“Nunca he dado cursos sobre explosivos” (Parte II )

El ciudadano Arturo Cubillas sigue en el ojo del huracán, tras haber sido implicado por un juez español de haber entrenado a dos militantes del grupo vasco ETA en territorio venezolano. Ayer presentamos en exclusiva la primera parte de una entrevista en la que Cubillas se defendía de las acusaciones y dejó sentado que se siente en el país como un venezolano más. Hoy relata a Ciudad CCS más sobre sus vivencias.

—¿Conoce a Xabier Atristain y Juan Carlos Besance, los vascos que aseguraron que usted les impartió cursillos sobre manejo de explosivos en Guasdualito y que luego, ante el juez, negaron ese señalamiento?
— Para nadie es un secreto que desde hace años Venezuela se ha convertido en una referencia, no para la izquierda independentista vasca, sino para la izquierda mundial. Eso ha hecho que cientos, miles de personas se acerquen a Venezuela para conocer in situ el proceso que se está viviendo. Por eso no es raro encontrarte en un barrio de Caracas o en mitad de Guárico a un grupo de alemanes, ingleses, catalanes, gringos o vascos. En Euskal Herria –desde 1998– el proceso bolivariano ha causado interés por varios motivos: El proceso constituyente que se realizó aquí es algo que la izquierda independentista ya venía trabajando para Euskal Herria, el concepto de democracia participativa, las empresas de propiedad social, el tema de los consejos comunales y las comunas. Euskal Herria, a la vez que lucha por su soberanía, ya se está preparando para el día siguiente y por eso estos temas despiertan un gran interés. Esto te lo digo porque pareciera ahora que la prensa española después de que estas dos personas denunciaron haber declarado bajo tortura han cambiado su estrategia y tratan de convertir en delito el hecho de que supuestamente estas dos personas estuvieron en Venezuela y ahí es donde uno se pregunta: ¿Va a ser ahora delito que un vasco viaje a Venezuela? ¿Va a ser delito que un vasco que vive en Venezuela se reúna con otro vasco que llega al país? Si esa va a ser su estrategia, el Estado español tendría muchos problemas, porque creo que son cientos los vascos que visitan este país. Lo que sí te puedo asegurar es que nunca he dado cursos de manejo de explosivos y, por cierto, nunca he estado en Guasdualito, pero de tanto que lo nombran, tendré que ir algún día.
—¿Qué opina de las denuncias sobre la supuesta relación ETA-FARC?
—Opino que mejor harían los gobiernos de España y Colombia en abrir caminos y espacios de entendimiento hacia la superación de esos conflictos que seguir inventando este tipo de historias.
—¿Cuándo llegó usted exactamente a Venezuela?
—El 29 de mayo de 1989.
—¿A qué se dedican los vascos que llegaron con usted al país?
—Cada uno a cosas diferentes. Pasados los primeros días de “despiste”, poco a poco, cada uno fuimos ubicándonos en diferentes ciudades y trabajos, como cualquier persona que llega a un país. Por cierto, que uno de mis primeros trabajos fue en una empresa de construcción de capital español. Yo trabajaba en el departamento de contabilidad y lo curioso es que uno de los socios de la empresa era el Ministro de la Defensa español y eso no fue un escándalo. Años después, nos dieron la concesión del restaurante del Centro Catalán, que pertenece a algo que llaman Federación de Centros Españoles o algo similar. Por allí pasaron a comer –no sólo una vez– lo mejor de la oposición venezolana, el embajador de España, el cónsul español de la época y eso tampoco fue ningún escándalo. Sabes un asiduo, por ejemplo, era Miguel Henrique Otero. El solía ir con Asdrúbal Aguiar y alguno que otro copeyano. A él le encantaba hablar con nosotros y que nos sentáramos en la mesa y tomarse su “patxaran” (bebida tradicional vasca). Y, ya ves, hace una semana en su periódico me dedicó un editorial que no tiene desperdicio. Lo único que ha cambiado de entonces a ahora es que, en ese momento, yo trabajaba allí y ahora trabajo en una institución del Estado. ¿Será que ése es mi gran delito?
