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El s80/20, que compara los ingresos del 20% de la población con mayores ingresos con el 20% de menores, se disparó en España del 6,0 al 6,9, el mayor tirón desde 1995. El cálculo imputa desde 2007 el efecto de la posesión de vivienda y otros beneficios sociales. Como cada país actualiza la información en un momento diferente, el dato de 2010 solo permite la comparación -odiosa- con algunos países, como Alemania, cuyo ratio se recuperó y se situó en el 4,5% (después de haber crecido hasta el 4,9 en 2008). Pero en 2009 España se situó como el cuarto país con más desigualdad interna (ver cuadro).
"Fue el año clave de la recesión, la huella de la crisis y la destrucción de empleo; fue más duro que en otros países", explica Xavier Segura, jefe de estudios de CatalunyaCaixa. Además, sobre todo en la primera fase de la crisis, se cebó en las clases más débiles, en todo ese trabajo relacionado con el ladrillo. Uno de cada tres parados de la zona euro es español. A lo largo de 2009 se evaporaron más de un millón de puestos de trabajo y el paro sigue dando latigazos: la última encuesta de población activa (EPA) reveló el viernes pasado que España ya roza los cinco millones de parados y que 1,4 millones de hogares tiene a todos sus miembros en edad de trabajar parados.
La duración de la crisis empieza a agotar los colchones de ahorro de las familias y la necesidad llama a la puerta de casas en las que no había estado nunca. El balance de actividad de una organización como Cáritas suele dar alguna pista de este empobrecimiento de la clase media: el 30% de las solicitudes de ayuda del año pasado provenían de personas que lo hacían por primera vez y el peso de los inmigrantes en el total de los atendidos por la organización, frente a los españoles, ha bajado del 60% al 50%, cuando se ha tratado hasta ahora del colectivo más castigado por el paro.
"No hay una asociación perfecta entre la desigualdad de ingresos y el nivel de riqueza de un país, la desigualdad no es una cosa solo de países pobres", apunta Alfonso Novales, catedrático de Economía de la Universidad Complutense. Es algo que también muestran los datos del coeficiente de Gini, en el que el 0 supone igualdad perfecta y 100 desigualdad absoluta. La brecha en España, en su nivel más alto desde 1995 (33,9), está por encima de economías menos potentes como Malta o Hungría. Pero las comparaciones siempre resultan más incómodas cuando se hacen con los vecinos. Alemania está en el 29,2, mientras que Francia e Italia, con datos de 2009, quedan en el 29,8 y 31,5, respectivamente.
No hay relación directa entre riqueza e igualdad de la misma forma que el llamado milagro económico español, sujeto al tirón inmobiliario y que recibió el fenómeno del mileurismo, no brindó un salto de calado en la brecha económica de entonces.
Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de Análisis de las Cajas de Ahorros (Funcas), distingue las causas coyunturales y estructurales en el incremento de las desigualdades. "La globalización y la flexibilización de los mercados laborales abren el abanico de salarios, y afectan especialmente a los segmentos de bajos salarios por la competencia mundial, tanto en fases de expansión como de crisis", explica. "El problema no está en esa flexibilidad, que debe aprovecharse para aumentar la eficacia y el potencial de crecimiento, pero los Estados deben actuar en la redistribución de renta". La vía, apunta, "debe ser la política fiscal y de gasto, es decir, en la fase secundaria de la distribución de rentas".
El riesgo de exclusión ha alcanzado este año, también, el máximo de la serie histórica: el 21,8% se encuentra bajo el umbral de la pobreza. La desigualdad, además, perjudica la recuperación, ya que el consumo significa buena parte del PIB español y, como recuerda Xavier Segura, "uno, por ser más rico, no come dos veces".
Hay alternativas.
Nuevo libro de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón con prólogo de Noam Chomsky.
Ricos más ricos y pobres más pobres. La desigualdad entre los ingresos de los españoles se disparó el año pasado hasta el nivel más alto recogido en la serie de la estadística europea, que arranca en 1995. La brecha económica no ha parado de crecer desde que comenzó el declive económico, aunque el salto más abrupto se dio en 2010. El paro, la bajada de los sueldos y el fin de algunas prestaciones han dado cuerpo a eso conocido como la factura desigual de la crisis. En 2009, último que permite comparar entre los países de la Europa de los Veintisiete, solo Letonia, Lituania y Rumanía superaban a España en disparidad de rentas.Lo fundamental de la economía se explica de forma sencilla, no requiere grandes fórmulas ni anglicismos. Luego, viene la técnica. Eurostat, la oficina estadística europea, recoge dos indicadores de desigualdad, el ratio s80/20 y el coeficiente Gini. Ambos, recientemente actualizados, arrojan malas noticias.
