- Hace unos días en La Habana tuve el privilegio de escuchar a Fidel recordando los principios que han sostenido a la revolución cubana durante cinco décadas contra el acoso de los EEUU y de sus socios europeos: los valores éticos, el internacionalismo humanitario, la defensa de los derechos humanos. “Estamos en contra de todos los crímenes y todas las formas de represión”, dijo el Comandante. “Hemos resistido porque tenemos fundamentos morales; un gobierno corrupto y represor no habría durado nada”; y a continuación recordó que en la lucha mediática los anti-imperialistas debíamos fajarnos “con la verdad en la mano”.
Apoyándome en sus palabras, me atreví a intervenir para hacer un doble llamamiento a los intelectuales que participaban en este encuentro con el líder cubano: el de escuchar con más atención y compromiso a los pueblos árabes en sus demandas de libertad y el de extremar el rigor en la denuncia de las manipulaciones de los medios hegemónicos. Parafraseando al filósofo Pascal, insistía yo en que estos medios son tanto más mentirosos cuanto que no mienten siempre, lo que convierte el trabajo de deconstrucción anti-imperialista en una labor tan sutil y minuciosa como lo es la de la construcción imperialista. El peligro de no comprender la formidable sutileza de los medios (ni sus gruesas inercias de promiscuidad desnudamente comercial) es el de acabar creyendo que la verdad se alcanzaría mediante la pura inversión mecánica de las noticias publicadas en la prensa convencional, simplificación que puede llevar muy fácilmente a delirios igualmente intoxicadores, como lo son, por ejemplo, los que pretenden -según he escuchado o leído en los medios llamados alternativos- que la OTAN habría arrojado “una bomba atómica de baja intensidad” en Beni Walid, matando en pocos minutos “a todos los miembros de la tribu Warfala”, o que 12000 soldados estadounidenses estarían “controlando los pozos y las ciudades de Libia”.
Un prejuicio largamente asentado en la experiencia me lleva a desconfiar de TVE. Pero me inquieta, y mucho, que no podamos encontrar otra manera de denunciar su tendenciosidad que recurriendo al mismo expediente tendencioso. Este es el caso, por ejemplo, de un comunicado difundido por la Plataforma “No a la guerra imperialista” (y reproducido en la sección Mentiras y Medios de Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php...) en el que se analiza un documental sobre Siria que la televisión pública española emitió el sábado 4 de febrero. No he visto el programa en cuestión y doy por supuesta la doble y mala intención de sus responsables, pero lamentablemente del comunicado de denuncia lo único que se puede deducir es la falta de rigor de los denunciantes mismos, los cuales incurren, una por una, en todas las manipulaciones que reprochan al antagonista.
Veamos. El comunicado, tras anunciar su propósito de poner al descubierto la “tendenciosidad” del reportaje, afirma como primera prueba que en él “se daba por supuesta la naturaleza antidemocrática del Gobierno sirio”. En esa suposición es difícil localizar otra cosa que una “tendencia” a decir la verdad; y en la denuncia otra cosa que una “tendencia” a ocultarla. Es una de las manipulaciones más frecuentes y más burdas utilizadas por nuestros medios hegemónicos y no deberíamos usarla nunca nosotros, por muy justa que nos parezca la causa. Si “acusamos” a alguien de sostener que la nieve es blanca generamos la ilusión de que no lo es. ¿Es honesto sugerir que el régimen de Bachar Al-Assad es democrático? ¿Nos conviene por algún motivo negar que es tan dictatorial, y por los mismos motivos, como lo fue el de Pinochet en Chile, el de Marcos en Filipinas o el de los Somoza en Nicaragua? No es honesto y no creo que nos convenga. Y sin embargo, es ese modelo de manipulación el que desarrolla sistemáticamente el comunicado. Rechaza como un escandaloso disparate -y un disparate aceptado como tal por todos- la descripción minuciosa, rigurosa, precisa, de la dictadura siria: TVE, dice, pretende “homologar al sistema político sirio con Monarquías o Dictaduras hereditarias o de partido único, impuestas mediante el miedo y la