La economía mundial atraviesa una profunda recesión, pero la Gran Depresión -con aquellas fotografías en blanco y negro que retrataban las penurias de los estadounidenses- aún queda lejos. O no tan lejos, en algunos aspectos. El paro y la contracción de la economía no son comparables a las cifras de pesadilla de los años treinta. Pero el comercio internacional está en caída libre y registrará este año la mayor contracción desde la II Guerra Mundial. El colapso de la demanda en los países más dependientes del exterior -con EE UU a la cabeza- y la sequía crediticia derivada de la crisis financiera, combinados con una incipiente escalada proteccionista, reducirán el volumen del comercio mundial un 9% este año, según la Organización Mundial de Comercio.
La OMC cifra la reducción de los intercambios en el 9% este año
Hay estimaciones más sombrías: la OCDE, que agrupa a los países anteriormente llamados industrializados, prevé una caída del 13%. Y califica ese hundimiento de "hemorragia" económica.
La situación empeora a toda velocidad. Hasta el punto de que esas dos previsiones pueden pecar de optimistas: con los últimos datos, de febrero, las exportaciones caen en torno al 20% con respecto al mismo mes de 2008 en Francia y Alemania, los países más volcados al exterior en Europa. Y se desploman en las llamadas fábricas del mundo: la exportación se hunde en China, con un retroceso del 25%, y en India, cuyas ventas al resto del mundo caen a un ritmo muy similar. En Japón el descenso roza la catástrofe, el 50% en febrero.
El comercio internacional, el gran mantra de la globalización, "está en medio de un colapso sin apenas referencias; en realidad, con un precedente: la Gran Depresión", asegura Richard Baldwin, del Graduate Institute.
Gene M. Grossman, de la Universidad de Princeton, explica que los intercambios comerciales "tienden a crecer más rápido que la riqueza mundial en tiempos de bonanza, pero también caen más deprisa en los malos tiempos". Entre 1998 y 2008, con el PIB mundial avanzando a una velocidad de crucero del 3%, el comercio se expandía a casi un 6%. Ahora puede desplomarse 10 veces más aprisa que el PIB, a juzgar por las últimas estimaciones. "La diferencia con respecto a los años treinta del siglo pasado es que la política no ha empeorado las cosas esta vez, aunque el papel del crédito sí ha sido peor", afirma Grossman.
Los últimos datos mensuales en los principales países revelan grandes retrocesos de las exportaciones e importaciones de mercancías en 2009. Pero no todo son malas noticias. La OMC destaca en su último informe que las economías emergentes en Asia pueden frenar esa tendencia. En febrero crecieron las importaciones en China (un 17%) y en otros países como Singapur y Vietnam.
De algún modo cambian las tornas: Estados Unidos -el país con mayor déficit comercial en términos absolutos- presentó ayer cifras sorprendentes, con un leve avance de las exportaciones -fruto en parte de la debilidad del dólar- y, sobre todo, una caída de las importaciones al desmoronarse la demanda de automóviles, juguetes y artículos electrónicos asiáticos. En otras palabras: lo que son malas noticias para Asia son buenas noticias para Estados Unidos.
La profunda crisis actual tiene lecturas interesantes: los países con mayores superávit comerciales -Alemania, China o Japón- empiezan a ser conscientes de que tienen que gastar para salir de la recesión porque la recuperación no va a llegar por la vía de las exportaciones, como otras veces. "Cuando todavía no se hablaba de burbuja inmobiliaria, todo el mundo pensaba que el gran problema era el desequilibrio comercial en países como EE UU o España. Lo curioso es que el estallido de esa burbuja sirva para poner orden en este capítulo", afirma Alfredo Pastor, del IESE. "Va a haber una corrección dramática porque es imposible mantener las cifras como hasta ahora", sostiene.
La última reunión del G-20, en Londres, otorgó al comercio un papel clave en la recuperación, con una inyección de 250.000 millones de dólares para reactivar los intercambios comerciales. Y emitió una advertencia clara contra las tentaciones proteccionistas, que choca contra iniciativas como el Buy American (compre americano) de la Administración estadounidense, las ayudas al motor en Alemania, Francia o España y, en definitiva, las 47 medidas proteccionistas aprobadas por los Gobiernos del G-20 en los últimos meses y denunciadas por el Banco Mundial antes de la cumbre.
"Hay una contradicción entre las declaraciones del G-20 y algunas de las decisiones que han tomado los países que lo forman; sólo con el tiempo veremos si lo de Londres fue una cumbre de hipócritas", critica Gary Hufbauer, economista del influyente think tank Peterson Institute.
Entre el enjambre de indicadores que sirven para calibrar la profundidad de la crisis hay alguno muy representativo y que sin embargo sólo usan los analistas: la evolución del tráfico marítimo que recoge el índice del Báltico, y que mide el coste de los fletes para materias primas. Ese índice se hundió un 92% -un récord más que rompe esta gran recesión- en 2008. Hay otro dato preocupante: los armadores tienen previsto dejar cerca de un millar de buques de contenedores fondeados, anclados a puerto, sin funcionar en los próximos meses. Se trata de la mayor cifra desde la crisis del petróleo. "Ahora mismo sólo puede hablarse de media Gran Depresión", asegura el economista Barry Eichengreen en un trabajo reciente. Pero datos como ésos constatan que el hundimiento del comercio en los primeros meses de la crisis "es mayor del que se registró en 1930", concluye ese informe.
elpais.com
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