La creación de la Unión Europea (UE) en varias fases durante los últimos 60 años ha sido un logro espectacular. Nació con la formación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (el sistema nervioso del poder nacional) entre seis países, que ayudó, entre otras cosas, a reconciliar Alemania y Francia después de las barbaridades de la Segunda Guerra Mundial (cuyo punto más extremo fue el Holocausto), y hoy cuenta con 27 países -incluyendo ocho naciones antiguamente comunistas-, 17 de los cuales comparten una moneda única, el euro.
La UE ha fomentado un largo periodo sin precedentes de prosperidad, paz y cooperación entre países con historias muy diferentes. Los 50 años previos al nacimiento de la UE fueron de los más trágicos y crueles. Basta recordar un solo dato de los muchos horrores — hubo más de 700.000 bajas en la batalla de Verdún en 1916 entre los ejércitos francés y alemán.
Hoy, la zona euro — los países centrales de la UE — está luchando por sobrevivir, a raíz de la crisis de la deuda soberana en Grecia, Irlanda y Portugal, de la cual, hasta ahora, España se ha escapado. Pero no es, ni mucho menos, la única crisis en la UE. El nacionalismo populista está en auge, la Islamofobia está ocupando el lugar que tenia el antisemitismo entre las dos guerras mundiales, la forma del gobierno de la UE es cada vez más difícil de manejar, el llamado “déficit democrático” está alejando a los ciudadanos europeos del proyecto europeo (la participación en las elecciones no ha dejado de bajar desde las primeras elecciones para el parlamento europeo en 1979) y la economía europea está perdiendo dinamismo frente a países gigantes y emergentes como China, India y Brasil.
The End of the West: The Once and Future Europe (“El Fin de Occidente: La Europa que nunca fue”) de David Marquand, publicado por Princeton University Press, es un libro brillante y oportuno sobre la Europa del pasado y la del futuro. Marquand es un experto en el tema: ha sido miembro del parlamento británico por el partido Laborista (1966-77) y asesor principal (1977-78) de Roy Jenkins cuando era presidente de la Comisión Europea. El libro es conciso y provocador, escrito con mucha elegancia y un rico sentido de la ironía.
Marquand pone el dedo en la llaga del problema financiero básico cuando dice que:
“cualquier economista medianamente competente habría previsto que la combinación del control nacional de impuestos y gasto con la divisa europea y un banco central europeo acabaría en llanto”. Como dijo el irlandés Peter Sutherland, un antiguo comisario europeo, la forma del gobierno de la UE es “intelectual y políticamente esquizofrénica”. Hoy, estamos pagando el precio de esta falta de visión.
Los padres de la UE, como el gran francés Jean Monnet (1888-1979), sí tenían mucha visión e imaginación: creyeron que la lógica inevitable de la integración económica seria la unión política. Pero hoy la UE sufre de un proceso constante y debilitador de presión por parte de los federalistas y tirón por los confederalistas. Sería una locura, dice Marquand, aceptar más miembros a la UE sin que antes esté políticamente más unida.
Pero en lugar de integrarse políticamente más, los estados-naciones de Europa se están fragmentando. Casi todos los países grandes del continente, en particular España, han tenido que acomodar presiones autonomistas. La excepción más importante es Alemania, precisamente por ser ya un estado federal.
Con respecto al Islam, la religión que está creciendo más que cualquier otra en Europa, Marquand dice que la pregunta correcta no es cómo “convertir a los musulmanes en europeos morenos sino cómo los Musulmanes y los que no lo son pueden aprender a vivir juntos”.
La UE es como una enorme orquesta disonante donde cada instrumento (país) toca demasiado alto y la orquesta completa demasiado suave. Hace falta elegir directamente, y no por los gobiernos como ahora en su habitual chalaneo, un director (presidente).
Esto requiere partidos de ámbito europeo y no nacional. Es uno de los retos para el futuro, pero con 23 idiomas oficiales y 60 idiomas regionales o de minorías no es fácil. Mientras tanto, el libro de Marquand es un excelente anteproyecto.
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