Gaddafi o la gran disyuntiva de la izquierda mundial

Tal parece que en Libia la situación está muy lejos de resolverse a favor de algunas de las partes en disputa. Incluso al leer declaraciones y contradeclaraciones se puede advertir que entre los rebeldes anti Gaddafi hay a lo menos dos tendencias.

Existe la que con seguridad banca y apoya el imperialismo occidental que agruparía a antiguos políticos y tribus que fueron desfavorecidos por Gaddafi a la hora de la repartición del poder además de altos ex-dirigentes y militares descolgados a última hora del régimen hoy cuestionado y posiblemente sea ésta fracción la que ve con buenos ojos una intervención militar a gran escala ya que en un escenario así ellos podrían transformarse rápidamente en la carta de recambio propicia para que el imperialismo económico-militar se adueñe definitivamente de los ricos yacimientos de gas y de petróleo libios sin necesidad de hacer partícipe del negocio petrolero a tan indeseado socio como lo ha sido hasta ahora Muammar Al Gaddafi.


La otra fracción parece ser más militante y combativa, el problema es que no se advierte claramente si levantan una opción progresista y revolucionaria o son directamente fundamentalistas musulmanes. Por lo menos son los que plantean que así como combaten a las tropas de Gaddafi combatirán con la misma fuerza a los posibles invasores de Libia. Pese que algunos de sus voceros declaran constantemente no ser parte de ninguna conspiración extrema musulmana y por otra parte hablan de la democratización y participación de la sociedad libia aún no quedan claro sus objetivos. De lo que si parecen estar de acuerdo todas las partes en conflicto (Gaddafi, los imperialistas, las fracciones rebeldes y la Liga Àrabe) es que el botín a ganar, el petroleo y el gas, es de muy alto valor.

De lo que sí estamos seguros, y debemos tener al respecto una postura clara y sin dobleces, es que la situación de Libia y de su gobierno o sistema social lo ha de resolver el pueblo libio, todos. Es competencia exclusiva de ellos.

Así como debemos en todo momento denunciar y rechazar la intervención imperialista y defender la libre determinación de los pueblos, también debemos tener claro que esa actitud no nos puede obligar a que en nombre de una mal entendida lealtad o en base a análisis mecanicistas y manidos, como el dogma de que todo enemigo de mi enemigo es mi amigo, a justificar y defender lo que en la práctica se atraviesa en el camino liberador de los pueblos. Insisto, en el caso de Libia y Gaddafi debemos atrevernos a realizar un ejercicio simple y sano que sea alternativo a la la política de orden y mando, debemos recuperar la soltura y lo creativo de la praxis marxista que nada tiene que ver con conventos ni regimientos. En rigor debemos atrevernos a pensar con nuestra propia cabeza y leer con nuestros propios ojos.

¿TODO ENEMIGO DE MI ENEMIGO ES MI AMIGO?

Lo peligroso y nefasto de ésta máxima, y al parecer para muchos un dogma, es que tendríamos que obligadamente haber aceptado y apoyado, sin crítica alguna como lo hizo una parte de la izquierda, a la dictadura fascista argentina que en 1982, en un arresto oportunista de ultimo aliento y para salvarse de la ira popular que comenzaba a manifestarse cada vez más y más en la sociedad como rechazo a las medidas económicas y de restricción política que habían hundido al país en la incertidumbre y la miseria, intentó recuperar militarmente las islas Malvinas, arrebatadas por el imperialismo colonialista inglés hace mucho tiempo a esa república latinoamericana. Los militares argentinos, sabedores que ese anhelo de recuperación de lo robado ha sido, es y será permanente entre el pueblo argentino, quisieron con la invasión a las islas alinear y alienar a todos los ciudadanos en esa aventura patriótica (o patriotera) y soberana. ¿ Entonces, era una actitud correcta acallar la protesta y la crítica y haber apoyado en ese momento a esos militares represores que no tuvieron ninguna actitud soberana a la hora de entregar las riquezas de su país al capital internacional, incluido el británico, y que para poder implementar tal política entreguista no dudaron un sólo momento en reprimir, torturar, asesinar, robar niños y hacer desaparecer a miles de militantes tan izquierdistas como nosotros?

