Fuente: KAOSENLARED.NET --
Lo que tengo que decir no va a gustar a muchos, pero uno está aquí para hacer amigos. Hasta hace un par de días veía con enorme esperanza a las gentes de toda edad y condición que, reunidas en Sol y en otras plazas de todas España, exigían un cambio. Por fin, parecía haberse colmado el vaso de paciencia de los españoles que, tras tantos años de democracia formal/liberal y de ver como los políticos usaban contra ellos los mismos votos que habían tenido a bien darles, se unían para clamar su indignación. La música, no lo negaré, sonaba maravillosamente. Para empezar, las peticiones del movimiento del 15-M no podían ser más justas y sensatas: más participación política, un sistema fiscal más progresivo, nacionalización de aquellos bancos que hubieran requerido de un rescate, referéndums para la ratificación de las medidas económicas restrictivas impuestas desde Europa... Una retahíla de benditas exigencias que amenazaban con devolver la dignidad a este país y convertirlo, como dice el lema del movimiento, en una "Democracia real". Sin embargo, mi entusiasmo inicial ha empiezado a convertirse en escepticismo ante la constatación de que el movimiento carece de una mínima estrategia más allá de aguantar "hasta que los echen".
Y es que las buenas intenciones no bastan: los cementerios están llenos de ellas. Como decía aquel anuncio de Pirelli, "La potencia sin control no sirve de nada". Y observo con creciente preocupación como el movimiento, sin que ni siquiera haya pasado una semana de su irrupción pública, ya empieza a anquilosarse y mostrarse incapaz de pasar de la fase de las acampadas y los eslóganes estereotipados al peor estilo Mayo del 68. Cuidado; no hay ironía ni desprecio en mis palabras: es evidente que las concentraciones en Sol y otras plazas de España han tenido ya un éxito monumental y han bastado para poner francamente nerviosos a políticos y mercados financieros. Pero pensar que sólo con concentraciones, por numerosas que sean, va a conseguirse ni uno sólo de los objetivos expuestos en el manifiesto de "Democracia real Ya" es simplemente ridículo. ¿Cree alguno de los concentrados en Sol que el Sistema va ha hacerse el harakiri sólo para satisfacer los deseos de una minoría (por activa que sea) de niñatos desarrapados o hippies trasnochados? ¿Alguien cree que este gobierno o el siguiente, sabiendo que HAGA LO QUE HAGA tiene garantizados 8 millones de votos (gracias, entre otras cosas, al apoyo del complejo mediático-financiero), va a morder la mano que le alimenta aprobando, por ejemplo, subidas de impuestos a las rentas más altas o imponiendo controles reales a la banca?
Por desgracia, y según estoy viendo en las redes, la respuesta es "sí": muchos (no tardarán en comprender su error) así lo creen. Y eso le garantiza un rotundo fracaso al movimiento.
Os diré lo que, muy a mi pesar, pasará: dentro de tres días la acampada de Sol dejará de ser la primera noticia en los informativos, y en dos semanas ningún medio se molestará ni tan siquiera en mencionarla. En un mes todo lo que quedará de "Democracia real ya" serán una par de tiendas raquíticas perdidas en Sol a las que nadie prestará atención. Con eso cuenta ya el sistema: con la muerte lenta e indolora del 15-M.
Viendo a esa gente en Sol, sentada pacíficamente bajo los toldos, no puedo evitar recordar una frase de Mao: "Una revolución no es un picnic; es una acto violento por el que una clase derriba a otra". Y, por desgracia, la historia universal se empeña en demostrar la certeza de esta afirmación: nada relevante se ha conseguido tan fácilmente como los ingenuos manifestantes parecen creer: ni siquiera una revolución democrática. Aquellos que están en Sol, si quieren triunfar, han de empezar a asimilar que la victoria va a requerir mucho más que eslóganes pegadizos, pancartas y sentadas: van a tener que empezar a pensar a lo grande y concienciarse de que sólo un desafío abierto al Sistema (y hablo de audacia, imaginación e insumisión, no de violencia física) puede hacer que éste comience a resquebrajarse. Ojala me equivoque: no sería la primera vez.
