Si lo que vive el pueblo venezolano en este instante lo sufriera el pueblo colombiano, el chispero ya se habría encendido. El pueblo venezolano es rebelde y libertario pero no es violento. Históricamente las guerras y rebeliones han sido de corto vuelo y de resolución rápida. Siempre el ejército, desde las épocas de la independencia de España, ha definido impases graves y puntos cruciales como los que vive hoy la hermana república bolivariana. Es una crisis política, económica y de liderazgo ético. Su resolución será “anormal”.
Desde el 6 de diciembre se preveía lo que hoy ocurre. La oposición en cabeza de la MUD iba a impulsar la ley de amnistía y a aprobar algunas leyes que serían vetadas por el gobierno. Finalmente, impulsaría el referendo revocatorio. El gobierno, ya antes de que se posesionara la nueva Asamblea Nacional la había maniatado, colocando fichas “chavistas” en el Tribunal Superior de Justicia para anular o bloquear –vía sala constitucional– cualquier iniciativa del poder legislativo. El camino institucional para revocar el mandato de Maduro no es fácil ni viable. “A las buenas no me van a sacar” dice el presidente.
Incluso, Maduro ya ha anunciado la posibilidad de cerrar dicho organismo de representación electoral. Dijo: “El tiempo de la asamblea nacional está agotado”. Todo hace pensar que el gobierno está decidido a obligar a la oposición a lanzarse a las calles, declarar la conmoción nacional e ilegalizar a los partidos y líderes “golpistas”. Así lo dejan ver todas sus expresiones y los decretos de emergencia económica recientemente aprobados. “La defensa de la patria” está por encima de cualquier consideración democrática. ¡Es un ataque imperial!
Para un analista que no conozca la idiosincrasia venezolana y que no haya seguido de cerca los movimientos de las clases y sectores de clase, la inminencia de una guerra civil es inmediata. A ello se agregan las actuaciones de Obama con su resolución que declara al gobierno chavista como un peligro para la seguridad nacional estadounidense. Y mucho más le suma dramatismo, el llamado desesperado de Uribe desde Miami, pidiendo la intervención militar extranjera, que es reflejo de lo que a él le ocurre con el proceso de paz en Colombia.
Pero desde hace varios años lo que se mueve por debajo de la superficie de la contradicción entre “derecha” e “izquierda” en Venezuela son los intereses de una burguesía emergente que hoy es la principal fuerza económica interna dentro del país, y que está representada tanto dentro del gobierno (camuflada de “chavista fiel”), como por fuera del gobierno (pintada de “chavista crítica o inconforme”) y contra el gobierno o sea dentro de la MUD (declarada “antichavista pero bolivariana”). Esas tres fracciones de una misma clase social, inevitablemente se están juntando en torno a la salida negociada y a la paz. Es inevitable.
Sin embargo no se van a afanar. Saben que si se llega a límites violentos, la fuerza armada va a intervenir pero que, para lograr que la base castrense –con fuerte influencia chavista mítico-nacionalista– mantenga la disciplina y apoye un golpe militar temporal y de transición, dicha acción tiene que tener un carácter nítidamente “bolivariano”. E inmediatamente se destituya al presidente (cualquiera que haya sobrevivido), deberá convocar a elecciones en el marco de la Constitución actual.
Por ello, esa coalición político-económica que se teje paulatinamente, preparara desde ahora un candidato presidencial que pueda competirle a los herederos de Diosdado-Maduro, por un lado, y a los seguidores de Ramos Allup-Leopoldo López, por otro. Esa tercería, que representa y lucha por los intereses de la burguesía emergente, que no son otros que los de mantener el control sobre la Renta Petrolera, la burocracia y el ejército, ya está en construcción. Tratarán de presentar su proyecto como democrático, patriótico, popular, ciudadano, y podrán jalonar a sectores de los trabajadores (que están dispersos y confundidos), pero su carácter de clase es claro. Es una burguesía igual de parasitaria a la tradicional pero tendrá que idear salidas muy creativas para no fracasar en el intento.
Y claro, tácticamente les interesa el enfrentamiento violento y el desgaste político de las dos fracciones rivales. Esa burguesía emergente no dudará en conversar y obtener el aval simultáneo de EE.UU., Cuba, China y Rusia. Ya han aprendido y saben que no pueden desmontar de un momento para otro los avances sociales de la revolución independentista que encabezó Chávez. No pueden ser tan torpes como Macri o Peñalosa (actual alcalde de Bogotá), porque ello significaría retar a las bases populares –que “chavistas” o no–, van a reaccionar organizadamente en defensa de sus intereses.
Es una desgracia que los liderazgos nítidamente populares no estén claros, unificados y preparados. Pero, de todas maneras esa tercería es menos peor que el caos “cabellista-madurista” o que la entrega plena y unilateral al imperio estadounidense. En últimas, puede abrir un espacio de resistencia y repotenciación de la verdadera lucha revolucionaria. Eso esperamos.
-rebelión.org
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