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Un cohete ha partido este sábado al espacio con el robot mejor equipado hasta la fecha con el que la NASA espera determinar si hay o hubo alguna vez condiciones para la vida en Marte. El artilugio enviado cuenta con 10 aparatos científicos, de los que uno de ellos, la estación meteorológica REMS, ha sido diseñado y desarrollado por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), con el que la ciencia española pisa por primera vez el suelo del planeta rojo.
La NASA ha logrado lanzar este sábado el Curiosity, el vehículo más completo de exploración que hasta el momento se ha enviado a Marte. Con sus casi 900 kilos de peso, tres metros de largo y 2,2 de alto, se trata del vehículo de mayor envergadura diseñado para desplazarse por este planeta. La misión ha costado más de 1.800 millones de euros y se basa en la experiencia de sus predecesores: el Soujourner, el primer vehículo que en 1997 rodó por el suelo del planeta rojo, y los gemelos Spirit y Opportuny que, en los 34 kilómetros que recorrieron a lo largo de seis años, descubrieron un pasado de Marte con agua líquida en su superficie.
Si todo sale según lo previsto, la nave aterrizará en el cráter de Gale tras 9 meses de viaje espacial. Se trata de una zona de gran interés para los científicos por los rasgos morfológicos que presenta su superficie -numerosas capas de arcillas y sulfatos- que parecen indicar que pudo haber sido un lago.
De este modo, el Curiosity continúa con la denominada “pista del agua”, una estrategia basada en el hecho de que para que haya vida —al menos tal y como la conocemos- son necesarios tres ingredientes: agua, una fuente de energía y compuestos químicos que utilizan los organismos vivos. Además, en esta ocasión, el rover avanzará un escalón más en la exploración marciana e iniciará la fase de la “pista del carbono”, es decir, buscará uno de esos compuestos químicos indispensables para que haya materia viva, según señalan los científicos.
El objetivo final del programa que lleva a cabo la NASA sobre Marte es determinar si en algún momento ha existido vida en el planeta rojo e, incluso, si aún existe. Aún así, el Curiosity no tiene la capacidad de identificar formas de vida microbianas ni tampoco instrumentos para grabar microorganismos o posibles fósiles de los mismos. Su misión se limita a tomar datos de la superficie y atmósfera marciana para determinar si en la zona del cráter de Gale se han dado condiciones favorables de habitabilidad. En caso positivo, la información serviría para diseñar futuras misiones en las que se restrinjan los parámetros para buscar señales de vida. En caso negativo, según explican expertos de la NASA, la misión no perdería utilidad pues ayudaría a comprender mejor las diferencias entre Marte y la Tierra.
Una vez recorra los 570 millones de kilómetros que separan el cráter de Gale de la estación de Cabo Cañaveral, el Curiosity se descolgará del vehículo que lo transportará desde la Tierra y se moverá gracias a una batería nuclear que convierte el calor en electricidad. Desde el momento en que aterrice, el vehículo se convertirá en un laboratorio andante gracias a los diez instrumentos científicos que lleva a bordo y a un brazo robótico que le permite escavar en las rocas, recoger muestras de la superficie y traspasarlas a tres recipientes de análisis que tiene en su interior.
Entre los variados instrumentos -cámaras de alta definición, un espectrómetro de rayos X o un disparador de neutrones para detectar la presencia de hidrógeno- hay uno diseñado y desarrollado en España: la estación meteorológica Rover Environmental Monitoring Station (REMS), que hará una medición de al menos cinco minutos cada hora. En ella ha trabajado un equipo del Centro de Astrobiología (CAB), a cuya cabeza está el ingeniero Javier Gómez-Élvira, quien ha explicado a EL IMPARCIAL que el REMS es básicamente un conjunto de sensores repartidos en cuatro puntos del rover que medirán la presión, la radiación ultravioleta, la velocidad y dirección del viento, la temperatura del suelo y del aire y la humedad.
La importancia de este instrumento es enorme en la misión. Según este científico, “las condiciones atmosféricas son básicas para el desarrollo de hábitats y el REMS es el instrumento diseñado para estudiar estas condiciones”. El también investigador del CAB Felipe Gómez asegura que “junto con los otros instrumentos del Curiosity, la estación nos ayudará a conocer las condiciones que se dan en la superficie y en los primeros centímetros del subsuelo. Analizando la temperatura, la posibilidad de existencia de agua líquida y el nivel de radiación ultravioleta, tendremos datos para evaluar si puede desarrollarse algún tipo de microorganismo en ese ambiente”.
Lo cierto es que la esperanza de encontrar biomarcadores en Marte es considerable. Su clima tiene importantes similitudes con el de la Tierra: existen casquetes polares, eras glaciares y cambios estacionales. Además, las misiones espaciales que lo han explorado han observado huellas de un pasado húmedo y cálido, con cauces de ríos, cuencas, depósitos sedimentarios e, incluso, una gran depresión que se ha interpretado como el lecho de un antiguo océano, el Océano Boreal.
Cada día, la información que recabe el Curiosity se enviará a través de unos satélites que orbitan alrededor del planeta rojo y estos los reenviarán a la Tierra. Entre las antenas de la Red de Espacio Profundo de la NASA, entre se encuentra la situada en la estación de Robledo de Chavela (Madrid), que recogerá las señales y las enviará a Pasadena (California) desde donde se distribuirán a los diferentes equipos en España, Estados Unidos, Rusia, Canadá, Francia y Alemania. Así, el Curiosity irá modificando su ruta y objetivos según lo que encuentre en su misión de, al menos, un año marciano de duración o 686 días terrestres.
Para España, según Gómez-Élvira, "estar en una misión con la NASA, la única agencia espacial que ha enviado con éxito vehículos de exploración a Marte, supone que la comunidad científica se ha conseguido el nivel de madurez adecuado para participar en uno de sus proyectos”. Para la humanidad, la posible presencia de otro ejemplo de vida fuera del planeta Tierra abre todo un espectro de nuevas cuestiones filosóficas y científicas sobre las que ponerse de acuerdo. “Hay pocas preguntas que la ciencia haya respondido en el pasado que tengan la importancia de esta que nos ocupa”, sostiene su colega Felipe Gómez.
“Después de millones de horas de trabajo a lo largo de siete intensos años, todo este esfuerzo se ha concentrado en 900 kilos de vehículo que se va a llevar a Marte las esperanzas de cientos de investigadores repartidos por el mundo”, relata Gómez-Elvira. “Estos días representan el final de una etapa y el comienzo de otra muy distinta en la que los frutos del trabajo se plasmarán en los descubrimientos que se hagan sobre Marte”.
Carlota Calderón: carlota.calderon@elimparcial.es
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