Como si se tratara de una piedra que intenta desgastar, la derecha golpea y golpea sin pausa. Si un ataque no da los resultados esperados, entonces intenta otro. Nunca se sabe exactamente por dónde vendrá el nuevo cross, si golpeará en el estómago, la cara, por la espalda o en el tobillo. Que llegará es seguro, lo ha demostrado la dinámica política de los últimos años.
Estamos en medio de uno de esos momentos donde el impacto está en pleno desarrollo. El epicentro es el ataque sobre la moneda: el dólar ilegal paralelo pasó de 1.400 bolívares a 4.500 en un mes -500 puntos sólo miércoles 30 de noviembre-. Aumenta día tras día, hora tras hora, como una carrera criminal que tiene a millones atentos sobre los nuevos números -es conversación de supermercado- y las implicancias que eso tendrá en la vida de todos, en particular de los más humildes. Ese dólar, odiado por la mayoría, es el marcador en los hechos de los precios de los bienes y servicios.
La implicancia del ataque es múltiple, como un efecto dominó: disminuye el poder adquisitivo de la gente -de los ricos no, ellos viven en dólares- y las compras se hacen sobre los productos más necesarios, al bajar el consumo baja la producción en aquellos rubros que nos son prioritarios, las pequeñas y medianas empresas tienen dificultad para cubrir los costos fijos, y cuando eso pasa, se sabe, vienen los despidos. Atacar la moneda en esa escala es desencadenar una inundación.
Y atacar la moneda nacional, quitarle la comida, los medicamentos y los productos de higiene a la gente, es lo que más sabe hacer la derecha en esta guerra no convencional: su método de desgaste revela la clase de enemigo al cual se enfrenta el proceso revolucionario.
Porque en las oleadas de ataques, la derecha suele equivocarse de tal manera cuando expone sus intenciones, que el chavismo se fortalece. Así pasó con el reciente intento de Golpe de Estado: el balance final fue un cerrar de filas al interior del movimiento bolivariano y una pelea a disparo público entre los dirigentes opositores. La fuerza de la contrarrevolución se encuentra en la cobardía, el anonimato, la batalla desde las sombras, sin nombre, sin rostro, sin hacerse cargo de los muertos, los precios y el odio. Ese es su mejor golpe para erosionar la piedra.
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¿Cómo se hace para inflar artificialmente un dólar ilegal de esa manera? El sistema es el siguiente: el Banco de la República de Colombia permite que existan dos cambios de peso/bolívar en el país, el que dicta el ente como tal, y el que marcan las casas de cambio en la frontera. En otras palabras, desde la frontera establecen el precio de la moneda venezolana en Colombia. Ese es el origen del asunto, el nudo número uno, desde donde se le da ficción comercial sobre la cual se calcula el dólar ilegal. El segundo paso es: en base a la tasación de esas casas de frontera, una página web -Dólar Today- calcula cuál es el precio del bolívar respecto al dólar. Es decir que la cotización no depende de la oferta y demanda de dólares en Venezuela, sino de una fijación arbitraria, organizada dentro del plan de desestabilización internacional.
¿Quién está detrás de las casas de cambio y la página? En el primer caso, mafias vinculadas al expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, sus antiguos paramilitares reconvertidos en contrabandistas de alimentos, gasolina, medicamentos, y tenedores de las casas. En el segundo caso, la operación es controlada desde los Estados Unidos por venezolanos golpistas y redes imperialistas.
El precio que marca Dólar Today es el que es utilizado por los comerciantes venezolanos y eso también es un engaño. Porque el mercado del dólar ilegal paralelo solo representa el 10% de las divisas circulante, los demás dólares son aportados por el Estado -centralmente del petróleo- y en su mayoría, el 90% a 10 bolívares por cada dólar. Es falso que los importadores tengan que comprar los dólares en el mercado paralelo -a 4.500 bolívares- para traer las mercancías e insumos para producir lo poco que producen. Es verdad en cambio que el negocio es comprar dólares del Estado a 10 bolívares, sobrefacturar desde el origen, e introducir en el mercado a dólar ilegal, obligar a los pequeños y medianos empresarios a seguir el ritmo, generar un aumento de precios en casi todos los rubros. Un negocio que da resultados dando en moneda nacional como extranjera.
No se trata de economía sino de estricta política. Es la forma bajo la cual logran desgastar la piedra, quebrar los ánimos, desgranar al chavismo desde abajo. El problema es que la experiencia histórica indica que el dólar y sus consecuencias irán en ascenso: en cada escenario electoral se ha intentado disparar el dólar, lo que demuestra que es planificado. Y lo que viene en Venezuela son justamente elecciones.
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Hay un problema de impotencia, de no poder hacer. Porque la manera de combatir esta escalada es a través de políticas de Estado, medidas de la dirección política de la revolución. El amplio tejido de organización popular y movimientos sociales puede acompañar, radicalizar, proponer y etc., pero no tiene la capacidad de tomar decisiones macroeconómicas. Su capacidad de influencia, de poder, es limitada. Dependemos de medidas de la alta esfera.
¿Cuáles? La principal, planteada en varios análisis, es la de cortar una de las raíces principales. Ya que, por lo visto, el Gobierno de Colombia no derogará la resolución que habilita legalmente las casas de cambio de frontera, el Banco Central de Venezuela puede eliminar el convenio con el Banco de la República de Colombia que permite la libre convertibilidad del bolívar y el peso en la frontera: sería necesario, para cambiar moneda venezolana por colombiana y viceversa, pasar por una tercera moneda, en este caso el dólar. Eso quitaría la posibilidad de destruir el bolívar desde la frontera, base de la arquitectura del dólar criminal. Tal vez el monstruo de mil cabezas que es la guerra económica lograría emerger por otro lado, pero pelearíamos con todas las armas que tenemos. Hoy la dirigencia denuncia la criminalidad del ataque, no parece disparar sobre la raíz.
La situación preocupa. Día a día el dólar sube, y el anuncio de una hiperinflación inducida está rondando. Los comerciantes remarcan precios en permanencia, el poder del Estado no se siente en fiscalizaciones, clausuras, sino que la impunidad de la especulación y la híper-ganancia es la realidad para millones. Esa es la mejor arma de la derecha para las elecciones. ¿Cuántos rounds más podremos aguantar contra las cuerdas? Como decía el cantor Alí Primera: “Hay que espantar al perro antes de que eche la meada”.
lahaine.org
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