—El Nacional publicó el pasado domingo una entrevista en la que la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) de España hizo señalamientos hacia usted ¿Qué opina de esas acusaciones?
— Creo que no merece la pena entrar en esa polémica. La AVT forma parte de ese entramado de organizaciones de extrema derecha que gravitan en torno al Partido Popular. Cuando ellos hablan de “sus hijos asesinados” se refieren a quienes durante décadas han asesinado, desaparecido, torturado y encarcelado a miles de ciudadanos vascos. La AVT es una de las caras de ese Estado español que no tiene interés por superar la actual fase de enfrentamiento armado y por eso prefieren mantener su accionar político en el plano de la intoxicación informativa y la represión. Por cierto, si la presidenta de la AVT busca castigo para los asesinos de su hija (como dice en la entrevista) que busque en las filas del Partido Popular, porque fueron ellos quienes involucraron al Estado español en la invasión de Irak y esa fue la justificación que utilizaron quienes pusieron las bombas en los trenes de Madrid donde, lamentablemente, falleció su hija. No es en Euskal Herria donde ella tiene que buscar sino mucho más cerca de su casa. Por otro lado, y considero que esto es lo realmente importante, si de verdad lo que se busca es que no haya más víctimas (de ninguna de las partes); si lo que se desea es superar la fase de enfrentamiento armado, mejor harían, en vez de manifestarse frente a la embajada de Venezuela en Madrid, hacerlo frente a la casa de Zapatero para exigirle que su gobierno empiece a dar pasos en esa dirección, en la de abrir nuevos espacios de diálogo que permitan superar esta fase de enfrentamientos. En Euskal Herria, el conjunto de la izquierda revolucionaria e independentista ya comenzó a transitar ese camino hace más de un mes y la respuesta del gobierno español ha sido acentuar la represión. Ese no es el camino para la paz.
—Habiendo obtenido usted la nacionalidad venezolana, la Constitución prohíbe su eventual extradición, como lo dijo la fiscal. Al margen de eso, ¿le gustaría volver al Pais Vasco?
—Por supuesto que me gustaría y estoy seguro de que lo haré. Como estoy seguro de que lo harán los 800 presos políticos y los centenares de refugiados y deportados.
Eso sí, no sé si volveré para quedarme o simplemente como una especie de acto de reafirmación para decir: ‘Euskal Herria lo consiguió. El futuro es nuestro’. Debo reconocer que Venezuela –país que a mi llegada vi como una especie de cárcel al aire libre– hoy se ha convertido en mi segunda o primera (en este caso no importa el orden) patria. Hoy no es sólo el país en sí, sino el proceso que estamos viviendo, la posibilidad de ser parte de este momento de levantarse todos los días y decir ‘na’ guará, es verdad que otro mundo es posible’ y ver que cada vez, poco a poco, con aciertos y errores, es algo que se está logrando. Eso hace que para cualquier revolucionario de cualquier parte del mundo estar hoy en Venezuela sea un sueño.
— Usted ha acudido a la Fiscalía para pedirle, de acuerdo con el Código Orgánico Procesal Penal, que lo investigue ante las imputaciones que le han hecho. ¿Qué espera de esa investigación?
— No sólo eso, sino que se investigue si las supuestas declaraciones dadas por los vascos son ciertas y si es cierto que fueron obligados a declarar bajo tortura. Hoy una semana después, pareciera que dos de esas preguntas ya tienen respuesta según lo que ha manifestado el abogado de los dos ciudadanos vascos: Les obligaron a aprenderse de memoria una declaración en la que decían que habían estado en Venezuela entrenando y fueron torturados para que lo hicieran.

RAÚL PINEDA/CIUDAD CCS

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