Quienes no estén suficientemente conscientes de lo que está aconteciendo en España estos días no se percatan de que estamos viviendo momentos realmente históricos. La reacción del Estado es la prueba más evidente de que el régimen peligra.
Como era de esperar, el Estado no se iba a quedar de brazos cruzados viendo cómo miles de ciudadanos, en la calle y en el ciberespacio, lo cuestionan, apuntando a su mismo corazón: su presunta democracia, su régimen político. En toda revolución, porque cuando miles de ciudadanos toman de forma organizada la iniciativa para pedir cambios de sistema eso se ha llamado siempre revolución, se producen distintas fases. En su fase inicial prende la chispa, el Estado intenta apagarla y en su burdo intento, a veces, se produce el efecto contrario, la llama se aviva. Esto ocurrió en la Puerta del Sol el día 15-M que, sin duda, pasará a la historia. Tras la chispa el fuego se extiende, el Estado intenta primero contenerlo, ya no se atreve a apagarlo mediante los métodos expeditivos que intentó al principio, y la estrategia cambia. Se pasa a una segunda fase: intentar que la revolución naciente no vaya a más. Se recurre a la ley para intentar reprimirla, aun contradiciendo a la ley de leyes del propio régimen, se antepone una confusa ley electoral (esa misma que atenta contra la esencia de la democracia al hacer que unos votos valgan más que otros) a la misma Constitución, para intentar reprimir mediante la “ley” lo que no se pudo hacer mediante la violencia física, es decir, mediante la ley del más fuerte.
La estrategia del Estado es siempre la misma: la violencia represora. Lo que cambia es la forma que toma dicha violencia. Tan pronto se usa la violencia física, como la psicológica, como la legal, como la ideológica. La segunda fase de la Spanish Revolution consistía en ver si la Revolución tomaba forma como tal o no. Los “ejércitos” mediáticos se pusieron manos a la obra intentando reconducir el evento hacia lares menos peligrosos, que se convirtiera tan sólo en la protesta contra un gobierno, en vez de contra un régimen, que se vinculara con las elecciones municipales (sabedores de que eso podría acabar con ella, pues en pocos días no se puede conseguir despertar a toda la población, “informada” de lo ocurrido en las plazas de las Soluciones mediante los medios de desinformación controlados), intentaron asociarla a cierto partido o a cierta ideología para que los prejuicios se pusieran a trabajar, es decir, a bloquear las mentes de millones de ciudadanos. Etc., etc., etc. Pero todo esto no funcionó. La llama se avivó cada vez más. El viernes 20 de mayo de 2011 miles de personas que abarrotaban la Puerta del sol, rebautizada por los revolucionarios (gentes normales, jóvenes, no tan jóvenes, estudiantes, trabajadores, manuales e intelectuales, parados, universitarios,…) como plaza de la Solución, proclamaban bien en alto que “lo llaman democracia y no lo es”, “que no nos representan”, desafiaban al Estado y sus incongruentes leyes, esas mismas que en nombre de la democracia la vacían de contenido. Ese viernes, que pasará a la historia, la Revolución española del siglo XXI era proclamada bien en alto por un pueblo indignado, por su vanguardia, por su parte más consciente y comprometida. Un pueblo que superó su miedo al pasado, al presente y al futuro. Ese pueblo que, por fin, ha despertado, y quiere tomar las riendas de su destino. El despertar no afecta a todo el mundo por igual, las llamas no afectan a todo el bosque aún, pero las llamas se extienden rápidamente. A medida que el Estado reacciona y muestra su auténtico rostro, el fuego se reaviva. Cada vez es más difícil no ver que lo llaman democracia y no lo es.
