¿POR QUÉ VENEZUELA?


¿Qué quieren, qué buscan los yanquis en Venezuela?

Tony Cartalucci en un reciente artículo, el motivo real de este nuevo episodio de agresión a Venezuela por parte de EEUU -jaleado por sus Estados esbirros incluido el español- radica en que el país caribeño posee las mayores reservas de petróleo del mundo, escribe nuestra colaboradora Eva Lagunero. Venezuela, que se asienta en el centro de un océano de reservas de petróleo, lleva mucho tiempo en el punto de mira del gigante norteamericano... Una razón de más para preguntarse ¿hasta cuando va durar este acoso?

Desde el pasado martes, 22 de enero, el gobierno de EEUU está intentando dar un golpe de estado en Venezuela, cuyo presidente fue recientemente reelegido en un proceso electoral limpio, como testificaron dos mil observadores internacionales que concurrieron a él, y con más porcentaje de voto del que obtuvo el propio presidente Trump o los del llamado Grupo de Lima.

El motivo alegado por el Secretario de Estado, Mike Pompeo, es que:

“El pueblo venezolano ha sufrido lo suficiente bajo la desastrosa dictadura de Nicolás Maduro”.

Esta declaración no puede sino provocar risa incontenible a quienquiera tenga un mínimo de formación política, e indignación a los millones de norteamericanos que sobreviven en unas condiciones lamentables en su propio país, por los que Pompeo no siente ninguna conmiseración, como tampoco por la multitud de personas, incluidos niños, que son destrozados por sus bombas en Yemen y tantas otras partes del mundo.

Como apunta el periodista de investigación Tony Cartalucci en un reciente artículo, el motivo real de este nuevo episodio de agresión a Venezuela por parte de EEUU -jaleado por sus Estados esbirros incluido el español- radica en que el país caribeño posee las mayores reservas de petróleo del mundo, por delante de Arabia Saudita, como certifica la propia Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC). EEUU no necesita este petróleo para surtirse de energía. Lo que necesita es asegurarse un orden internacional unipolar dirigido desde Washington. Mantener el control sobre las naciones poseedoras de grandes reservas de hidrocarburos le permite prevenir el surgimiento de un mundo multipolar liderado por los poderes ascendentes de China y Rusia. Y esto es lo que explica la enorme cantidad de tiempo, energía, dinero y recursos que EEUU ha invertido en desestabilizar y derrocar, primero, al presidente Hugo Chávez, en la intentona de 2002, y ahora a Nicolás Maduro.

Incluso medios corporativos como el británico The Independent reconocen que Washington lleva mucho tiempo interviniendo en los asuntos internos de Venezuela a través de los generosos fondos que destina a la oposición ultraderechista de este país. La propia página web del National Endowment for Democracy (NED) admite abiertamente que interfiere en todos los aspectos imaginables de la política interior venezolana. Una de las entidades receptoras de sus fondos, el frente Súmate, fue la promotora del referéndum celebrado en 2004 contra el presidente Chávez, que éste ganó, como no tuvo más remedio que reconocer el Washington Post. Este mismo medio, en un artículo de 2006, revelaba que la United States Agency for International Developement (USAID) había contratado a la empresa Development Alternatives Inc, radicada en Maryland, para administrar las subvenciones dirigidas a los grupos opositores.

La NED y otras organizaciones que actúan en paralelo -incluida la Open Society Foundation del delincuente financiero George Soros- pretenden dar un giro completo a las instituciones, el gobierno y las leyes de Venezuela, para instaurar en su lugar un régimen obediente a los dictados de Washington. Por eso, el apoyo de EEUU no se limita a crear oposición, sino que también dedica esfuerzos específicos a ayudar a líderes opositores de su elección. Un documento del Departamento de Estado de 2004, que fue filtrado, demuestra la ayuda prestada a Súmate para que la canalizara a Henrique Capriles, que, junto a Leopoldo López, hicieron de mentores de Juan Guaidó, el actual autoproclamado presidente de la República venezolana, ungido por el Sumo Pontífice Trump, a quien su Departamento de Estado ha ofrecido 20 millones de dólares.

