Oído lo dicho por Zapatero en Sevilla -"las elecciones generales y las andaluzas serán en marzo"-, está claro que el presidente del Gobierno ha olvidado (o no ha leído) a Ortega y cree que puede escapar al peso de las circunstancias. Circunstancias que en la vida, y no digamos en la política, son como la ley de la gravedad: existen. Digo esto porque aunque son elecciones municipales y autonómicas, más allá de un ineluctable plebiscito sobre la forma en la que ZP ha mal gobernado la crisis económica, el próximo domingo se ventila cuánto poder va a perder el PSOE. Poder que afecta a una organización que de manera directa (cargos electos) o indirecta (funcionarios del partido, cargos de designación directa) afecta a varias decenas de miles de personas. Ciudadanos que viven de la política y que, según sea el resultado de las votaciones en su municipio o en su comunidad autónoma, pueden conservar el empleo o ir a engrosar las listas del paro, con lo que eso supone en un país con cerca de cinco millones de desempleados.
El mismo día en el que Zapatero, obligado por las encuestas o sea: por las circunstancias, anunció que no se presentaría a un tercer mandato, empezó a perder poder. Otras voces (Pérez Rubalcaba, Bono, Chacón, incluso Fernández Vara) son las que reverberan ya en el seno del PSOE. Y es lógico que así sea porque, amén de los ideales fundacionales, éste y todos los partidos, son empresas que dan empleo y poder a mucha gente. Y quien tiene un trabajo quiere conservarlo y en el caso que nos ocupa, Zapatero ya no es el mejor jefe de Recursos Humanos para el PSOE. Quienes primero perciben el temblor del tsunami que pronostican las encuestas son, como digo, aquellos a quienes una eventual debacle en las municipales les instalaría en el pánico. Puede que Zapatero quiera agotar la legislatura y llegar hasta el 4 de marzo del 2012, pero los damnificados por su manera de gobernar y quienes aspiran a sucederle al frente de la nave centenaria del PSOE serán quienes tengan la última palabra.
Sobran ejemplos a nuestro alrededor: ni Tony Blair quería irse ni Margaret Thatcher pensó que podían echarla. Pero así fue. Hablando de Inglaterra, quien lo tenía claro era John Lennon: la vida -dijo- es todo aquello que sucede mientras hacemos planes. Pues eso, atentos a la pantalla porque el domingo se decide algo más que el nombre del alcalde del pueblo y quizá Zapatero se vea forzado a revisar sus planes.
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