Tras las elecciones la población fue “bombardeada” de lo que lleva siendo bombardeada desde hace muchos años: de “política” rosa, de “política” convertida en un culebrón para ver quien sucede a quien (¡como si eso fuese a tener consecuencias para el pueblo!), de “política” convertida en un bingo para ver quien gana y quien no. ¡Cuando todos los ciudadanos, por lo menos quienes ya han abierto los ojos, que ya son bastantes, que serán cada vez más, saben que siempre ganan los mismos, y siempre pierden los mismos! Los medios de “comunicación” tomaron el relevo de los cuerpos de seguridad del Estado (al servicio de sus minorías dominantes y en contra del pueblo) e intentaron apagar el fuego. Intentaron vincular el movimiento 15-M a los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, que como todas las anteriores, no producirán cambios en la sociedad (“si el voto sirviera de algo, estaría prohibido”, dice un gran cartel en la Puerta de la Solución). Pero los revolucionarios tampoco cayeron en esa trampa. El fuego no se apaga. Fluctúa, lógicamente, pero no se apaga. Es más, las llamas se empeñan en seguir avanzando. Los medios de comunicación “bombardearon” a la población para negar la esencia misma de la revolución. Intentaron primero recurrir a los viejos prejuicios (teorías conspirativas, que si son los radicales de izquierda, que si son los fascistas,…), intentaron volverla inofensiva, convertirla en una simple acampada, intentaron tergiversarla, convirtiéndola en un poblado de chabolas, intentaron ningunearla (hay cosas más interesantes como los habituales culebrones de la telebasura), pero todo esto tampoco funcionó. Los jóvenes, y menos jóvenes, indignados se resistían y encima tomaban la iniciativa: convocaron más manifestaciones, asambleas populares en los barrios (cuyas pegatinas son sistemáticamente despegadas de las paredes pues ellas, a diferencia de la publicidad, sí ensucian, y es que en esta democracia toda participación real “ensucia”), tomaban pacíficamente algunas emisoras de televisión del régimen para denunciar la manipulación de sus medios, etc., etc., etc. Los “acampados” no se limitan a esperar que la democracia real caiga del cielo, la buscan insistentemente. No sólo están acampados, también marchan con rumbo a la democracia.
Así como la #SpanishRevolution nació en la Puerta del Sol madrileña, tomará una fuerza considerable hoy viernes 27 de mayo de 2011, día que se intuye que va a ser histórico, en la hermosa Plaça de Catalunya barcelonesa. Realmente el régimen puede haber firmado su sentencia de muerte al reintentar el uso de la fuerza física indiscriminada contra personas que no han levantado ni un solo dedo frente a los gorilas que les golpeaban cobardemente sin ninguna contemplación. Por una vez, Madrid y Barcelona no rivalizarán en el fútbol, sino que colaborarán como hermanas por la Revolución, pues los pueblos son todos hermanos, lucharán conjuntamente, junto con el resto de plazas indignadas del Estado, para lograr un cambio de sistema, denunciando al sistema actual de la mejor manera posible en que el pueblo puede hacerlo: pacífica y masivamente en las calles. El régimen puede tener los días contados. La historia se acelera, propio de todo proceso revolucionario. Y es que después de ver cómo el ninguneo, el esperar a que los revolucionarios se cansaran, el intentar confundir en todos los cocederos de ideas (incluso usando el habitual ejército de quintas columnas para dividir a los revolucionarios desde dentro),…, no funcionaba, el Estado, impaciente de apagar el fuego de la regeneración democrática, ha intentado volver a la carga (nunca mejor dicho) haciendo lo que mejor sabe hacer: reprimir, reprimir, reprimir. Y esta vez la violencia ha vuelto a ser la que mejor sabe hacer, la que realmente ya sólo puede detener este castillo de naipes que se desmorona: la violencia física. Esta mañana con la excusa de “limpiar” (¡viva el cinismo!) la acampada barcelonesa, el Estado ha tanteado al enemigo, y se ha encontrado con un enemigo que resiste de la manera que más le perjudica: pacíficamente. La Revolución no ha caído en la trampa. Al contrario, como ocurre en tantas y tantas revoluciones, a medida que el Estado reprime cada vez más, la Revolución se asienta cada vez más. Los revolucionarios no han caído en la provocación y no han respondido violentamente, como deseaba el Estado violento para justificar sus métodos. Hoy todo el mundo ha podido comprobar en la televisión que “no somos antisistema, el sistema es antinosotros”. El pueblo catalán ha dado una gran lección. Sus héroes de la Plaça Catalunya de Barcelona han resistido la embestida de esta nueva fase de esta guerra. Una guerra entre el pueblo pacífico, ejemplar, “armado” con las palabras, con las pancartas, con los ordenadores, y el Estado, las minorías que lo controlan y con él al conjunto de la sociedad, que no consienten perder el poder más que por la fuerza, por la violencia más despiadada que puedan ejercer (no lo es más porque temen reavivar el fuego). El fuego ni se apaga por sí solo, ni se apaga cuando se le intenta apagar por la fuerza. El fuego avanza. El fuego acaba de empezar. El sistema se delata. ¡Frente a la razón de la fuerza el pueblo responde con la fuerza de la razón! ¡La verdadera fuerza del pueblo es la razón y el número! ¡Tenemos razón y somos la mayoría! ¡No podrán con nosotros!
