Fabio Di Celmo. Joven turista italiano vÍctima de un acto terrorista contra Cuba, al explotar una bomba que ordenó poner Luis Posada Carriles en el Hotel Copacabana en La Habana.
Nació el 1 de junio de 1965, en Génova, Italia. Sus padres, Giustino Di Celmo y Ora Bassi.
El padre, hombre apasionado por el arte y la historia de su tierra natal, había bautizado a su primera hija con el nombre de Tiziana, en homenaje al eminente pintor italiano Tiziano Vecellio, representante máximo del Renacimiento veneciano. Al segundo, lo llamó Livio, como el héroe de la antigua Roma y, siguiendo la tradición que ya había iniciado, a su tercer hijo lo bautizó con el nombre de Fabio, como el célebre comandante romano, inteligente, corajudo y humano, para perpetuarlo en el niño que recién nacía.
Fabio creció en la misma casa donde había nacido. Los vecinos de Génova Pegli, municipio situado en la famosa Ribera de las Flores, en la Costa Azul, vieron correr por sus parques y calles a este muchacho juguetón y generoso del que todos guardan gratos recuerdos.
A los siete años comenzó la práctica del fútbol y jugó por primera vez en el equipo Asociación Calcio, de la ciudad de Génova, de la Liga Nacional, al que perteneció desde los siete hasta los 11 años. Integró el Libertas y otros equipos de su ciudad, hasta que pasó a formar parte del Sciarborasca, de la genovesa municipalidad de Cogoleto, con el número 10 en su camiseta.
Llegada a Cuba
En 1992, junto a su padre, llegó a Cuba. Los Di Celmo se sumaron así a la larga lista de empresarios procedentes de diferentes países que cometieron el grave «delito» de romper el bloqueo de Estados Unidos. El único partido de fútbol que jugó en Cuba fue en el Cotorro, el 17 de diciembre de 1996 y su mayor sueño fue traer a los integrantes del Sciarborasca, su equipo, a jugar a Cuba.
Su muerte
El jueves 4 de septiembre de 1997 estalló la bomba que mató a Fabio en el vestíbulo-bar del Hotel Copacabana, una esquirla de metal del cenicero donde se puso la bomba, se le incrustó en la parte izquierda del cuello y le cercenó una vértebra cervical y la arteria carótida. Fue colocada por el mercenario salvadoreño Raúl Ernesto Cruz León, quien en el juicio de marzo de 1999 confesó que Francisco Chávez Abarca, alias «El Panzón» lo contrató cuando trabajaba en una agencia de alquiler de autos en San Salvador.
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