Wikileaks: Se habla de todo, menos de la ejecución de los niños maniatados

Nación Red
En febrero, dos periodista de The Guardian, David Leigh y Luke Harding, único periodista occidental expulsado de Moscú después de la guerra fría, publicaron en el libro “WikiLeaks. Inside Julian Assange’s War on Secrecy” cómo el australiano les facilitó la contraseña para acceder a los documentos de la organización.

Assange se la escribió en un trozo de papel a Leigh y le dijo: “Ésta es la contraseña, pero debes introducir una palabra adicional cuando la escribas. Debes poner “Diplomatic” antes de “History”. ¿Podrás recordarlo?”.

Leigh pudo. Y desde la publicación de su libro en febrero esa contraseña era conocida por demasiada gente. Y mientras tanto, los datos encriptados llegaron al sistema BitTorrent- también como protección de ataques contra la plataforma WikiLeaks -, que sirve para poner a disposición de forma descentralizada y distribuir a los usuarios grandes cantidades de datos.

Durante varios meses la revelación de The Guardian se convirtió en un secreto a voces en pequeños círculos explican desde WikiLeaks. “Pero la semana pasada, la difusión (ajena a WikiLeaks) alcanzó una dimensión masiva crítica”.

Lo primero que hizo Assange cuando se enteró de la fuga intencionada de la contraseña fue contactar con el Departamento de Estado de EEUU para avisarles del inminente riesgo. Poco después ya circulaban por Internet documentos no publicados ni filtrados por WikiLeaks . Además, los abogados de la organización iniciaron un proceso legal contra el diario The Guardian por incumplir el acuerdo de confidencialidad firmado por su director, Alan Rusbridger.

Para entonces Daniel Domscheit-Berg, miembro de Wikileaks que abandonó la organización para iniciar una gira por los medios atacando a Assange, ya había ¿filtrado? varios archivos no publicados que se había llevado de la organización antes de despedirse. WikiLeaks tenía constancia que estaban en poder de los servicios secretos de medio mundo. ¿La vida de las fuentes está en peligro? ¿Habrían sido a esas alturas protegidas?. Assange volvía a contactar con el Departamento de Estado para advertir de lo que estaba pasando. De aquello y de la fuga de la contraseña en un libro han pasado meses.

WikiLeaks mucho después de estas “extrañas” fugas de información decide publicar los cables que ya circulaban por la red para obligar a los Gobiernos implicados a proteger a las fuentes. La pregunta es si las fuentes de alto riesgo (se habla de un centenar) no fueron advertidas de las filtraciones que estaban ya en poder de los más avezados de la red y sin duda de los servicios secretos.

“Desde el momento que el Pentágono confirmó las fugas de esta información, mucho antes de las filtración de las contraseñas facilitadas por The Guardian y los archivos que se llevó su colaborador, han tenido que ser avisadas y protegidas según el riesgo que les acecha”, nos cuenta un buen conocedor de los servicios secretos (españoles) que también valora (con un exabrupto) las declaraciones de una portavoz del departamento de Estado, Victoria Nuland, que asegura, ahora, que se hará todo lo necesario “para asistir a los que pudieran resultar dañados por esas revelaciones ilegales”. Los malos y los buenos ya estaban en poder de los cables mucho antes de la publicación que ha hecho WikiLeaks.

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