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Los Estados escogen, por imperativo de Bruselas, la vía de la austeridad, lo que les condena al purgatorio del crecimiento lento y tortuoso, o incluso negativo, como Portugal.
Paulo II Farnese encargó hacia 1530 a Miguel Ángel redecorar la bóveda de la Capilla Sixtina, pintada hasta ese momento con un cielo estrellado. El fresco más famoso es el del Juicio Final, situado en el Altar Mayor. Una representación del Apocalipsis, en la que las almas de la humanidad se elevan y descienden hacia sus destinos, juzgadas por Cristo y su Santo Séquito. Hasta Miguel Ángel quedó intimidado por las dimensiones del proyecto e intentó rechazarlo. Sospechaba que algunos de sus rivales habían aconsejado su nombre al Papa para verle fracasar. La pared que sirvió de lienzo se inclina ligeramente sobre el espectador para infundir piedad y respeto al poder de Dios.
El cuadro trasciende su tiempo. El probable rescate de España y Portugal puede encontrarse entre las escenas de estos frescos. La todopoderosa Angela Merkel se dispone, por fin, a salvar a las numerosas almas en pena que pululan a su alrededor con el norte perdido, como José Sócrates, primer ministro portugués, o el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero.
La debatida ampliación del fondo de rescate, aunque Alemania lo siga negando oficialmente, y sobre todo la posibilidad de cambiar su uso para la adquisición de deuda de los países en dificultades relajaron las tensiones en los mercados. Pero sería ingenuo creer que se han disipado. Los analistas siguen apostando porque el rescate portugués se produzca tras las elecciones presidenciales del domingo 23 de enero.
Lisboa acometió hace ya varios meses un ajuste draconiano que le llevó a rebajar los sueldos públicos, congelar las pensiones, subir los impuestos del IVA y de Sociedades, acelerar las privatizaciones y recortar drásticamente la inversión pública. ¿Qué más podemos hacer?, se preguntaba un alto funcionario.
Sócrates anunció esta semana que, como consecuencia del ajuste, el país vecino volverá a la recesión este año, con una tasa negativa del 1,3 por ciento. Ahora, eso sí, el déficit público de 2010 quedará muy por debajo del 7 por ciento exigido, y el de 2011 también. ¿Por qué aún se ve necesario el rescate?
Porque los Estados escogen, por imperativo de Bruselas, la vía de la austeridad, lo que les condena al purgatorio del crecimiento lento y tortuoso, o incluso negativo, como Portugal. Es como la pescadilla que se muerde la cola. La recesión está provocada por el plan de ajuste, pero si no se acomete, se desboca el déficit público. La caída de la tasa de actividad económica merma los ingresos, agrava la dificultad para pagar la deuda e incrementa, por ende, la desconfianza internacional.
Sócrates puede hacer poco más porque Portugal vuelva a la senda de la Verdad. No puede evitar que su bajo potencial de crecimiento, aplastado en la actualidad, ponga en duda su solvencia. Lisboa tuvo que pagar el 7,1 por ciento por los bonos a diez años hace un par de semanas, cuando el FMI y la UE ofrecen ayuda a una tasa de entre el 2,5 y el 5 por ciento, respectivamente.
Las alarmas saltaron de inmediato. La banca internacional considera el nivel del 7 por ciento como el punto de no retorno que obliga a un país a recibir un rescate. El bono español a diez años ha llegado a pagarse al 5,6 por ciento en el mercado secundario.
El caso español es mucho más complejo. Algunas cifras comienzan a salir. Vamos a concluir el año con un déficit por debajo del 10 por ciento, como estaba previsto, y tras el alza de impuestos y los recortes de Zapatero, con casi toda probabilidad se logre rebajar este porcentaje al 6 por ciento estimado en 2011, aunque Bruselas mantiene su previsión en el 6,4 por ciento. Entonces, ¿dónde está el problema?
