No es casual que PP, PSOE y Ciudadanos hayan metido en la campaña electoral a Venezuela. Este país es objeto desde hace tiempo de una campaña mediática sin precedentes. Lo mismo que se ha intentado machacona y artificialmente vincular a Podemos con el país sudamericano.
Las visitas de Felipe González y Zapatero a Caracas, el programado viaje del correveidile, Albert Rivera, la decisión del Gobierno de Rajoy de conceder la nacionalidad a la hermana de Leopoldo López, el cobijo que las tres formaciones han dado a esa familia particularmente y al sector opositor venezolano, que hoy controla el poder legislativo del país; la manifestación que ha tenido lugar, este domingo, en Madrid, muy escasa, pero muy mediática, dirigida por líderes de PP y Ciudadanos, acompañados por el padre del opositor venezolano encarcelado, Leopoldo López…
Nada de todo eso es fruto de una repentina reacción de solidaridad, o de un deseo fervoroso de llevar la democracia a otro país. Hay intereses, muy grandes, en clave estrictamente española, que persiguen dañar la imagen de Podemos y evitar que el cambio real se produzca en el Estado español.
Porque es muy sospechoso que la derecha y el PSOE no sientan interés por la situación política en Marruecos, que no visiten Tinduf, que no se preocupen por los presos políticos, torturados y encarcelados en el Reino Alauita.
Como lo es que callen ante la revolución en puertas en el país vecino de Francia, donde millones de personas vienen protestando contra las políticas neoliberales del socialista Francois Hollande, sufriendo una enorme represión policial.
Y por poner ejemplos que dan solidez a la sospecha, podríamos citar la situación de los ciudadanos en países como Chile, Paraguay, Honduras, Colombia, México…, donde habita la violencia que se traduce en desapariciones forzosas, crímenes impunes, secuestros y asesinatos de políticos, estudiantes, activistas sociales y periodistas…; o Brasil, donde se ha perpetrado un golpe de Estado a un Gobierno legítimo elegido democráticamente.
No, la situación en Venezuela, por mucho que nos la vendan como una dictadura donde hay presos políticos y ausencia de libertad de prensa, no es en absoluto real y nada tiene que ver con otros países de la región.
En la patria de Bolívar y Chávez, hay grandes medios nacionales y extranjeros que cada día difaman a la Revolución Bolivariana, en pleno ejercicio de su libertad de expresión. Son, en gran medida, los que han hecho posible que la oposición ganara las elecciones a la Asamblea Nacional, el poder legislativo del país.
La gran patronal es la causante de la escasez de productos, en un contexto de guerra económica auspiciada por los Estados Unidos, como ha recogido el rotativo ‘The Washington Post’, periódico que también se ha hecho eco de una posible intervención militar en el país bolivariano.
Leopoldo López no es un preso político, porque no está preso por sus ideas políticas, fue condenado por fomentar la violencia callejera que costó la vida a más de 40 personas. En el juicio, abierto a la prensa internacional, las pruebas en su contra fueron incontestables.
Desde 1998, el chavismo ha ganado todas las sucesivas elecciones presidenciales, referendo constituyentes, regionales, y legislativas, a excepción de la última ya citada, incluso un revocatorio al que el propio Chávez se sometió voluntariamente, opción democrática que, por cierto, no existe en muchos países del occidente desarrollado. Todas las elecciones han estado vigiladas, controladas y auditadas por organismos internacionales, siendo así que las elecciones en Venezuela han sido las más transparentes del mundo.
La oposición ha ganado igualmente en varios Estados y municipios, incluyendo Caracas.
Venezuela es, por tanto, aunque no se quiera interesadamente reconocer, una democracia que podría dar lecciones a muchos países, incluyendo a algún que otro europeo. Y también dispone de una herencia enorme de corrupción y violencia que no han sabido gestionar con eficacia. Pero no es una dictadura.
Ahora, los de la ley Mordaza, las reformas laborales, la corrupción y el neoliberalismo, los del Ibex35, enfocan sus soflamas, por intereses propios, al Gobierno de Nicolás Maduro, salido de las urnas.
Ese ir a tierras lejanas les viene muy bien, para que los medios no hablen en España del desempleo, del trabajo precario, de la corrupción sistémica, de los desahucios, la pobreza energética, la desigualdad, la pobreza….
Y de paso, también sirve para quitar votos a una formación que ha emergido del pueblo, y que es la única opción real de cambio para devolver a la gente las instituciones y la democracia. Porque se sigue, inmoral e indecentemente, asociando su existencia a Venezuela, la Venezuela subjetiva fabricada en los laboratorios de marketing de una gran potencia y proyectada al mundo a través de los grandes medios.
La campaña electoral para el 26J va a estar llena de este tipo de inmundicias, sobre todo, porque las encuestas de las que disponen los poderes económicos asoman la probabilidad de un cambio a favor de los intereses populares, antagónicos con las grandes empresas con cuentas en paraísos fiscales, multinacionales, grandes bancos…, la minoría privilegiada que no se presenta a las elecciones pero que sí se inmiscuyen e influyen en ellas.
Los ciudadanos españoles van a estar sometidos a una propaganda parecida a la que sufrió la izquierda en la transición, acaso más despiadada. Ya no funciona lo de “vienen los comunistas”, ahora, toca Venezuela.
Por eso, la reflexión y el análisis para discernir lo que es cierto de lo que no lo es, la manipulación de la verdad, es esencial. Nos jugamos tener o más de lo mismo, o un cambio de progreso que abra las puertas cerradas a nuestros jóvenes, a nuestros pensionistas, a las familias, a la mayoría de la población que sufre aún las recetas neoliberales.
-elcomunista.net
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