La propia agencia Reuters ha informado que

“Pompeo ofrece 20 millones para ayudar a la gente de Venezuela, donde el colapso económico, la hiper-inflación y la escasez de alimentos y medicinas han provocado el éxodo de millones de personas”.

La naturaleza paradójica de esta supuesta ayuda es que EEUU ha causado deliberadamente esta situación, primero para desestabilizar a Chávez y después a Maduro. El Departamento del Tesoro norteamericano impuso sanciones específicas al Banco Central de Venezuela y a Petróleos de Venezuela SA, la empresa pública de petróleo y gas, con objeto de estrangular su financiación y bloquear las transferencias, mientras que EEUU y sus miembros aliados de la OPEC actuaban en concierto para rebajar el precio del petróleo, no sólo para dañar la economía de Venezuela, sino también la de otros rivales de Washington como Irán y Rusia.

Otro ejemplo de esta prolongada guerra económica es la reciente negativa del Reino Unido a entregar al gobierno venezolano -y por tanto al pueblo de Venezuela- sus reservas de oro, custodiadas en un banco de ese país, como informa The Times. Y, dentro de Venezuela, los esfuerzos de la oposición financiada por EEUU se han centrado en acaparar productos de primera necesidad para crear una escasez artificial, mientras que bandas armadas contratadas por grandes empresas y terratenientes saquean a los campesinos y las industrias subvencionadas por el Estado venezolano, para ejercer más presión sobre los precios, la oferta y la demanda.

Un artículo del Washington Post, titulado “La paradoja de Venezuela: la gente está hambrienta, pero los campesinos no pueden alimentarlos” se refiere a bandas armadas a los que tilda de simples “delincuentes”, pero remite a un artículo venezolano que da una versión más completa de los hechos. En él se describe la lucha de los campesinos por poner en explotación tierras reclamadas por ricos propietarios, que contratan mercenarios para atacar y expulsar a estos trabajadores. En otros casos, los oligarcas se las arreglan para arrancar concesiones a los tribunales con el fin de consolidar su dominio sobre los campos de cultivo que producen alimentos. El gobierno venezolano ha recurrido, con variado éxito, al control de precios y otras medidas de urgencia destinadas a combatir esta abrumadora guerra económica, que es elemento clave en la política de cambio de régimen de los EEUU, como se ha visto también en Irak, Libia, Siria, Irán, Corea del Norte y Rusia, con la excusa de unas alegadas violaciones de “derechos humanos” y amenazas a la seguridad de EEUU.

Por el contrario, naciones como Arabia Saudita, que incluso la ex-secretaria de Estado Hillary Clinton admitió que “daba apoyo financiero y logístico al ISIS y otros grupos radicales sunitas en la región”, con uno de los historiales más notables de violación de derechos humanos, han eludido no sólo las sanciones, sino incluso la más básica condena (no digamos Israel). Este patente contraste ilustra el verdadero carácter político de las sanciones de EEUU contra las naciones que no se pliegan a sus intereses. Le basta con darle una fina capa de barniz retórico para obtener la aquiescencia de la opinión pública.

Venezuela, que se asienta en el centro de un océano de reservas de petróleo, lleva mucho tiempo en el punto de mira del gigante norteamericano. Hay evidencia bien documentada de que la oposición que disputa el poder a Maduro -no la legítima que actúa en el parlamento- ha estado financiada por Washington, para beneficio de Washington, no del pueblo de Venezuela, al igual que ha hecho en los otros muchos países que ha invadido y destruido, o los que está intentando invadir y destruir. Venezuela no es una excepción. El gobierno venezolano puede haber cometido errores, pero la amenaza actual que pesa sobre él se debe claramente a la acción imperialista de EEUU. Sólo exponiendo y revirtiendo la injerencia estadounidense, puede cambiar la suerte de Venezuela.

Fuente:
Tony Cartalucci, “US Regime Change in Venezuela: The Documented Evidence”, 25 enero 2019:
https://landdestroyer.blogspot.com/2019/01/us-regime-change-in-venezuela.html

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