represión, y a partir de una ideología oficial de corte totalitario”. Pero es que eso es exactamente así. Bachar Al-Assad, actual presidente, heredó el cargo de su padre Hafez Al-Assad, militar del partido Baaz, quien alcanzó el poder en 1970 mediante un golpe de Estado. La constitución de 1973, por otro lado, consagra al partido Baaz como fuerza hegemónica indiscutible del país y, si es verdad que existen otros seis partidos legales, todos ellos forman parte del Frente Nacional Progresista, del que es presidente el propio Bachar Al-Assad, al que compete también nombrar los ministros, elegir a los jueces y dirigir el ejército. “Totalitario” es una palabra que no me gusta, pero si tiene que ver con la centralización total del poder, es difícil imaginar un poder más totalitario en el mundo que el del régimen sirio (sólo comparable, en efecto, a las teocracias del Golfo). En cuanto al “miedo y la represión”, también en este sentido la dictadura siria puede describirse como un sistema “totalitario”; en él un aparato policial omnipresente -con los tentáculos oscuros de los mukhabarat y los shabiha incrustados en el corazón mismo de la vida social- garantiza desde hace cuarenta años, mediante la represión y la tortura, la reproducción en el poder de unas cuantas familias que en los últimos años han liberalizado la economía en perjuicio de sectores cada vez más amplios de la población. Sobre la naturaleza del régimen sirio y las causas económicas, sociales y políticas de la revuelta popular se puede encontrar abundante y rigurosa documentación en la página en árabe e inglés de Jadaliyya (http://syria.jadaliyya.com/pages/index); en relación con la tortura, si no nos fiamos de la ONU o de Amnistía Internacional, a los que citamos en cambio para España o para la Libia post-Gadafi sin empacho, acudamos a nuestros propios medios, que han denunciado a menudo las llamadas “entregas extraordinarias” de la CIA a terceros países, entre ellos la Siria de Al-Assad, donde presuntos miembros de Al-Qaeda han sido sometidos a torturas durante años. El caso angustioso del inocente Maher Arar lo contaba, por ejemplo, Democracy Now en noviembre del año 2009 (http://www.democracynow.org/es/blog...).
El comunicado de “No a la guerra imperialista” (consigna a la que hay que sumarse sin ambigüedades) recurre a continuación a otro típico procedimiento manipulador: el de denunciar el silencio sobre cosas que no existen y que cobrarían existencia así a la sombra de esta denuncia. TVE -dice el comunicado- no hace “ninguna referencia a las elecciones presidenciales por las cuales ha sido elegido el actual Presidente sirio, ninguna referencia a la libertad de prensa, o al laicismo en la educación y demás esferas de la vida pública, ninguna referencia a la igualdad entre hombres y mujeres en la legislación siria, o a la constitución de una Asamblea Popular con representación multipartidista”. Tampoco hace referencia -añado yo- a la existencia de caballos voladores ni de volcanes de chantilly. Seamos serios. No podemos denunciar la hipocresía de TVE, que no dice nada de Arabia Saudí y de Qatar, e incurrir en el mismo doble rasero olvidando, por ejemplo, los casos de Túnez y Egipto. Del “multipartidismo” en Siria ya hemos hablado, pero conviene recordar que también Ben Ali y Moubarak cooptaron o consintieron otros partidos (algunos de ellos incluso “socialistas”) sin que nadie haya dudado por ello de la “naturaleza antidemocrática” de sus regímenes ni de la primacía escandalosa del RCD y el PND. De la “elección presidencial” da casi rubor hablar: Bachar Al-Assad se reeligió a sí mismo en referendum en 2007 con el 97% de los votos; Moubarak, más modesto, se conformó en 2005 con el 88.5 %; y Ben Ali, en una verdadera demostración de espíritu democrático, admitió incluso otros dos candidatos en octubre de 2009, última vez que fue “elegido” con el 89,60% de los sufragios. No he escuchado a nadie de izquierdas conceder ninguna legitimidad a los mandatos de los dictadores tunecino y egipcio ni restar legitimidad a las revoluciones de sus pueblos. ¿En qué sentido sería más “auténtico” o “creíble” el apoyo “electoral” recibido por Bachar?
