La Unión necesaria

Tú, que fuiste el artífice de una dura maniobra financiera en 1992 en previsión del euro... En realidad, no por el euro, que se introdujo unos años más tarde, pero sin duda en esa dirección.

...viendo ahora en qué estado se encuentra la zona euro, ¿no te preguntas si no fue un error creer que a través de la moneda única se podría unir países de estructura económica y financiera muy diferente? En las últimas semanas, Prodi ha escrito que deberían haberse tomado en aquel momento otras medidas que es preciso tomar ahora “con prisa y dolor.”

Básicamente es cierto. Pero recordemos lo que había sucedido. La moneda única se adoptó formalmente en 1992, poco después del Tratado de Maastricht y tras un largo período de gestación en los años 80, cuando las monedas europeas habían fluctuado dentro de una banda monetaria llamada "la serpiente", de la que no se permitía exceder el límite inferior ni el límite superior. Aquel sistema provocó muchas turbulencias porque los mercados financieros, al percibir la debilidad de tal o cual país salían al ataque de las distintas monedas; así sucedió con la lira, la libra esterlina, el franco. La moneda única era la única defensa contra este sistema. Además, se estaba procediendo a completar el mercado único mediante la eliminación de todas las barreras; sin la moneda única cada uno de los Estados podía cambiar las condiciones de competencia y con ello el precio de sus productos en el mercado europeo mediante una devaluación de su moneda.

Sin embargo, con la moneda única, la competencia en los mercados europeos la ganaron los países más fuertes. ¿Es posible que no se pudiera pensar en políticas más amplias?

En la Comisión Europea presidida por Delors la conclusión fue: hagamos la moneda única, y no habrá necesidad de establecer normas adicionales porque la coordinación entre los gobiernos nacionales será suficiente para garantizar la convergencia necesaria. He sostenido muchas veces que se fingió creer esto, porque realmente no se quiso ir más allá de esta coordinación. Es decir, queremos la moneda única sin una política económica única. Y debo decir que para durante cierto tiempo los mercados se lo han creído; es la magia del euro, el escudo del euro, que ha funcionado durante algunos años. En el sentido de que a todos los países –e Italia se ha beneficiado más que otros– que han adoptado el euro los mercados les han reconocido los mismos tipos de interés, con un spread –que no es el spray para el cabello sino la diferencia entre los tipos de interés básicos europeos, es decir los de la deuda pública alemana y otros títulos públicos– que siguió siendo modesto en los primeros años del euro. De hecho, la gran recuperación italiana posterior a la entrada en el euro, en términos de reducción del gasto en servicio de la deuda, proviene toda de esto. Pero después de la gran crisis de 2008 –y dejemos de lado en este momento la forma en que fue provocada– los mercados se volvieron más cautelosos, más vigilantes, más implacables, y el hecho es que hoy el euro ya no es un escudo y han empezado a mirar más allá, a las condiciones de cada país y han empezado a hacer, en relación con los bonos estatales de cada país, lo que hacían antes. Es decir, que hemos hecho algo que no funciona. Es absolutamente evidente, y ahora todos se dan cuenta, que en ausencia de una mayor integración económica y política es muy difícil hacer funcionar, sin pagar un precio muy alto, la moneda única.

Dices que todos se dan cuenta, pero no veo que todos los gobiernos europeos compartan tus opiniones.

Este es precisamente el mal de Europa. Europa siempre se ha planteado objetivos que presuponían un compromiso de integración mayor de la que luego se ha realizado. El defecto no es ser demasiado Europa, sino serlo poco.

Sin embargo, he encontrado, tanto en Francia como en Italia, una izquierda que cree que una salida de sus países del euro permitiría su recuperación. ¿Qué piensas tú?

