El subconsciente, ya se sabe, es un enemigo difícil de doblegar por su inaccesibilidad. Y ayer lo acreditó la presidenta argentina.
Cristina Fernández, con su proverbial facundia, y como saliendo de su yo más profundo, soltó una perla: "Nos sometieron" -refiriéndose a Telefónica- "a un apagón. Espero que actúen prontamente". Esas mismas palabras pronunciadas por cualquier dirigente político de un país europeo hubieran sonado a una vulgar baladronada para meter presión a una compañía privada, pero articuladas con voz cristalina durante un acto de fervor patriótico -justo en el momento en que se anunciaba la expropiación del 51% de Repsol YPF-, suenan a todo menos a fanfarronada. Son una amenaza real para Telefónica, y, quién sabe, para otras compañías españolas que operan en el mercado de las utilities.
Entre otras cosas porque el asalto a la participación argentina de la petrolera española se ha hecho con bisturí. Incluso con cierta 'maldad', como asegura alguien que conoce bien las procelosas aguas de la política argentina.
En realidad, lo que expropia el Estado argentino es la práctica totalidad de la parte española (el 56% que obra en manos de Repsol), mientras que la 'cuota' argentina -el 25% de la familia Eskenazi- permanece intacta. Igualmente, la parte de YPF que cotiza en Bolsa -en su mayor parte en poder de los fondos de inversión estadounidenses- queda a salvo de la expropiación.
¿Qué significa esto? Pues básicamente dos cosas. Primero que el valor de la participación de la petrolera española ha caído en picado y se calculará sobre un justiprecio a la baja que realizará un tribunal de tasaciones local. Pero por otro, CFK -la presidenta argentina- proyecta al mundo la falsa imagen de que YPF continuará siendo una compañía de capital mixto (público y privado), lo que permitirá a su Gobierno acreditar ante los gobiernos extranjeros que no se trata de una nacionalización pura y dura -algo que hoy está muy mal visto en el G-20- sino simplemente de una expropiación parcial por razones de interés público. Y el hecho de que Argentina tenga que importar crudo es, sin duda, un argumento de peso.
De paso, y con esta jugada, se abre la puerta a que entren en el accionariado de YPF nuevos jugadores. Por ejemplo, la china CNOOC o, incluso el gigante norteamericano Exxon Mobil. En el primer caso, lo que le interesa a China es tener acceso privilegiado a los ricos yacimientos de crudo para atender su inmensa demanda de hidrocarburos.
En el segundo caso, la entrada de Exxon puede tener que ver con su interés por extraer el crudo mediante una tecnología que ha desarrollado y que actúa sobre la roca madre -donde originariamente se forma el petróleo antes de desplazarse hacia otras zonas donde se acumula-, y que Repsol no ha puesto en marcha por su elevado coste.
'Siempre he sido peronista'
Hay quien dice, incluso, que el asalto a Repsol se precipitó hace tres o cuatro meses, cuando en el marco de una visita oficial a EEUU, la presidenta argentina acudió a una reunión con empresarios de ambos países. En el almuerzo, el presidente de Exxon felicitó a CFK por ser la presidenta de un país instalado sobre un océano de petróleo, pero ésta, un tanto resignada, le dijo que si bien eso era cierto, los altos costes de extracción hacían inviables perforaciones masivas al tratarse de un yacimiento no convencional.
Fue entonces cuando el presidente de la petrolera estadounidense mostró su sorpresa. No sólo por la respuesta de la presidenta argentina, sino también porque Repsol no le hubiera dicho que la extracción era rentable. Fernández volvió a Buenos Aires enrabietada y puso en marcha la maquinaria política que ha desembocado en la expropiación. El objetivo: gestionar yacimientos que algunos estudios han valorado entre 220.000 y 240.000 millones de euros.
Según algunas fuentes, el petróleo de Vaca Muerta, el principal yacimiento, se puede extraer a 25 dólares barril, casi cinco veces menos que lo que cuesta actualmente en los mercados internacionales. Pero claro, siempre que se inviertan grandes cantidades de dinero que hoy no tiene Argentina, lo que puede precipitar los acontecimientos en medio del invierno austral. Como vaticina un experto, será en ese momento, y cuando el déficit energético sea más evidente, cuando se pondrá en marcha la segunda fase de la operación, que no es otra que facilitar la entrada de China o de EEUU. O incluso las dos partes al unísono, lo que dejaría a Repsol a la luna de Valencia. Ayer la prensa argentina especulaba, incluso, con que la brasileña Petrobras entre el accionariado.
Nuevos socios
El decreto de expropiaciòn no deja lugar a dudas sobre las manos libres que tendrá ahora el Gobierno argentino para negociar con nuevos aliados. El artículo 17 aclara que YPF acudirá a fuentes de financiación "internas y externas". Pero también a la concertación de asociaciones "estratégicas, uniones transitorias de empresas, y todo tipo de acuerdos con otras empresas públicas, privadas o mixtas, nacionales o extranjeras". ¿A costa de quién? Pues a costa de la participación del grupo Petersen (Eskenazi), el 'colaborador necesario' que encontró en su día Néstor Kirchner para 'argentinizar' una parte de YPF tras la privatización total.
Impulso y determinación política no le va a faltar a CFK. El hecho de que la presidenta argentina haya encargado al economista Axel Kicillof la tarea de llevar las riendas en la nueva YPF (como ya hizo en Aerolíneas Argentinas) garantiza que la cosa va en serio. Repsol tuvo la oportunidad de reducir su participación -en línea con el modelo Petrobras-, pero jugó al todo o nada, apoyada por el Gobierno español, y al final ha perdido.
La expropiación no es una aventura empresarial, sino que forma parte de un movimiento más ambicioso que tiene que ver con el resurgimiento del nacionalismo económico. No son gratuitas, en este sentido, las palabras de Fernández -cobijada tras un retrato de Evita Perón- en la que reivindicó la figura del expresidente Hipólito Yrigoyen, quien puso en 1922 en manos de un general con dotes de mando la dirección general de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Ahora los generales proceden de la Universidad de Buenos Aires. Y la ejecutora se llama Cristina Fernández.
Fuente: elconfidencial.com
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