El s80/20, que compara los ingresos del 20% de la población con mayores ingresos con el 20% de menores, se disparó en España del 6,0 al 6,9, el mayor tirón desde 1995. El cálculo imputa desde 2007 el efecto de la posesión de vivienda y otros beneficios sociales. Como cada país actualiza la información en un momento diferente, el dato de 2010 solo permite la comparación -odiosa- con algunos países, como Alemania, cuyo ratio se recuperó y se situó en el 4,5% (después de haber crecido hasta el 4,9 en 2008). Pero en 2009 España se situó como el cuarto país con más desigualdad interna (ver cuadro).
"Fue el año clave de la recesión, la huella de la crisis y la destrucción de empleo; fue más duro que en otros países", explica Xavier Segura, jefe de estudios de CatalunyaCaixa. Además, sobre todo en la primera fase de la crisis, se cebó en las clases más débiles, en todo ese trabajo relacionado con el ladrillo. Uno de cada tres parados de la zona euro es español. A lo largo de 2009 se evaporaron más de un millón de puestos de trabajo y el paro sigue dando latigazos: la última encuesta de población activa (EPA) reveló el viernes pasado que España ya roza los cinco millones de parados y que 1,4 millones de hogares tiene a todos sus miembros en edad de trabajar parados.
La duración de la crisis empieza a agotar los colchones de ahorro de las familias y la necesidad llama a la puerta de casas en las que no había estado nunca. El balance de actividad de una organización como Cáritas suele dar alguna pista de este empobrecimiento de la clase media: el 30% de las solicitudes de ayuda del año pasado provenían de personas que lo hacían por primera vez y el peso de los inmigrantes en el total de los atendidos por la organización, frente a los españoles, ha bajado del 60% al 50%, cuando se ha tratado hasta ahora del colectivo más castigado por el paro.
"No hay una asociación perfecta entre la desigualdad de ingresos y el nivel de riqueza de un país, la desigualdad no es una cosa solo de países pobres", apunta Alfonso Novales, catedrático de Economía de la Universidad Complutense. Es algo que también muestran los datos del coeficiente de Gini, en el que el 0 supone igualdad perfecta y 100 desigualdad absoluta. La brecha en España, en su nivel más alto desde 1995 (33,9), está por encima de economías menos potentes como Malta o Hungría. Pero las comparaciones siempre resultan más incómodas cuando se hacen con los vecinos. Alemania está en el 29,2, mientras que Francia e Italia, con datos de 2009, quedan en el 29,8 y 31,5, respectivamente.
No hay relación directa entre riqueza e igualdad de la misma forma que el llamado milagro económico español, sujeto al tirón inmobiliario y que recibió el fenómeno del mileurismo, no brindó un salto de calado en la brecha económica de entonces.
Ángel Laborda, director de coyuntura de la Fundación de Análisis de las Cajas de Ahorros (Funcas), distingue las causas coyunturales y estructurales en el incremento de las desigualdades. "La globalización y la flexibilización de los mercados laborales abren el abanico de salarios, y afectan especialmente a los segmentos de bajos salarios por la competencia mundial, tanto en fases de expansión como de crisis", explica. "El problema no está en esa flexibilidad, que debe aprovecharse para aumentar la eficacia y el potencial de crecimiento, pero los Estados deben actuar en la redistribución de renta". La vía, apunta, "debe ser la política fiscal y de gasto, es decir, en la fase secundaria de la distribución de rentas".
El riesgo de exclusión ha alcanzado este año, también, el máximo de la serie histórica: el 21,8% se encuentra bajo el umbral de la pobreza. La desigualdad, además, perjudica la recuperación, ya que el consumo significa buena parte del PIB español y, como recuerda Xavier Segura, "uno, por ser más rico, no come dos veces".
Hay alternativas.
Nuevo libro de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón con prólogo de Noam Chomsky.
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