En un articulo reciente, comentaba las distintas propuestas reclamando un gobierno de coalición o un "gran acuerdo nacional" para "salir de la crisis" y su fundamento de posibilidad: la existencia de "partidos sistémicos"(garantes del sistema) organizados en torno al bipartidismo político, piedra angular del mecanismo de control y de dominio que ejercen los poderes económicos sobre la soberanía popular.
Quisiera partir de varias premisas que aunque sabidas, teorizadas y hasta comúnmente reconocidas no acaban de convertirse en política, es decir, no se traducen en propuesta, estrategia y sobre todo en una práctica sustancialmente distinta. Una es claramente percibida: la sumisión del poder político a los poderes económicos. Estamos ante un "golpe de Estado permanente" ejercido por la oligarquía financiera. Otra importante sería que el entramado institucional y jurídico del país está en la práctica suspendido, la Constitución del 78 es ya meramente semántica y solo regula aquello que a los poderes de hecho necesita imponer. El pacto social (tan limitado y militarmente condicionado) lo han roto los poderosos para liquidar el Estado social y los derechos fundamentales de las personas. Todo esto es posible porque la clase política esta sometida a el capital financiero y mediático y acepta sin rechistar sus dictados. El bipartidismo es el modo en que se organiza el poder político para que manden aquellos que nunca se presenta a las elecciones. Y en resumen, que este capitalismo es incompatible con los derechos sociales fundamentales de las personas.
Es importante saber que el pasado no volverá y cualquier proceso de democratización social y política exigirá un cambio de Régimen Político. La utopía que va quedando (superada ya la del capitalismo popular "a la española" que comenzó con Franco) es la del carácter temporal de ajuste: hay apretarse el cinturón unos años y después volveremos a los años a la década prodigiosa, se piensa. Eso no va a ocurrir. Las clases dominantes están aprovechando esta crisis (la "doctrina del shock") para liquidar los derechos y conquistas históricas de los trabajadores después de dos guerras mundiales, crueles dictaduras y luchas sin cuartel contra los "comunes y corrientes" que dejaron enormes sufrimientos humanos: muerte tortura, humillación, imposibles de enumerar.
Todo aquellas conquistas están siendo sistemáticamente destruidas. Estamos ante la planificación consciente de una enorme catástrofe social.
Lo que pretenden las clases dominantes es cambiar a fondo el modelo social, mercantilizar el conjunto de las relaciones humanas, desposeer a las personas de sus derechos para "crear" seres sin vínculos sociales, desarraigados y sumisos a los señores del capital y la guerra . Para ello necesitan incrementar radicalmente la tasa de ganancia en un ajuste permanente sobre le salario directo, el indirecto (prestaciones sociales)y el diferido (pensiones). La lucha de clases es siempre una relación de poder; para su "salida a la crisis" necesitan derrotar a las clases trabajadoras. A ello dedicaron y dedican sus mayores esfuerzos.
No queda demasiado margen para la maniobra y las duda. Frenar la ofensiva de los poderosos y defender los derechos sociales y políticos pasa aquí y ahora por construir un bloque histórico-social capaz de impulsar un proyecto democrático, republicano y federalista. En el centro la necesidad de una constituyente, de un proceso de movilización social y de hegemonía popular, que permita definir colectivamente un nuevo marco político-institucional, nuevas reglas y un nuevo orden económico-social. En definitiva, una asamblea constituyente que elabore una constitución-programa-proyecto, autentica "hoja de ruta"para la transformación de la sociedad, del Estado y de de nuestra inserción en Europa.
Esa Constitución-programa-proyecto sería (auto) instituyente en un doble sentido: constituye una comunidad (ideal) de hombres y mujeres libres e iguales y define un plan colectivo de futuro. La Res pública surgiría así como expresión del poder constituyente de la ciudadanía, esa es la clave. Imprescindible para ello, son unos ciudadanos y unas ciudadanas movilizadas, conscientes de su fuerza y capaces de autogobernarse.
Los ejes de una propuesta constituyente e instituyente, en el sentido de constructora de poder ciudadano e instrumento de autonomía colectiva, podrían organizarse en torno a principios, normas y valores que garanticen: (a) soberanía popular como fundamento del poder constituyente del pueblo, originario, permanente y no delegable; (b) subordinación de la economía a las necesidades de las personas y a los requerimientos de una relación armoniosa con la naturaleza; (c) democracia económica, social y cultural que asuma el conflicto, estructural y permanente, entre las necesidades básicas de las personas y el modo de producir y vivir del capitalismo; (d) derechos sociales para todas y todos como prestaciones exigibles y garantizados por los poderes públicos; e) equidad entre los géneros (f) la paz como fundamento desde una oposición resuelta a cualquier forma de imperialismo, de militarización de las relaciones internacionales y de presencia de bases extranjeras; (g) federalismo político y reconocimiento del derecho a la libre autodeterminación.
Seguramente propuestas como estas serán tachadas de utópicas cuando no de desestabilizadoras. Sin embargo mi convicción más profunda es que solo el protagonismo popular hará posible que la involución social no se acabe convirtiendo en fascismo en cualquiera de sus acepciones viejas o nuevas y lo quimérico sería pensar que nuestros derechos y libertades se pueden defender sin democratizar sustancialmente la economía, la sociedad y el poder político. Una cosa a no olvidar: la partida se gana o se pierde en el imaginario y la consciencia de las clases subalternas y eso esta por decidir.
Fuente: Rebelion.
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