En una situación difícil puede ser una salida, pero sólo resolvería temporalmente el problema; sería cómo buscar un refugio cuando hay un terremoto. Porque hasta ahora hemos hablado en general sobre Europa y los mercados, pero lo que ha venido sucediendo en los últimos años es que el capitalismo financiero se ha extendido por encima de todas las fronteras del mercado global. El mercado europeo es sólo una franja del mercado financiero. Además de los valores que superan con creces los de la economía real, nos enfrentamos ante un gigantesco sistema que manda una serie de impulsos, algunos de los cuales me pueden enviar al infierno, ¿y yo qué hago? ¿Divido todavía más los gobiernos y encierro cada uno en su jardín, o intento crear redes de gobierno que estén lo más posible a la misma altura que el mercado? Necesito más fuerza, entre otras cosas porque ha habido un gran fracaso de lo que llamamos Estado, es decir, de una normativa pública que seguía al mercado intermitentemente. Entiendo que es una utopía, pero tendría que llegar algo que es imposible hoy en día: un gobierno global. Pero si ni siquiera puedo organizar el gobierno europeo, ¿qué hago? ¿San Marino contra el mundo?

Pero, ¿cómo conseguir un gobierno europeo más fuerte llegados a este grado de debilidad de las economías individuales?

El problema es que la crisis financiera afecta a la economía real. Si tienes una deuda alta, y frente a tu deuda está el maldito spread, y éste no sólo afecta a los títulos públicos sino a la financiación de las empresas o los seguros de exportación, reducir el spread puede ser una ventaja para la economía, pero una cosa es cierta: no dispones de recursos para la inversión y el desarrollo. Esto es de lo que carece Europa. ¿Hace cuánto tiempo que estamos hablando de los eurobonos, es decir, títulos públicos que sirvan por una parte para garantizar la deuda pública y por otra para financiar otras inversiones? Pero en este punto, nos damos de bruces con Alemania. Al menos por ahora... Te diré, no soy pesimista. Estamos en periodo de elecciones y las encuestas parecen indicar mayorías de socialdemócratas y verdes en Alemania y de socialistas en Francia, favorables a los eurobonos y a la integración política. El problema no es Alemania, es el gobierno que tiene. Así que, si usted piensa en la Europa de 2013, incluso con el mismo eje franco-alemán las perspectivas pueden ser otras.

Es probable que dentro de un año Sarkozy y Merkel, que se han reunido las últimas semanas, no estén ya en su actual puesto.

Ese es el punto. Cuando me piden una opinión, les digo: si somos capaces de contener la respiración y sobrevivir hasta ese momento, probablemente tendremos una Europa mucho mejor. Pero nos podemos ir al cuerno antes. La verdadera cuestión es ésta.

Te recuerdo que entre los que han hecho esta Europa a medias había gobiernos de centro-izquierda o socialdemócratas.

Exactamente. Hay que decir que los mismos gobiernos de izquierda o centro-izquierda han encontrado y por consiguiente expresado resistencias. Por ejemplo, la famosa estrategia de Lisboa, su propósito no era "crear la economía más competitiva del mundo basada en el conocimiento", sino –léanse este párrafo de las conclusiones del Consejo Europeo de diciembre de 2000 en Lisboa (del cual 13 eran primeros ministros socialistas y socialdemócratas)– "crear la economía más competitiva del mundo basada en el conocimiento y capaz de mantener un alto grado de cohesión social". La apuesta era ésta: vamos a demostrar que se puede ser competitivos sin sacrificar las instituciones sociales. Esta iba a ser la apuesta de Lisboa. Y no por casualidad terminó siendo interpretada en su versión más chata, porque para salvaguardar las instituciones, o mejor aún potenciarlas, en un mercado que se globalizaba era necesario un nivel europeo de políticas sociales que no ha existido. Las resistencias vinieron en gran parte del propio gobierno federal alemán, que tenía ante sí los Laender, más conservadores, que decían: esto es asunto nuestro, por consiguiente nada de competencias europeas.

Y ahora también ellos están en un crecimiento cero.