Mecánicamente y en base a ese “razonamiento” hubiésemos tenido en 1989 que haber aceptado que el general panameño Manuel Noriega era nuestro compañero de sueños y anhelos y haberlo apoyado sin restricciones cuando Estados Unidos y su maquinaria guerrerista asaltó Panamá, asesinó a más de 3.000 ciudadanos de ese país y apresó al general… ¿ tendríamos que haber dejado de lado la información por todos conocida de que Manuel Noriega era un agente de la CIA de vieja data y que se transformó en peligroso para Washington cuando este general comienzo a quedarse con los dineros de la droga que suele traficar esa agencia de espionaje estadounidense para poder financiar sus acciones de intromisión y desestabilización a nivel mundial?

¿Qué hubiese pasado si en 1917 los bolcheviques rusos, en vez de ganarse al pueblo y a los soldados para hacer la revolución, hubiesen hecho una pausa en su lucha revolucionaria y se hubiesen alineado tras el régimen imperial y represor del Zar para sólo defender la gran Rusia zarista de la invasión imperialista de la Alemania kaisiana?

Es más, hoy en Suecia y por primera vez en la historia sueca existe un partido neofascista en el parlamento desde septiembre pasado, se trata de los Demócratas Suecos, partido que no hace mucho pateaba y agredía inmigrantes en las calles de ese país, pero que hoy, por esas ”gracias” de las democracias formalmente burguesas y poco participativas, son parte de la nomenclatura de la élite política de ese país nórdico que han de financiar con sus impuestos incluso sus potenciales víctimas. Pués bién, ese partido neofascista planteó en su campaña electoral, y aún lo plantea, el retiro de las tropas suecas en la guerra de Afghanistán… por muy distintas razones a la de los neofascistas, todas la expresiones de la izquierda sueca vienen planteando lo mismo desde cuando el estado sueco (dirigido por los socialdemócratas en ese momento) decidió, sin llamar a un referendo a la ciudadanía para dirimir el asunto, sumarse a la política imperialista y guerrerista yanqui… ¿por la coincidencia de posturas en ese punto, debe entonces la izquierda sueca aliarse con los neofascistas del partido Demócratas Suecos?… ¿ dónde estaría la diferencia entre ellos y nosotros y cómo ganar las confianzas de jóvenes y trabajadores con ese tipo de prácticas?

Concluyo, que nuestra actitud histórica y consecuentemente antiimperialista de rechazo activo a la posible invasión de Estados Unidos y sus cómplices europeos a Libia, no nos haga justificar o en el peor de los casos defender el perpetuamiento de una dinastía dictatorial y nepotista en ese rico país magrebí. No condicionemos mecánicamente nuestra postura y solidaridad a la nefasta ecuación de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Majaderamente insisto en esto ya que parece ser, desgraciadamente, la actitud tomada con respecto a cómo entender y actuar en el caso de la crisis de Libia y de su tan sui géneris gobernante Muammar Al Gaddafi por una gran parte del espectro izquierdista mundial que va desde la simple orgánica de bases hasta altos dirigentes.

Finalmente, por si mi palabra y análisis tienen, como supongo, muy poco peso, aquí comparto con ustedes las palabras dichas recientemente con respecto a la crisis libia y las revueltas populares en el mundo árabe por Eduardo Galeano, una de las pocas reservas culturales e ideológicas que le van quedando no solo a la izquierda latinoamericana sino de todo el mundo: “ Para ser de veras independientes tenemos que ser capaces de caminar con nuestras piernas, pensar con nuestras propias cabezas y sentir con nuestros propios corazones”.

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