También la alusión a la “libertad de prensa” inspira un poco de angustia goebbelsiana tratándose de un país en el que los periodistas extranjeros tienen que entrar clandestinamente para intentar averiguar lo que allí pasa y en el que incluso se prohíbe la lectura desde el pasado mes de mayo de Al-Akhbar, un periódico libanés de izquierdas complaciente con Hizbullah, por hablar de las revueltas populares (muy recomendable el editorial de Ibrahim Al-Amin sobre la dimisión de Khaled Saghiya donde se cita la censura siria del periódico: http://www.al-akhbar.com/node/19445). En Siria hay bastante menos libertad de prensa que en el Egipto de Moubarak y la misma que en el Túnez de Ben Ali y nunca nadie de izquierdas se habría atrevido a negar el sofocamiento mediático de los egipcios y los tunecinos. ¿Por qué nos burlamos de los sirios?
En cuanto al laicismo del régimen de Al-Assad, también la constitución tunecina lo era e incluso en mayor medida que la siria, y nadie de izquierdas se atrevió nunca a dudar por ello de la “naturaleza antidemocrática” de Ben Ali y sus secuaces. ¿Por qué nos parece distinto en el caso de Bachar? Recordaré, por lo demás, que la constitución siria todavía en vigor sólo permite ser presidente a un “musulmán” (en un país en el que, al contrario que en Túnez, hay muchos cristianos) y que su artículo 3 dice literalmente: "el derecho islámico es una fuente principal junto a los tribunales basados en la sharia". En las manifestaciones pro-régimen, así como en los carteles de apoyo al dictador, la consigna más difundida es la que proclama “Dios, Siria, Bachar y nada más”.
Lo mismo vale para la “igualdad entre el hombre y la mujer”. Además de relativizar los grandes logros del régimen en este tema (http://mujerdelmediterraneo.blogspo...), conviene recordar que fueron las potencias occidentales las que sostuvieron a Ben Ali invocando este mismo pretexto. No hagamos lo mismo. Desde la izquierda apoyamos sin ninguna duda la lucha contra la dictadura tunecina a pesar de su avanzadísimo Código de Estatuto Personal; y a nadie de izquierdas se le habría ocurrido reivindicar la invasión de Afganistán porque pretendía liberar a las mujeres del yugo talibán. No hay dictaduras anti-imperialistas y no hay dictaduras feministas. Si una invasión imperialista es una dictadura exterior, una dictadura es una forma de imperialismo interior. Hombres y mujeres son iguales en Siria porque la dictadura de Bachar las sojuzga por igual, como lo demuestra el gran número de mujeres que se ha sumado al movimiento popular, incluso en condición de dirigentes (Souheir Al Atassi, Razan Zeitouneh, Nahed Badawiyeh, las alauitas Fadwa Soleiman y Samar Yazbek, Bassma Qodmani, Afra Jalabi, Dima Moussa).
El comunicado se refiere a continuación a las “reformas” y “amnistías” aprobadas por Bachar Al-Asad y de las que TVE tampoco habría hablado. Sería muy bueno, en aras de la paz y a fin de evitar una tragedia mayor, que el gobierno las aplicara y que satisficieran las demandas de los ciudadanos, pero tampoco indican nada acerca del régimen dictatorial, salvo que en efecto lo es. Las mismas promesas, con muchos menos muertos a sus espaldas, fueron hechas por Moubarak y Ben Ali y todos nos felicitamos entonces de la dignidad con que los tunecinos y egipcios las rechazaron para continuar luchando hasta el derrocamiento de los dictadores. Incluso en el caso de Marruecos, donde las protestas provocaron apenas una decena de víctimas, la izquierda ha denunciado la maniobra de Mohamed VI, su reforma constitucional galopada en diez días y la falsa legitimidad que ha obtenido de ella; y ha apoyado sin vacilaciones el boycot del movimiento 20-F a la convocatoria electoral. Sin duda sectores de la oposición siria en el exilio vinculados al CNS rechazan toda reforma y todo diálogo porque quieren precipitar una intervención exterior, pero eso ni ilumina favorablemente esas reformas tardías que van acompañadas de un aumento de la represión ni deslegitima a los revolucionarios que se niegan a aceptarlas por una combinación de justificada desconfianza y valerosa dignidad.
