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Como todo el mundo sabe, la primera medida que tendrá que anunciar Mariano Rajoy tras las elecciones será el recorte drástico del gasto público para cumplir los objetivos de déficit. Mientras agencias de calificación, como Fitch y S&P, exige reformas "radicales y ambiciosas" y el banco HSBC reclama "más claridad" sobre los planes de consolidación fiscal, la gran pregunta es la cuantía de dicho ajuste. Y algunos expertos ya la han respondido: 30.000 millones de euros. Así lo asegura el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR por sus siglas en inglés), concretamente su responsable en Madrid, José Ignacio Torreblanca, que considera imprescindible un ajuste de este calibre para alcanzar el déficit del 6% del PIB prometido para este año y el del 4,4% para 2012.
Su estimación tiene una sólida base, como explica un informe de ING: "Las débiles perspectivas económicas suponen riesgos significativos para los esfuerzos de consolidación presupuestaria de España. De hecho, los actuales objetivos de déficit se basan en asunciones de crecimiento del PIB del 1,3% este año y del 2,3% en 2012, que parecen exageradamente optimistas (de hecho, la ministra de Economía, Elena Salgado, ha reconocido que la economía sólo crecerá el 0,8% este año)".
Por tanto, si Rajoy se ha comprometido a no renunciar al objetivo de déficit "bajo ninguna circunstancia", afrontará una "tarea hercúlea para devolver la salud a la economía y las finanzas públicas españolas", según el banco holandés. El ECFR considera que España incumplirá el objetivo de 2011 por dos o más puntos si no se hacen ajustes.
Estos 30.000 millones suponen en torno al 3% del PIB e implican que habrá que recortar prácticamente de todas partes. "Se va a tocar todo menos las pensiones", ha reconocido el líder del PP. En los últimos días, ha sido un poco más concreto y ha señalado a la dependencia como un área donde se va a recortar seguro, y Esperanza Aguirre ha apuntado a la gratuidad de los medicamentos para los pensionistas.
¿Por qué un ajuste tan radical?
Evidentemente, las circunstancias de los mercados, con el diferencial con Alemania casi en 500 puntos básicos, y la caída de los Gobiernos en Grecia e Italia exigen la presentación de un plan muy contundente de reducción del déficit para tratar de recuperar la confianza. Es más, la gran preocupación es tratar de acortar el período de Gobierno interino de Zapatero todo lo posible para que el nuevo Ejecutivo pueda empezar a actuar cuanto antes.
Peor hay algo más. Rajoy quiere repetir la táctica que utilizó José María Aznar cuando llegó al poder en 1996 en unas circunstancias económicas muy similares a las actuales. Torreblanca la compara con una jugada de fúbol americano llamada 'Hail Mary', que consiste en lanzar un pase largo a la desesperada cuando quedan sólo unos segundos de tiempo con la esperanza de que lo coja un delantero y marque sobre la bocina.
Hace 15 años, Aznar, nada más llegar al Gobierno, se negó a pactar con Italia un retraso en el cumplimiento de los criterios para acceder a la Unión Monetaria, para sorpresa del entonces primer ministro Romano Prodi. Al contrario, impuso un severo plan de ajuste que no sólo permitió a España pasar el corte y entrar en el euro, sino situar a España en la primera fila y ganar un enorme prestigio internacional.
Un pacto Rajoy-Merkel
"Viendo cómo se está disparando la prima de riesgo, da la impresión de que los populares españoles están en tiempo de descuento y de que sólo disponen de la posibilidad de realizar un solo pase en profundidad", escribe este economista. "¿Hacia dónde se lanzaría? Claramente, hacia Berlín. Así pues, un eventual Gobierno del PP, en lugar de intentar coordinarse con Italia, Grecia o Portugal, (ni siquiera Francia), intentaría aprovechar su afinidad ideológica con Merkel para, con el anuncio de un gran programa de reformas estructurales y recorte del gasto público para cumplir los objetivos de déficit, salir disparado hacia Berlín para establecer los términos de un gran pacto: austeridad y reformas a cambio de liquidez", explica.
A su juicio, "la idea es que, mientras las reformas y los recortes surgen efecto (en el caso de que lo hagan) vía el crecimiento de la productividad y (eventualmente) el empleo, Alemania y el BCE oxigenen en lugar de estrangular la economía española, tanto en lo que tiene que ver con la financiación del sector bancario español (que inevitablemente seguirá enchufado al BCE por algún tiempo) como desde el punto de vista de la rebaja de la presión sobre la deuda pública (que sólo el BCE puede afrontar, hoy por hoy, con sus operaciones en el mercado secundario)".
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