Esta vez Zuccotti Park sí fue la Puerta del Sol. Una Puerta del Sol políglota y en miniatura, apuntalada por el respaldo de los sindicatos y el acicate del acoso policial. Los indignados neoyorquinos desfilaron por las calles del bajo Manhattan y lanzaron un mensaje de descontento a Washington y a Wall Street.
Protestaban por los gases lacrimógenos de la policía y las detenciones del fin de semana. Pero sobre todo gritaban contra las entidades financieras, a las que culpan de los recortes que se avecinan y de un desempleo que no tiene visos de amainar.
El movimiento nació un sábado a mediados de septiembre y su objetivo era ocupar el entorno de Wall Street. Consciente del valor simbólico del lugar, la policía acordonó entonces el distrito financiero y relegó a los indignados a esa plazoleta arbolada. Entre la avenida de Broadway y el solar en el que se asentaban las Torres Gemelas.
Desde entonces, el parque Zuccotti ha sido un imán para el descontento neoyorquino. El embrión nació en las redes sociales y se inspiró en las acampadas españolas y en los sucesos de la Primavera Árabe. Pero anoche el movimiento ganó músculo de la mano de la cobertura televisiva y del respaldo logístico institucional.
Era una muchedumbre más numerosa y más plural que en otras ocasiones. Había banderas cubanas, máscaras de Anonymous y eslóganes excéntricos. Pero era fácil distinguir las pancartas de las asociaciones vecinales y los movimientos de la izquierda radical. Había más personas mayores y más niños que en otras ocasiones. Menos cartones improvisados y más pancartas de las ONG y de los sindicatos de la ciudad.
La indignación crece
Las consignas giraban en torno a la codicia de los banqueros, que avanzaban cabizbajos por la otra acera al final de su jornada laboral. Uno de los carteles decía "Goldman apesta". Otro reproducía el lema de la Revolución Francesa y hacía votos por la implantación del socialismo en Nueva York. La policía mantenía a raya a los indignados y mantenía la marcha en uno de los carriles de Broadway dejando el otro abierto para la circulación.
"Yo vine hoy porque es hora de salir a la calle", decía Juana, que vive en el distrito de Queens y trabaja en una asociación que apoya a los inmigrantes. "En casa somos dos o tres. Aquí somos miles de personas. Estoy aquí para decirle a los banqueros que no tengo miedo y a Obama que nos ha defraudado. Nos prometió muchas cosas bonitas y no ha cumplido ninguna".
Juana se vino con sus hijas y con sus colegas del trabajo, que comparten los objetivos de la protesta. Un detalle que da idea de la evolución del movimiento, que arrancó en las redes sociales y ha ido prendiendo en distintos foros de la ciudad. Anoche había enfermeras, profesores y estudiantes del Conservatorio musical, cuya pancarta decía: "Rescatad a Beethoven, no a los bancos". También muchos universitarios y muchos miembros de organizaciones a la izquierda del Partido Demócrata, más arraigadas aquí que en otros puntos más conservadores del país.
Era el caso de Sean Larson, un universitario que milita en una red de asociaciones socialistas. "Esta protesta refleja los estertores del capitalismo", explicaba convencido, "la crisis financiera lo ha puesto todo patas arriba y ha convencido a la gente de que es necesaria otra sociedad. No sucedió en 2008 porque muchos canalizaron su enfado con Bush votando por Obama. Pero Obama ha hecho lo mismo que Bush. Elegimos al candidato más progresista de todos los tiempos y nada cambió. Una prueba de que votar no sirve para cambiar nada".
La opinión de Sean refleja el sentir de la mayoría de los indignados, que desconfían de los dos grandes partidos y no creen en el sistema democrático como una herramienta para transformar la sociedad. “Esto es una locura”, decía Manjula, que trabaja en una tienda de juguetes de Manhattan, “he venido porque la desigualdad es cada vez mayor y la calle es el único poder que nos queda. Yo he visto lo que han hecho ustedes en España y quería que aquí ocurriera lo mismo. Nuestro error fue creer en Obama. Es mejor creer en nosotros mismos. Obama es un tío majo, pero está sujeto a los mismos intereses de todos los políticos y no puede cambiar nada. Ojalá escuche el mensaje de la calle. Pero no creo que vaya a cambiar”.
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