Finalmente el comunicado reprocha al documental “alejarse completamente del rigor periodístico y de la contrastación de fuentes”. Es posible que así sea y comprendo la alergia frente a El País y el CNS y las reservas frente a Amnistía Internacional. Lo que me preocupa es que esa acusación y la versión de la Siria “democrática” que trata de dibujar la denuncia no se sostenga, a su vez, en ningún dato ni fuente contrastada, salvo en la superstición de que si El País dice algo es cierto lo contrario. Y, por supuesto, según queda de manifiesto, en la agencia oficial SANA, en el canal sirio Dunia y en el iraní Press-TV, fuentes interesadas de regímenes dictatoriales frente a las que deberíamos mostrar cuando menos el mismo espíritu crítico y el mismo escepticismo que frente a The New York Times o El Mundo. En vez de eso, las replican -las repican- los medios llamados alternativos que habían nacido precisamente como voz anticipada de otro mundo posible.
Una de las particularidades de la verdad es que se puede hacer también un uso propagandístico de ella y estoy seguro de que TVE así lo ha hecho. Son muchos los medios dedicados en estos días a justificar, a partir de esta verdad degradada o tuneada, una intervención militar, aún no decidida, que sería una catástrofe para Siria y para toda la región, sobre todo para los que luchan desde dentro por la liberación de un yugo terrible y que podrían verse sometidos, como recuerda Bassam Haddad, a un yugo peor: “apoyar la desaparición del régimen sirio por todos los medios, incluida la intervención militar externa, es tremendamente insensato, especialmente si el objetivo es salvar vidas sirias o crear el marco para una vía de autodeterminación post-régimen” (http://rebelion.org/noticia.php?id=...). El empecinamiento criminal del régimen sirio ha llevado, tras meses de manifestaciones pacíficas, a una situación de militarización y pre-guerra civil en la que el país es objeto de una multilateral pugna inter-imperialista, con siete u ocho potencias y subpotencias con intereses en la región y con proyectos más o menos independientes tratando de explotar en su favor la tensión y el caos crecientes. El derecho de los pueblos a la autodeterminación frente al imperialismo interior no debe hacernos olvidar la dictadura global exterior que los amenaza. Las teocracias del Golfo y la OTAN, indiferentes a la suerte de los palestinos, los bahreiníes o los colombianos; los EEUU de los 70 vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU y el millón de muertos en Iraq; las potencias occidentales que no dudan en sacrificar a sus propios pueblos en Europa y EEUU sólo pueden agravar la suerte ya trágica de Siria. Nuestra solidaridad con su pueblo rebelde incluye necesariamente nuestra inquebrantable oposición a todos los que tratan de impedir la decisión soberana sobre su propio destino.
Esta innegable realidad, en todo caso, no nos autoriza a separarnos de nuestros principios creyendo que sin ellos lucharemos mejor. Frente a la verdad rebajada a propaganda, es necesario denunciar enérgicamente la hipocresía y señalar con vigor qué cajas puede descerrajar y qué fosas puede abrir, pero ninguna manipulación por nuestra parte -ninguna propaganda invertida- podrá impedir la intervención en Siria, si es que está ya decidida, y aún menos dignificar la causa de los que nos oponemos a ella.
El caso del comunicado no es más que una gota en un aguacero. Lamentablemente, algunos sectores de la izquierda consideran que imperialismo y anti-imperialismo son solo dos formas diferentes y enfrentadas de mentir y dominar al otro. No es así: ninguna mentira puede ayudar a fabricar hombres sinceros y ninguna dictadura puede ayudar a construir hombres libres. El papel geo-estratégico de Siria en el eje de resistencia antisionista junto a Irán y Hizbulá no puede justificar ni la manipulación de los discursos ni la humillación dictatorial de un pueblo que alza la voz, y por los mismos motivos, junto a Túnez, Egipto, Libia, Bahrein y Yemen. Sólo la verdad y la justicia social son realmente anti-imperialistas.
Los tiempos cambian; son, como decía Fidel, “enteramente nuevos”. Para invadir Iraq hacía falta mentir -la patraña de las armas de destrucción masiva- y frente a las mentiras de EEUU y la UE los anti-imperialistas nos defendíamos diciendo la verdad, gracias a la cual se debilitaron los medios capitalistas y se robustecieron los nuestros. El problema es que para intervenir en Siria -si finalmente ocurre- habrá bastado con decir, y degradar, la verdad: que hay allí una dictadura feroz y que una parte del pueblo se ha levantado contra ella. ¿Nuestra defensa será entonces la mentira? Si no se nos ocurre ningún otro recurso, entonces es seguro que vamos a perder no sólo esta batalla sino también todas las venideras.
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