La nueva Transición, que esta vez será verdadera, empezó en la Puerta del Sol madrileña, y puede consolidarse en la Plaça Catalunya barcelonesa, así como en el resto de plazas del Estado esta noche y este fin de semana. Madrid, Barcelona, todos los pueblos y naciones de España luchando juntos contra la falsa democracia. Entre todos podremos. Unamos nuestras fuerzas. Agitemos todos las manos por un sistema más democrático, realmente democrático. Un sistema donde el pueblo no sea culpable por querer un sistema mejor, más justo, más digno, más libre, donde no sea apaleado brutalmente por reunirse pacíficamente en sus lugares públicos, por un sistema donde el derecho de reunión, como tantos y tantos derechos y libertades, no sea papel mojado. ¡Por una democracia real, ya!
¡Esta tarde y este fin de semana, todos a las calles y a las plazas!
¡Respondamos a la violencia del Estado pacíficamente!
¡Limpiemos nosotros, con las únicas armas de la razón y la indignación, nuestro ensuciado sistema!
Como era de esperar, el Estado no se iba a quedar de brazos cruzados viendo cómo miles de ciudadanos, en la calle y en el ciberespacio, lo cuestionan, apuntando a su mismo corazón: su presunta democracia, su régimen político. En toda revolución, porque cuando miles de ciudadanos toman de forma organizada la iniciativa para pedir cambios de sistema eso se ha llamado siempre revolución, se producen distintas fases. En su fase inicial prende la chispa, el Estado intenta apagarla y en su burdo intento, a veces, se produce el efecto contrario, la llama se aviva. Esto ocurrió en la Puerta del Sol el día 15-M que, sin duda, pasará a la historia. Tras la chispa el fuego se extiende, el Estado intenta primero contenerlo, ya no se atreve a apagarlo mediante los métodos expeditivos que intentó al principio, y la estrategia cambia. Se pasa a una segunda fase: intentar que la revolución naciente no vaya a más. Se recurre a la ley para intentar reprimirla, aun contradiciendo a la ley de leyes del propio régimen, se antepone una confusa ley electoral (esa misma que atenta contra la esencia de la democracia al hacer que unos votos valgan más que otros) a la misma Constitución, para intentar reprimir mediante la “ley” lo que no se pudo hacer mediante la violencia física, es decir, mediante la ley del más fuerte.
