El 20-N Zapatero pondrá fin a una siniestra herencia

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Zapatero se pliega al PSOE y adelanta las elecciones. Ya no estará el 21 de noviembre en el Palacio de La Moncloa, pero su legado quedará en España. El más evidente, los cerca de cinco millones de parados oficiales, 20,9%, una tasa que dobla la media europea.


"Cumplidos los principales objetivos que nos habíamos marcado para esta legislatura, he decidido convocar elecciones generales para el próximo 20 de noviembre”, dijo ayer José Luis Rodríguez Zapatero para zanjar un debate que traía de cabeza a toda la clase política española, mantenía en suspense a los mercados y a punto ha estado de costarle otra quiebra en el seno del PSOE entre los que todavía apoyan al presidente del Gobierno y los más fieles al candidato Alfredo Pérez Rubalcaba.

Tras una mañana de intensas especulaciones, no exenta de filtraciones que procedían de la propia sede de Ferraz y hasta del mismísimo Consejo de Ministros, el presidente compareció al término de la reunión habitual del Gabinete de todos los viernes para convertir en noticia el rumor que había salido desde las propias filas socialistas. Es por ello que Zapatero, con gesto muy serio y en una comparecencia en la que se negó a aportar detalles sobre cómo se gestó la decisión, argumentó que lo hacía para “proyectar certidumbre económica y política” en contra del que hasta la fecha había sido su objetivo: agotar la legislatura y llegar hasta marzo de 2012.

“Ha sido algo que tenía pensado y madurado desde hace tiempo” dijo el presidente quien a renglón seguido aclaró que “esto es algo que se gesta en el tiempo y no en un día determinado”. Lo que ocultaba Zapatero en ese momento, y porque no le quedaba otra para mantener el tipo y hasta la dignidad presidencial ante la opinión pública, era mucho y guardaba relación directa con lo que horas antes, en concreto la noche anterior, había ocurrido en el propio palacio de La Moncloa.

La última cena

Tanto fuentes gubernamentales como socialistas han apuntado a LA GACETA que en la noche del jueves Zapatero convocó en Moncloa a Rubalcaba y a José Blanco, el nuevo portavoz del Gobierno y vicesecretario general del PSOE aún por mucho que el aparato haya sido desplazado por el equipo del candidato. Fue una cena según apunta unos, sólo una reunión de trabajo en la que picaron algo según otros, pero fue ahí donde se decidió precipitar el adelanto electoral al 20-N.

Hace días que el presidente había retirado ya sus reservas al adelantar las elecciones a otoño y así se lo había transmitido, no sólo a los suyos, sino a distintos dirigentes políticos, empezando por sus propios socios parlamentarios y siguiendo por otros más afines incluso a la oposición. Vencidas esas reticencias, lo que Rubalcaba y los suyos querían era marcarse una hoja de ruta antes de iniciar las vacaciones y que se desvelase la fecha electoral.

A ello se aplicaron en la noche del jueves el propio candidato, el ministro Blanco en menor medida y, sobre todo, José Enrique Serrano, el jefe de Gabinete de Zapatero desde 2004, hombre procedente del felipismo, jefe de los fontaneros de La Moncloa y uno de las más fieles colaboradores de Rubalcaba. Serrano, en quien el presidente siempre ha puesto una fe ciega, fue quien más apostó por desvelar la incógnita cuanto antes, aprovechando la comparecencia que el presidente iba a ofrecer horas después para hacer balance del cierre del curso político.

Las dudas de Zapatero, decantado ya por otoño, tan sólo estaban en si abrir las urnas en octubre o esperar a noviembre. Escuchando a sus invitados de esa noche se disiparon todas: había que ir a noviembre para darle tiempo al PSOE a ultimar sus propuestas electorales pero no se podía aguantar al domingo 27 –como siempre se barajó– dado que el nuevo Gobierno tendrá que empezar a trabajar antes del 1 de enero con unos Presupuestos que le dejarán prorrogados.

Él mismo aclaró ayer, públicamente, que “es conveniente que el Gobierno que salga elegido [...] afronte desde enero el ejercicio económico”. De esa manera justificó el presidente las elecciones del 20-N, una fecha con repercusiones históricas en España y que fue sugerida por el equipo del candidato según apuntan fuentes socialistas. “Es una fecha más”, dijo Zapatero para justificar el “trago amargo” del adelanto, como él mismo aceptó definirlo. “Cuando se tienen mis responsabilidades, hay que pasar por esto”, remató. Zapatero, desde luego ayer, pasó por eso y por mucho más.