También ellos están en crecimiento cero. Pero el crecimiento cero es una razón más para construir una red de gobiernos y discutir más las perspectivas. En la disminución del crecimiento actúan también comportamientos gregarios, amplificados por los mercados financieros y las operaciones realizadas mediante sistemas informáticos. Se transmite de esta manera un clima "bajista" –la Bolsa va mal, los Bot van mal– que afecta a todos, y entonces el empresario que quería construir una nueva nave dice: pero ¿por qué me molesto en tomar riesgos? Y el consumidor que quería comprar un abrigo, tiene miedo a hacerlo, y así todo se detiene. Pero los gobiernos existen también para invertir un clima artificial. No deben meter las manos en lo profundo de la economía, pero tienen que dar perspectivas.

Insistes en la falta de voluntad política de los gobiernos nacionales, pero ¿ no hay algo que los bloquea? Cuando se dice “los mercados”, ¿quién son esos mercados? ¿Son un mecanismo automático o hay alguien que los dirige?

Las dos cosas. Los principales actores del mercado son los fondos de inversión, sobre todo estadounidenses, que buscan simplemente maximizar los beneficios y reducir los riesgos. Hace ya cuatro meses vendían bonos italianos porque habían comprendido que Italia era un país que, al crecer tan poco, tendría dificultades para pagar una deuda ya enorme. Y luego están los poderes involucrados en los mercados. Los mismos bancos centrales, que deben guardar en la barriga títulos varios como garantía de la liquidez que ponen en circulación, se lo piensan dos veces antes de hacer estallar una sociedad de cartera que ha emitido valores que, en caso de quiebra, se convertirían en papel mojado. Si un gran banco francés o alemán tiene en el vientre títulos de deuda, públicos o de otro tipo, que teme no poder recuperar, recurre a su gobierno y entonces ambos funcionan en tándem. En realidad, hay una serie de vínculos, y la cuestión fundamental es que los gobiernos parecen estar movidos más por estas fuerzas que por una visión más amplia y por su capacidad de decir a sus economías: crezcan y multiplíquense, no tengan tanto miedo. Nadie se mueve en esta dirección. Y en realidad quien debería moverse es sobre todo el nivel europeo.

¿Ves posible una reestructuración de la deuda de los países frágiles por el BCE?

Por el momento veo un procedimiento de pequeños pasos. En septiembre verá la luz el organismo que decidieron crear en julio y que podrá comprar de todo en el mercado secundario, conceder préstamos, etcétera. Tiene un acrónimo extraño: EFSF (European Financial Stability Facility) y están elaborando su reglamento. El problema es que Sarkozy y Merkel deberían pensar en enriquecer su dotación presupuestaria, pero por ahora dicen: no, de momento creémosla. Las señales que se perciben –diría una persona paciente– van en la dirección correcta pero a una velocidad mucho más baja que la de las olas que se abaten sobre nosotros.

¿Crees que se llegará a crear el impuesto sobre las transacciones financieras?

La idea es buena en sí misma, porque es una tasa baja, el 0,05% de cada transacción, que después de una serie de operaciones puede producir un gran ingreso y de alguna manera contribuir a una redistribución que el mundo de hoy necesita, porque ahora la brecha que se crea entre el beneficio, especialmente el financiero, y otras fuentes de ingresos se ha hecho gigantesca. Yo veo sólo un problema político: si no se puede llegar hacer por lo menos en esta parte del mundo que cuenta para las transacciones financieras, se corre el riesgo de poner un impuesto mientras las transacciones se trasladan a otras partes del mundo.

De hecho, la respuesta de los que hablan por los mercados es que el capital se desplazará donde el impuesto no exista...

Si Europa va en serio, los diversos G8 y G20 se han creado para organizar estas acciones de gobierno de alcance global.

Somos ya un gran espacio económico.

