidad, similar a la del enfermo que soporta diariamente una fiebre de 38 grados. De hecho, si hasta la fecha nuestros intereses no continuaron disparándose fue por las intervenciones temporales que efectuó el Banco Central Europeo monetizando parte de nuestra deuda, y no por la confianza que despertara ni nuestra economía ni nuestro Gobierno. Ese ha sido precisamente el drama: nuestro Ejecutivo, en lugar de aprovechar los últimos días para sacar adelante un sólido plan de ajuste y de reformas que devolvieran la confianza en nuestra solvencia, se ha enrocado en la convocatoria de unas elecciones para las que todavía faltan casi cuatro meses. El país vive ahora mismo sin Gobierno, pues este se niega a adoptar cualquier medida impopular, por imprescindible y acuciante que sea, que pueda perjudicar al candidato Rubalcaba. Por ello, los cuatro meses se antojan un plazo demasiado largo, y la trágica situación de la economía exige más, si cabe, la convocatoria a las urnas.
El problema es que, por desgracia, España necesita de muchas decisiones que difícilmente contentarán a una mayoría de la población. Durante años hemos vivido una borrachera de falsa prosperidad y ahora toca atravesar la resaca: el sector privado ya ha efectuado gran parte del ajuste, pero el sector público todavía sigue endeudándose y viviendo por encima de sus posibilidades.
Es menester, por consiguiente, que reduzcamos de manera muy enérgica el tamaño del sector público y que eliminemos todas aquellas contraproducentes normativas que el ideario socialista nos ha vendido durante décadas como irrenunciables “derechos sociales”. Las Administraciones Públicas españolas siguen gastando en torno a 80.000 millones de euros más de lo que ingresan, algo así como el 25% de todos sus desembolsos. Asimismo, la rigidez de nuestro mercado laboral y las trabas burocráticas para crear empresas impiden la rápida recolocación de la mayor parte de los cinco millones de parados.
Cómo estarán las cosas, que hasta el irresponsable de Zapatero ha retrasado sus vacaciones en Doñana, cuando en realidad lo que debería hacer es aprobar un plan de ajuste urgente que contuviera todos los puntos anteriores y adelantar las elecciones anticipadas. Pero no hará ni lo uno ni lo otro, porque si en tres años se ha negado en rotundo a prestar algún servicio valioso a la Nación, no lo va a hacer en el tiempo de descuento. Por ello, Rajoy, que casi con seguridad será el próximo presidente del Gobierno, debería ser quien saliera a la palestra para reafirmar su compromiso con la estabilización de la economía española y anunciar las medidas prioritarias que adoptará nada más llegar a La Moncloa. Sin embargo, es harto improbable que esta muy sana deposición llegue a tener lugar, por cuanto un demagogo y desleal Rubalcaba aprovecharía la ocasión para cargar contra el “derechista ultraliberal” de Rajoy y optaría por la bancarrota nacional a cambio de alcanzar el poder.
La alternativa a la política de recortes no es la política kamikaze de Rubalcaba, sino la intervención de la Unión Europea. Si no diseñamos nosotros mismos las reformas, nos las impondrán desde fuera. Y atendiendo a la reciente experiencia de Grecia o Portugal, no serán ni mucho menos suaves. Por mucho que lo niegue Bruselas, con la prima de riesgo en 400 puntos básicos y con nuestros políticos paralizados, la intervención está cada vez más cerca y las elecciones no admiten ni un minuto de demora.
Publicado desde Ubuntu 11.04 para Mac.
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