Lo que tengo que decir no va a gustar a muchos, pero uno está aquí para hacer amigos. Hasta hace un par de días veía con enorme esperanza a las gentes de toda edad y condición que, reunidas en Sol y en otras plazas de todas España, exigían un cambio. Por fin, parecía haberse colmado el vaso de paciencia de los españoles que, tras tantos años de democracia formal/liberal y de ver como los políticos usaban contra ellos los mismos votos que habían tenido a bien darles, se unían para clamar su indignación. La música, no lo negaré, sonaba maravillosamente. Para empezar, las peticiones del movimiento del 15-M no podían ser más justas y sensatas: más participación política, un sistema fiscal más progresivo, nacionalización de aquellos bancos que hubieran requerido de un rescate, referéndums para la ratificación de las medidas económicas restrictivas impuestas desde Europa... Una retahíla de benditas exigencias que amenazaban con devolver la dignidad a este país y convertirlo, como dice el lema del movimiento, en una "Democracia real". Sin embargo, mi entusiasmo inicial ha empiezado a convertirse en escepticismo ante la constatación de que el movimiento carece de una mínima estrategia más allá de aguantar "hasta que los echen".
Y es que las buenas intenciones no bastan: los cementerios están llenos de ellas. Como decía aquel anuncio de Pirelli, "La potencia sin control no sirve de nada". Y observo con creciente preocupación como el movimiento, sin que ni siquiera haya pasado una semana de su irrupción pública, ya empieza a anquilosarse y mostrarse incapaz de pasar de la fase de las acampadas y los eslóganes estereotipados al peor estilo Mayo del 68. Cuidado; no hay ironía ni desprecio en mis palabras: es evidente que las concentraciones en Sol y otras plazas de España han tenido ya un éxito monumental y han bastado para poner francamente nerviosos a políticos y mercados financieros. Pero pensar que sólo con concentraciones, por numerosas que sean, va a conseguirse ni uno sólo de los objetivos expuestos en el manifiesto de "Democracia real Ya" es simplemente ridículo. ¿Cree alguno de los concentrados en Sol que el Sistema va ha hacerse el harakiri sólo para satisfacer los deseos de una minoría (por activa que sea) de niñatos desarrapados o hippies trasnochados? ¿Alguien cree que este gobierno o el siguiente, sabiendo que HAGA LO QUE HAGA tiene garantizados 8 millones de votos (gracias, entre otras cosas, al apoyo del complejo mediático-financiero), va a morder la mano que le alimenta aprobando, por ejemplo, subidas de impuestos a las rentas más altas o imponiendo controles reales a la banca?
Por desgracia, y según estoy viendo en las redes, la respuesta es "sí": muchos (no tardarán en comprender su error) así lo creen. Y eso le garantiza un rotundo fracaso al movimiento.
Os diré lo que, muy a mi pesar, pasará: dentro de tres días la acampada de Sol dejará de ser la primera noticia en los informativos, y en dos semanas ningún medio se molestará ni tan siquiera en mencionarla. En un mes todo lo que quedará de "Democracia real ya" serán una par de tiendas raquíticas perdidas en Sol a las que nadie prestará atención. Con eso cuenta ya el sistema: con la muerte lenta e indolora del 15-M.
Viendo a esa gente en Sol, sentada pacíficamente bajo los toldos, no puedo evitar recordar una frase de Mao: "Una revolución no es un picnic; es una acto violento por el que una clase derriba a otra". Y, por desgracia, la historia universal se empeña en demostrar la certeza de esta afirmación: nada relevante se ha conseguido tan fácilmente como los ingenuos manifestantes parecen creer: ni siquiera una revolución democrática. Aquellos que están en Sol, si quieren triunfar, han de empezar a asimilar que la victoria va a requerir mucho más que eslóganes pegadizos, pancartas y sentadas: van a tener que empezar a pensar a lo grande y concienciarse de que sólo un desafío abierto al Sistema (y hablo de audacia, imaginación e insumisión, no de violencia física) puede hacer que éste comience a resquebrajarse. Ojala me equivoque: no sería la primera vez.
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