La estrategia del Estado es siempre la misma: la violencia represora. Lo que cambia es la forma que toma dicha violencia. Tan pronto se usa la violencia física, como la psicológica, como la legal, como la ideológica. La segunda fase de la Spanish Revolution consistía en ver si la Revolución tomaba forma como tal o no. Los “ejércitos” mediáticos se pusieron manos a la obra intentando reconducir el evento hacia lares menos peligrosos, que se convirtiera tan sólo en la protesta contra un gobierno, en vez de contra un régimen, que se vinculara con las elecciones municipales (sabedores de que eso podría acabar con ella, pues en pocos días no se puede conseguir despertar a toda la población, “informada” de lo ocurrido en las plazas de las Soluciones mediante los medios de desinformación controlados), intentaron asociarla a cierto partido o a cierta ideología para que los prejuicios se pusieran a trabajar, es decir, a bloquear las mentes de millones de ciudadanos. Etc., etc., etc. Pero todo esto no funcionó. La llama se avivó cada vez más. El viernes 20 de mayo de 2011 miles de personas que abarrotaban la Puerta del sol, rebautizada por los revolucionarios (gentes normales, jóvenes, no tan jóvenes, estudiantes, trabajadores, manuales e intelectuales, parados, universitarios,…) como plaza de la Solución, proclamaban bien en alto que “lo llaman democracia y no lo es”, “que no nos representan”, desafiaban al Estado y sus incongruentes leyes, esas mismas que en nombre de la democracia la vacían de contenido. Ese viernes, que pasará a la historia, la Revolución española del siglo XXI era proclamada bien en alto por un pueblo indignado, por su vanguardia, por su parte más consciente y comprometida. Un pueblo que superó su miedo al pasado, al presente y al futuro. Ese pueblo que, por fin, ha despertado, y quiere tomar las riendas de su destino. El despertar no afecta a todo el mundo por igual, las llamas no afectan a todo el bosque aún, pero las llamas se extienden rápidamente. A medida que el Estado reacciona y muestra su auténtico rostro, el fuego se reaviva. Cada vez es más difícil no ver que lo llaman democracia y no lo es.
Tras las elecciones la población fue “bombardeada” de lo que lleva siendo bombardeada desde hace muchos años: de “política” rosa, de “política” convertida en un culebrón para ver quien sucede a quien (¡como si eso fuese a tener consecuencias para el pueblo!), de “política” convertida en un bingo para ver quien gana y quien no. ¡Cuando todos los ciudadanos, por lo menos quienes ya han abierto los ojos, que ya son bastantes, que serán cada vez más, saben que siempre ganan los mismos, y siempre pierden los mismos! Los medios de “comunicación” tomaron el relevo de los cuerpos de seguridad del Estado (al servicio de sus minorías dominantes y en contra del pueblo) e intentaron apagar el fuego. Intentaron vincular el movimiento 15-M a los resultados de las elecciones municipales y autonómicas, que como todas las anteriores, no producirán cambios en la sociedad (“si el voto sirviera de algo, estaría prohibido”, dice un gran cartel en la Puerta de la Solución). Pero los revolucionarios tampoco cayeron en esa trampa. El fuego no se apaga. Fluctúa, lógicamente, pero no se apaga. Es más, las llamas se empeñan en seguir avanzando. Los medios de comunicación “bombardearon” a la población para negar la esencia misma de la revolución. Intentaron primero recurrir a los viejos prejuicios (teorías conspirativas, que si son los radicales de izquierda, que si son los fascistas,…), intentaron volverla inofensiva, convertirla en una simple acampada, intentaron tergiversarla, convirtiéndola en un poblado de chabolas, intentaron ningunearla (hay cosas más interesantes como los habituales culebrones de la telebasura), pero todo esto tampoco funcionó. Los jóvenes, y menos jóvenes, indignados se resistían y encima tomaban la iniciativa: convocaron más manifestaciones, asambleas populares en los barrios (cuyas pegatinas son sistemáticamente despegadas de las paredes pues ellas, a diferencia de la publicidad, sí ensucian, y es que en esta democracia toda participación real “ensucia”), tomaban pacíficamente algunas emisoras de televisión del régimen para denunciar la manipulación de sus medios, etc., etc., etc. Los “acampados” no se limitan a esperar que la democracia real caiga del cielo, la buscan insistentemente. No sólo están acampados, también marchan con rumbo a la democracia.
