Rubalcaba exige a ZP que dimita sin convocar elecciones

Lo haría tras implantar las reformas oficiales, aunque se trate de reformitas, pero ZP aún tiene esperanzas. Por su parte, Aznar, como siempre, acierta en el diagnóstico pero marra en la terapia. Durante su mandato, no hizo lo que ahora asegura imprescindible. Los dos expresidentes pretenden refundar España. La solución está en la hora de la democracia cristiana.
Ocurrió el viernes 14, en el Palacio de La Moncloa, durante la rueda prensa posterior al Consejo de Ministros. El portavoz, el vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, respondía a la pregunta de un periodista que el Gobierno finalizará la legislatura. Claro que sí. Pero lo que él y, detrás de él, todo el Felipismo, está exigiendo a Zapatero no es que convoque elecciones anticipadas sino que abandone la Presidencia y ceda su puesto a ‘Rasputín’ Rubalcaba, quien aún tiene esperanzas de darle la vuelta a las encuestas antes de marzo de 2012, fecha para la que el inefable ministro del Interior espera afloren los brotes verdes de la economía española (y algo de cierto hay en ello porque hemos tocado fondo y, salvo que escarbemos hacia abajo, desde el punto de vista económico sólo se puede ascender.

Por tanto, no es incompatible lo que Rubalcaba asegura en público con el agotamiento de la legislatura. Además, se anima a ZP -cuyo prestigio nacional o internacional no puede haber caído más bajo- a marcharse en cuanto promulgue las reformas económicas –aunque sean reformitas- que ahora negocia con sindicatos y patronal, centradas en la reconversión laboral, las de pensiones y la financiera. De esta manera, podría marcharse con cierta dignidad y aplicar en el exterior, en algún organismo multilateral, sus aberraciones progres. Naciones Unidas, convertida en madre de todas las barbaridades de la progresía, es una de las opciones de futuro de Zapatero.

Mientras, en el otro lado, en el partido Popular, el ex presidente José María Aznar recuerda que España acabará siendo ‘rescatada’ por Europa (del secuestro en el que los mercados financieros y la incapacidad del zapaterismo le han metido) y recuerda algo más: España no da “para tener 17 instituciones (comunidades autónomas) que hacen las mismas cosas”.

Tiene toda la razón Aznar. La principal reformas económicas no son las tres citadas sino la reducción del peso de las tres administraciones (central, autonómica y local) que multiplican los gastos que financian los ciudadanos y, sobre todo, multiplican las subvenciones absurdas, muchas veces la vagancia y siempre la injusticia.

Ahora bien, el problema de Aznar no son sus certeros diagnósticos sino sus inexistentes terapias, además del crédito perdido en ocho años de gobernanza. Con la reducción del Estado le ocurre lo mismo que con el derecho a la vida: durante ocho años de Gobierno, cuatro con mayoría absoluta, Aznar no sólo no hizo nada por defender la vida, sino que se multiplicó el aborto en España, introdujo la homicida -y nazista- manipulación de embriones y abrió la puerta al aborto químico, especialmente con la abortiva píldora del Día Después (PDD), cuya distribución autorizó.

Y lo mismo que con el laicismo, que empezó a crecer en el Partido Popular, convertido hoy en derecha pagana. Sus complejos laicos han creado el ambiente necesario para que Zapatero lanzar su proceso cristofóbico y, por anticristiano, liberticida.

Y tampoco hizo nada por detener el ya asfixiante gasto autonómico. Es más, se sirvió de los nacionalistas para gobernar, lo mismo que ha hecho Zapatero. En otras palabras, el PP nos llevó al borde del abismo por su cobardía y sus complejos; ZP, insensato y resentido, sólo ha tenido que darle un empujoncito para terminar la tarea.

Así, España vive hoy entre el progresismo cristofóbico del PSOE y la derecha pagana del PP, ambos anticristianos. El fallo estriba en que los dos expresidentes, el socialista y el popular, pretenden refundar el país, pero no tienen claro cómo hacerlo, en particular porque ambos están empeñados en defender sus propias herencias como las únicas posibles y al margen de uan serie de valores no negociables. Y el problema es que España no se entiende sin sus esencias cristianas.

Ni España ni Occidente, porque, sin principios cristianos, no nos engañemos, ni hay libertad, ni hay justicia social, ni hay democracia. En definitiva, la única salida de España es la resurrección de la democracia cristiana que, antes que un partido político, es un ideario, el único ideario que puede regenerar el país, tan alejado del socialismo progre de ZP como del espíritu neocon de Aznar.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

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