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Obama no me ha desilusionado; un artículo de Jorge López Ave
No son pocas las personas que desde la izquierda albergaron esperanzas con el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Era, por otra parte, lógico, que tras la presidencia de un genocida como George W. Bush, cualquier cosa que pasara tendría que ser para mejor. Si a esos deseos le añadimos el color de la piel de Obama (con lo que eso significa en EE.UU) y su presencia de persona joven con cierto dinamismo, encanto y sonrisa fácil, el cuadro para completar una más que halagüeña expectativa, parecía perfecto. Incluso admitiendo que se trataba del típico “poli bueno” era un respiro necesario.
Los que como Obama, responden y se presentan a los electores como demócratas moderados, amigos del diálogo y alejados de la crispación, saben que tienen un plus a la hora de exigirle cumplimientos, es decir, se les perdona todo, porque la alternativa a ellos son los Bush que pululan por el planeta.
A partir de ahí comenzamos un análisis del tipo, “el presidente no es malo, pero es que está rodeado por auténticos halcones que no lo dejan”, “los poderes facticos no le permiten hacer más”, “no le informan de todo lo que acontece”, “no puede pedírsele más, es un reformista que tiene que lidiar con personajes reaccionarios”, “hay que apoyarlo para que pueda vencer a los sectores más involucionistas” “al menos algo parece que está haciendo, no es lo mismo”, etc, etc, etc. Todo parece valer para proteger su figura y, sobre todo, su política. Y de paso, manifestar nuestros miedos a volver al pasado.
Entrar en esa dinámica es admitir que la izquierda está derrotada definitivamente. Que se trata de elegir entre el “malo” o el “menos malo”, y esa amarga disyuntiva es para siempre, sin nada en el horizonte que sirva para alimentar cambios drásticos y pegarle una patada definitiva al capitalismo. Se trata, simplemente, de elegir un administrador del sistema que sea y parezca honrado, lo demás es utopía. Es el final de la Historia, como dijeron los ideólogos del sistema. Y contra esa idea tenemos que revelarnos cuantas veces podamos.
Hace unos días, un amigo que estuvo detenido en uno de los terroríficos centros de torturas a las afueras de Buenos Aires, me recordaba, en un café bonaerense, el papel del torturador malo (el que te quemaba los testículos o introducía ratas en la vagina) y el del bueno (el que te ofrecía agua o un cigarrillo). Me hablaba de cómo el desenfoque de la situación te podía llegar a destruir psicológicamente. Al torturador “bueno” se le perdonaba que te escupiera o que te pegara bofetadas, porque sabías que cuando se fuera venía el “malo”, e iba a ser peor, que con él la podías quedar (morir). Olvidar que formaban parte de la misma cosa, que tenían los papeles asignados para sacar información, era un error que el detenido no podía cometer. Y me lo ilustraba con este recuerdo: una noche los torturadores había bebido más de la cuenta y el que siempre hacía de “bueno” entró como una fiera y empezó a gritar como un loco y a meter picana y a colgar presos, al rato apareció el que hacía siempre de “malo” a ofrecer apoyo moral y golpes cariñosos en los hombros. Hubo compañeros que quedaron destruidos, que el bueno fuera el malo y viceversa, los hundió. Es como si se hubieran quedado sin dónde agarrarse.
Este ejemplo, vale para los que parecen algo desilusionados con Obama (ya que sigue apoyando las guerras imperiales en Iraq y Afganistán, coloca bases militares en Colombia, auspicia golpes de Estado en Honduras, apoya sin fisuras a Israel contra Palestina, da dinero público para salvar a la banca privada...., es decir, que se comporta como lo que es y para lo que fue elegido), pero que no quieren ni saber sobre la hipótesis de que el sistema aprieta con el “malo” y tiene luego un recambio “bueno” para soltar presión, para ejecutar políticas tan reaccionarias como el anterior, porque en el fondo (y la superficie) son lo mismo. Que hace mucho que la gente no elige nada, sino que son los dueños del mundo los que administran la dosis de acuerdo a sus necesidades y urgencias.
Que sí, que esto deja muy al margen la acción de los pueblos, que minusvalora sus luchas, y que es demasiado duro para ser admitido así, a la primera, pero no deberíamos desdeñar esta idea. No reconocer que nuestras fuerzas son escazas y menguadas, es un suicidio que no deberían permitirse ni los más optimistas. Los que, por ahora, no quieren ver que Obama es el sucesor natural de Bush para seguir dirigiendo el imperio, el presidente perfecto para que los progres del mundo respiren aliviados pensando que no es lo mismo, y el capitalismo siga adelante disfrazado de “rostro humano”.
