Volaba de regreso desde el estado español (en donde estuve en una conferencia) justo cuando se dieron a conocer los resultados de las segundas elecciones generales españolas de este año. El conservador Partido Popular mejoró su número de escaños, mientras que la oposición socialista logró terminar en segundo lugar, por delante de la coalición de izquierdas de Podemos-IU. La participación fue de algo menos del 70%, uno de los porcentajes más bajos en el período post-democrático. Se esperaba que Podemos podría quedar en segundo lugar, pero pareciera que el movimiento hacia la izquierda se desvaneció en el último minuto. Sin embargo, el PP no puede formar un gobierno de mayoría a menos que Rajoy reciba el respaldo tanto del partido pro-mercado y pro-UE, Ciudadanos (el cual perdió terreno), como de los socialistas. En la última ocasión, estos se negaron a dárselo.
Pero la última vez, los socialistas también se negaron a unirse a Podemos para formar un gobierno de izquierda, ya que esto hubiera significado una confrontación con la UE sobre el déficit de gasto y sobre el presupuesto público, hubiera alentado el separatismo en Cataluña y el País Vasco y también podría haber significado que podrían ser absorvidos por Podemos. Por lo tanto, nos encontramos ante un nuevo estancamiento político. El resultado más probable es que el presidente Rajoy forme un gobierno en minoría con el apoyo tácito de Ciudadanos y de los socialistas por un período determinado y en base a determinadas condiciones. La incertidumbre en la política española puede que no sea parecida a la de Gran Bretaña después de la votación por el Brexit, pero es importante.
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