El inconveniente está en la credibilidad de las cuentas públicas, que ya precipitó el descalabro de Grecia. La confianza en España se dirimirá en tres trincheras. En el frente estatal, el objetivo de déficit público es cuestionado porque ningún ente público o privado se cree las estimaciones de la vicepresidenta Elena Salgado de que se vaya a crecer este año el 1,3 por ciento. España sufre, en este sentido, el mismo síndrome de Portugal o Grecia, con tasas de PIB raquíticas, insuficientes para generar más ingresos.
Luego está el frente autonómico. El anuncio del presidente de la Generalitat, Artur Mas, quien elevó de 2.600 millones a 7.800 millones la estimación del déficit catalán de 2010, confirmó los peores augurios. Y la cercanía de las elecciones de mayo hace temer una ristra de deudas ocultas, destapadas por los nuevos gobernantes. Tenemos la fortuna, no obstante, de que el componente del déficit autonómico pesa poco porcentualmente en el cálculo del déficit público total y que la Comunidad Autónoma de Madrid está próxima al superávit, lo que podría compensar parcialmente los dislates del resto de autonomías. Pero hay que esperar a conocer las cifras.
El tercer frente de incertidumbres, y el más acuciante, es el financiero. El Tesoro deberá emitir este año 192.000 millones en deuda y los bancos y cajas tendrán que refinanciar alrededor de 90.000. En total, unos 282.000 millones, un tercio de todo lo que produce España en un año.
Hasta junio de 2010, la mayor parte de la deuda pública la adquirían las entidades españolas, pero esa tendencia cambió en el segundo semestre (174.000 millones frente a 129.000 millones), lo que obliga a buscar compradores como los chinos, etc. El secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, acaba de salir de gira en busca de más inversores extranjeros.
A los 282.000 millones, habrá que añadir otros 22.000 millones que se han empezado a colocar en el mercado para sufragar el déficit de la tarifa eléctrica, y una cantidad adicional, estimada entre 60.000 y 80.000 millones, para sanear las cajas de ahorros. Es decir, las necesidades financieras se situarán entre 364.000 y 384.000 millones, que unidas al desconocido agujero autonómico, rondarán los 400.000 millones.
El Banco de España remodeló hace meses el mapa financiero mediante las denominadas fusiones frías de las cajas de ahorros. Una manera chapucera, como denunció elEconomista, que ha tardado sólo unos meses en saltar por los aires. El gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, presiona ahora para que la mayoría de estas entidades se conviertan en bancos y salgan a financiarse al mercado. Aquí es donde puede producirse el colapso.
Pero, indudablemente, hay casos inviables. CatalunyaCaixa puede caer en manos del Sabadell, tras requerir unos 2.000 millones adicionales. En el mercado avanza el rumor de que una de estas grandes alianzas de cajas puede requerir el triple del dinero que le inyectó el Frob de Fernández Ordóñez. Y todo ello teniendo en cuenta que cajas y bancas esconden miles de millones en mora de deudores, que tendrán que ir aflorando, y que los activos inmobiliarios, que comienzan a darse a conocer por el desnudo exigido desde el Banco de España, están muy sobrevalorados en sus libros.
Miguel Ángel, en sus asombrosas escenas sobre El Juicio Final, dejó en suspenso el veredicto sobre qué personajes serían salvados y cuáles no por el Redentor. No me corresponde a mi suplantar al pintor. Será la diosa Merkel quien tendrá la última palabra. En su discurso de Navidad, la canciller se mostró firme en defensa del euro. Como se puede desprender de estas líneas, a medida que avancemos hacia el verano se irán conociendo mejor las obras y los pecados de Zapatero. El temor es que el rescate venga con una quita sobre la deuda para que haya dinero para todos.
Éste es un problema extensible a Grecia e Irlanda, que ya solicitaron ayuda exterior y acometieron medidas muy estrictas para corregir sus desequilibrios internos. El primer ministro griego, George Papandreu, sugirió recientemente que será necesario alargar los plazos de refinanciación. Las alarmas volvieron a aullar ante la posibilidad de que sea necesaria un reestructuración o quita en la deuda helena, que repercutiría sobre los tenedores de estos títulos: bancos, fondos de inversión y de pensiones y los ahorradores nacionales o extranjeros. Todo apunta a que estamos condenados a descender a los infiernos.
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