Obama no me ha desilusionado; un artículo de Jorge López Ave
Los que como Obama, responden y se presentan a los electores como demócratas moderados, amigos del diálogo y alejados de la crispación, saben que tienen un plus a la hora de exigirle cumplimientos, es decir, se les perdona todo, porque la alternativa a ellos son los Bush que pululan por el planeta.
A partir de ahí comenzamos un análisis del tipo, “el presidente no es malo, pero es que está rodeado por auténticos halcones que no lo dejan”, “los poderes facticos no le permiten hacer más”, “no le informan de todo lo que acontece”, “no puede pedírsele más, es un reformista que tiene que lidiar con personajes reaccionarios”, “hay que apoyarlo para que pueda vencer a los sectores más involucionistas” “al menos algo parece que está haciendo, no es lo mismo”, etc, etc, etc. Todo parece valer para proteger su figura y, sobre todo, su política. Y de paso, manifestar nuestros miedos a volver al pasado.
Entrar en esa dinámica es admitir que la izquierda está derrotada definitivamente. Que se trata de elegir entre el “malo” o el “menos malo”, y esa amarga disyuntiva es para siempre, sin nada en el horizonte que sirva para alimentar cambios drásticos y pegarle una patada definitiva al capitalismo. Se trata, simplemente, de elegir un administrador del sistema que sea y parezca honrado, lo demás es utopía. Es el final de la Historia, como dijeron los ideólogos del sistema. Y contra esa idea tenemos que revelarnos cuantas veces podamos.
Hace unos días, un amigo que estuvo detenido en uno de los terroríficos centros de torturas a las afueras de Buenos Aires, me recordaba, en un café bonaerense, el papel del torturador malo (el que te quemaba los testículos o introducía ratas en la vagina) y el del bueno (el que te ofrecía agua o un cigarrillo). Me hablaba de cómo el desenfoque de la situación te podía llegar a destruir psicológicamente. Al torturador “bueno” se le perdonaba que te escupiera o que te pegara bofetadas, porque sabías que cuando se fuera venía el “malo”, e iba a ser peor, que con él la podías quedar (morir). Olvidar que formaban parte de la misma cosa, que tenían los papeles asignados para sacar información, era un error que el detenido no podía cometer. Y me lo ilustraba con este recuerdo: una noche los torturadores había bebido más de la cuenta y el que siempre hacía de “bueno” entró como una fiera y empezó a gritar como un loco y a meter picana y a colgar presos, al rato apareció el que hacía siempre de “malo” a ofrecer apoyo moral y golpes cariñosos en los hombros. Hubo compañeros que quedaron destruidos, que el bueno fuera el malo y viceversa, los hundió. Es como si se hubieran quedado sin dónde agarrarse.
Este ejemplo, vale para los que parecen algo desilusionados con Obama (ya que sigue apoyando las guerras imperiales en Iraq y Afganistán, coloca bases militares en Colombia, auspicia golpes de Estado en Honduras, apoya sin fisuras a Israel contra Palestina, da dinero público para salvar a la banca privada...., es decir, que se comporta como lo que es y para lo que fue elegido), pero que no quieren ni saber sobre la hipótesis de que el sistema aprieta con el “malo” y tiene luego un recambio “bueno” para soltar presión, para ejecutar políticas tan reaccionarias como el anterior, porque en el fondo (y la superficie) son lo mismo. Que hace mucho que la gente no elige nada, sino que son los dueños del mundo los que administran la dosis de acuerdo a sus necesidades y urgencias.
Que sí, que esto deja muy al margen la acción de los pueblos, que minusvalora sus luchas, y que es demasiado duro para ser admitido así, a la primera, pero no deberíamos desdeñar esta idea. No reconocer que nuestras fuerzas son escazas y menguadas, es un suicidio que no deberían permitirse ni los más optimistas. Los que, por ahora, no quieren ver que Obama es el sucesor natural de Bush para seguir dirigiendo el imperio, el presidente perfecto para que los progres del mundo respiren aliviados pensando que no es lo mismo, y el capitalismo siga adelante disfrazado de “rostro humano”.
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