Por las transacciones financieras somos una parte fuerte, y si hubiera un entendimiento entre Europa, Estados Unidos, Japón y China, así, el impuesto empezaría a tener su eficacia. Entre otras cosas porque –te cuento una cosa que he leído– años atrás se decía, en contra de la tasa Tobin, que hubiera sido de aplicación muy complicada, y en cambio Stiglitz, que pudiera estar en lo cierto, dice que con la tecnología que tenemos hoy, no debería haber dificultades en la aplicación. Añadir esto a los ordenadores que registran miles de transacciones por segundo debe ser fácil, técnicamente hablando. Políticamente, siempre habrá un Liechtenstein que dirá que no…

¿No será que los mercados temen que el impuesto sobre las transacciones financieras comporte un mayor control de sus movimientos?

No mucho más de lo que tenemos ahora, porque estos movimientos, los bancos centrales los registran todos. No, esto va a costar más. Es posible que el Eliseo amplifique la importancia de una propuesta propia y no que venga de Merkel, pero la interpretación que he leído de las agencias en relación con las caídas bursátiles de estos días está relacionada con las menores perspectivas de crecimiento del PIB mundial. Por consiguiente, al hecho de que los mercados anuncian un menor crecimiento.

¿En nombre de quién han tomado Francia y Alemania esta iniciativa?

En nombre de sí mismos. En estos momentos están ocupando un espacio que deberían ocupar las instituciones europeas. En realidad, siempre ha habido un eje franco-alemán en la vida europea, pero con líderes fuertemente europeístas como Kohl y Mitterrand era un modo de acelerar, de eludir los obstáculos. Dependerá de las manos en que se ponga la aplicación de las conclusiones del encuentro entre los dos, si vamos a trabajar para devolverlas a las instituciones europeas y no al revés...

¿ Y la regla de oro de la obligación de un presupuesto estatal equilibrado?

Espero que haya una reflexión muy profunda antes de generalizar la regla de incluir en las Constituciones el equilibrio presupuestario. Un vínculo de esta naturaleza puede impedir cualquier compromiso a medio y largo plazo, especialmente a aquellos sistemas que contabilizan en el primer año toda la deuda que asumen, por ejemplo, para la inversión. Espero que se reflexione bien. Ten en cuenta que en Alemania ya está en la Constitución, y por lo tanto, la posible introducción de los eurobonos será llevada ante el Tribunal Constitucional alemán, sobre la base de la duda de que con ellos no se asuma una parte de las deudas garantizadas de los demás, atribuyendo una deuda futura con cargo al presupuesto alemán, lo que estaría en contra de la Constitución. ¿Ves en qué clase de trampa jurídica se convierte?

Francia no está tomando medidas tan feroces como las nuestras, pero también ha realizado recortes despiadados ...

Es lo mismo en todas partes, y aquí volvemos al punto: si se tienen que redimensionar los presupuestos nacionales, los recursos disponibles tanto para la inversión como para los gastos sociales serán pocos. Ahí es donde debe llegar el nivel europeo y preguntar: ¿y qué hacemos por el crecimiento?

Temen únicamente a la inflación ....

Imagínate. En el punto en que nos encontramos, entre cero y cero punto tres. Italia es el país donde crecía más, porque tenía cero punto tres ... No, el problema es: ¿con qué Europa podemos avanzar?

Giuliano Amato, académico, jurista y político italiano de centro-izquierda, fue sucesivamente ministro del Interior, del Tesoro, etc. y posteriormente presidente del Consejo de Ministros de Italia. Fue también vicepresidente de la Convención Europea que redactó la actual Constitución Europea. Actualmente separado de la vida política.

Este texto forma parte de un foro de economía y política iniciado por Rossana Rossanda en Il Manifesto que lleva como título "El rumbo de Europa".

Fuente: http://www.ilmanifesto.it/area-abbonati/in-edicola/manip2n1/20110830/manip2pg/01/manip2pz/309060/

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