Accedió en contra de sus deseos, ofreció a los que ahora llevan el PSOE poner fecha a las elecciones y negó –sin creérselo– que así haya sido. “El partido me ha respetado”, se vio obligado a decir en el epitafio político.

La siniestra herencia del presidente

José Luis Rodríguez Zapatero se va. Permanece su legado. El más evidente, los cerca de cinco millones de parados oficiales, 20,9%, una tasa que dobla la media europea. Junto a estos, una coyuntura económica que ha sumido a España en una intervención de hecho. Siete años después de instalarse en Moncloa (11-M y agit prop mediante), un Zapatero agónico y enmendado a la totalidad se ha visto abocado por las circunstancias, su propio partido y aliados a anunciar un próximo adelanto electoral.

La supervivencia del PSOE como alternativa nacional creíble iba en ello, tal y como reconocen desde sus filas apelando al erial de poder autonómico y municipal que padecen tras las últimas elecciones. En el PSOE Zapatero también deja huella.

El aún presidente se marcha fiel a su talante, evocando mediante la fecha del 20-N su particular Memoria Histórica, la que se ha impuesto vía BOE. Sin duda, es esta otra de las herencias más siniestras de su etapa de Gobierno: revanchismo y resurrección de viejos fantasmas patrios mediante un relato de parte destructor de la propia Transición.

Su proyecto de España, nación “discutida y discutible”, deja un poso envenenado. En Cataluña, un Estatut que consagra la desigualdad entre españoles y eleva a CiU a cotas históricas de soberanismo. En el País Vasco, la negociación política con ETA, la presencia de Bildu en las instituciones y una paz sin vencedores ni vencidos en el horizonte. En el camino, con mucho polvo en las togas, un chivatazo a ETA que se juzga en la Audiencia Nacional.

Con la sonrisa y la afabilidad como divisa, Zapatero se empeñó en erigirse en el valedor mundial de los nuevos derechos sociales. “Rojo y feminista”, con golpes de efecto como la paridad entre ministros (que se incumplía en el resto del escalafón), o la Educación para la Ciudadanía, obligatoria y ultraideologizada hasta la caricatura.

Más: matrimonio entre personas del mismo sexo y Ley de Igualdad (con intromisiones varias en la vida privada y la ideología de género como guía) o normas como la Ley de Dependencia, que miles de afectados siguen sin cobrar.

En la misma línea llegaría otro de los puntales de su herencia. Una nueva Ley del Aborto que lo aprueba como derecho, desafiando la doctrina que estableció en 1985 el Constitucional (se había despenalizado en tres casos reconociendo un conflicto entre dos vidas, la del nasciturus y la madre). Todo, previo escándalo por el coladero legal vigente hasta entonces y tras conocerse carnicerías como las del doctor Morín.

Si Zapatero en el Exterior coqueteó con no alineados como los hermanos Castro o Hugo Chávez (venta de fragatas y conflicto con EE UU), su principal aportación se reduce a una olvidada Alianza de Civilizaciones que no figura en la agenda de una sola potencia occidental.

En mayo de 2010 se acabó la fiesta. Tras prometer el pleno empleo como lema de campaña dos años antes, negando la crisis, Zapatero consumó el mayor recorte de la historia de los denominados derechos sociales. Su final entonces ya estaba escrito, igual que la mayor parte de una herencia que España afrontará también el día 21-N.

Donde dije digo....

El jefe del Ejecutivo se presentó a las elecciones generales de 2008 con dos lemas: “Motivos para creer” y “Por el pleno empleo”. Eran otros tiempos, electorales, pese a la evidencia de los indicadores y la alarma de la oposición: “Las recetas de la derecha cuando hay dificultades ¿sabéis cuales son? Lo tenemos reciente en la memoria. Decretazos, recorte de derechos, recorte de prestaciones sociales”, exclamaba por entonces en uno de sus mítines.

Casi nada para lo que vino. “Yo voy a dedicar los recursos a apoyar a los ciudadanos, a los trabajadores, a los que pierden el empleo, a los pensionistas. Pero que no me pidan dinero para salvar empresas de aquellos que han tenido grandes beneficios a través de procesos que no han sido muchas veces adecuados para la economía”.

Esta otra frase corresponde al mismo año, en Rodiezmo y antes de las milmillonarias ayudas al sistema financiero (“El Gobierno ha situado a España en la Champions League de las economías del mundo”, 2007). Ahora concluye con una autonegación más, la de agotar la legislatura y emprender más reformas. ¿Cueste lo que cueste?

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