Así como la #SpanishRevolution nació en la Puerta del Sol madrileña, tomará una fuerza considerable hoy viernes 27 de mayo de 2011, día que se intuye que va a ser histórico, en la hermosa Plaça de Catalunya barcelonesa. Realmente el régimen puede haber firmado su sentencia de muerte al reintentar el uso de la fuerza física indiscriminada contra personas que no han levantado ni un solo dedo frente a los gorilas que les golpeaban cobardemente sin ninguna contemplación. Por una vez, Madrid y Barcelona no rivalizarán en el fútbol, sino que colaborarán como hermanas por la Revolución, pues los pueblos son todos hermanos, lucharán conjuntamente, junto con el resto de plazas indignadas del Estado, para lograr un cambio de sistema, denunciando al sistema actual de la mejor manera posible en que el pueblo puede hacerlo: pacífica y masivamente en las calles. El régimen puede tener los días contados. La historia se acelera, propio de todo proceso revolucionario. Y es que después de ver cómo el ninguneo, el esperar a que los revolucionarios se cansaran, el intentar confundir en todos los cocederos de ideas (incluso usando el habitual ejército de quintas columnas para dividir a los revolucionarios desde dentro),…, no funcionaba, el Estado, impaciente de apagar el fuego de la regeneración democrática, ha intentado volver a la carga (nunca mejor dicho) haciendo lo que mejor sabe hacer: reprimir, reprimir, reprimir. Y esta vez la violencia ha vuelto a ser la que mejor sabe hacer, la que realmente ya sólo puede detener este castillo de naipes que se desmorona: la violencia física. Esta mañana con la excusa de “limpiar” (¡viva el cinismo!) la acampada barcelonesa, el Estado ha tanteado al enemigo, y se ha encontrado con un enemigo que resiste de la manera que más le perjudica: pacíficamente. La Revolución no ha caído en la trampa. Al contrario, como ocurre en tantas y tantas revoluciones, a medida que el Estado reprime cada vez más, la Revolución se asienta cada vez más. Los revolucionarios no han caído en la provocación y no han respondido violentamente, como deseaba el Estado violento para justificar sus métodos. Hoy todo el mundo ha podido comprobar en la televisión que “no somos antisistema, el sistema es antinosotros”. El pueblo catalán ha dado una gran lección. Sus héroes de la Plaça Catalunya de Barcelona han resistido la embestida de esta nueva fase de esta guerra. Una guerra entre el pueblo pacífico, ejemplar, “armado” con las palabras, con las pancartas, con los ordenadores, y el Estado, las minorías que lo controlan y con él al conjunto de la sociedad, que no consienten perder el poder más que por la fuerza, por la violencia más despiadada que puedan ejercer (no lo es más porque temen reavivar el fuego). El fuego ni se apaga por sí solo, ni se apaga cuando se le intenta apagar por la fuerza. El fuego avanza. El fuego acaba de empezar. El sistema se delata. ¡Frente a la razón de la fuerza el pueblo responde con la fuerza de la razón! ¡La verdadera fuerza del pueblo es la razón y el número! ¡Tenemos razón y somos la mayoría! ¡No podrán con nosotros!
La nueva Transición, que esta vez será verdadera, empezó en la Puerta del Sol madrileña, y puede consolidarse en la Plaça Catalunya barcelonesa, así como en el resto de plazas del Estado esta noche y este fin de semana. Madrid, Barcelona, todos los pueblos y naciones de España luchando juntos contra la falsa democracia. Entre todos podremos. Unamos nuestras fuerzas. Agitemos todos las manos por un sistema más democrático, realmente democrático. Un sistema donde el pueblo no sea culpable por querer un sistema mejor, más justo, más digno, más libre, donde no sea apaleado brutalmente por reunirse pacíficamente en sus lugares públicos, por un sistema donde el derecho de reunión, como tantos y tantos derechos y libertades, no sea papel mojado. ¡Por una democracia real, ya!
¡Esta tarde y este fin de semana, todos a las calles y a las plazas!
¡Respondamos a la violencia del Estado pacíficamente!
¡Limpiemos nosotros, con las únicas armas de la razón y la indignación, nuestro ensuciado sistema!
1 Comentarios
Un fraternal saludo desde Argentina. Acá sufrimos y todavía tratamos de salir de lo mismo. Viva la lucha del Pueblo en la calle. Félix (http://www.youtube.com/user/Arribalosdeabajo?feature=mhee#p/a/u/0/JfjW3Uk8nCI)
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