Se avecina un tsunami social

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El “tsunami”, fenómeno de la naturaleza como el desatado tras el potente terremoto registrado hace unos días en Japón, y que se teme haya podido causar más de 1.500 muertes, es una gran ola o una serie de olas producidas en una masa de agua por el empuje violento de una fuerza que la desplaza verticalmente.

Los terremotos son la mayor causa de los “tsunamis”, aunque también pueden provocarlos volcanes, meteoritos, derrumbes costeros o subterráneos e incluso explosiones de gran magnitud.

Para que un terremoto origine un “tsunami” el fondo marino debe ser movido abruptamente en sentido vertical, de modo que el océano es impulsado fuera de su equilibrio normal. Cuando esa inmensa masa de agua trata de recuperar su equilibrio, se generan las olas.

La primera ola no suele ser la más alta, sino que es muy parecida a las normales; después se produce un impresionante descenso del nivel del mar seguido por la primera ola gigantesca, y a continuación por varias más (información obtenida de Cuba Debate: http://www.cubadebate.cu/noticias/2011/03/11/que-es-y-como-se-forma-un-tsunami-infografia/)

Estos días observamos atónitos el sufrimiento del pueblo japonés ante las consecuencias del efecto combinado de un terremoto y un tsunami. La violencia de los fenómenos naturales está siendo creciente, y no son pocas las voces que nos alertan de este tipo de fenómenos como consecuencia del desequilibrio en la naturaleza producido por el sistema de producción y destrucción capitalista. Más allá de esta línea de reflexión, existen ciertos paralelismos entre este fenómeno de la naturaleza con la situación que vivimos desde un punto de vista social, económico y político en el conjunto de pueblos bajo jurisdicción del estado español son evidentes: el tsunami es un fenómeno de la naturaleza que se produce en tres fases consecutivas, la actual ofensiva neoliberal también, y sus consecuencias para las clases trabajadoras son desastrosas en ambos casos.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que los tsunamis se originan a muchos kilómetros de la costa, debido como decíamos al desplazamiento de cantidades ingentes de agua producido por el efecto de fuertes terremotos o movimientos bruscos en la corteza submarina. Esa es su fuerza motriz desencadenante.

A grandes rasgos podemos afirmar que estamos ante el final de un ciclo de crecimiento capitalista basado principalmente en la construcción, en la especulación con las viviendas, así como en el expolio imperialista. Tal y como era previsible, la burbuja inmobiliaria tocó techo, y algunas grandes entidades financieras norteamericanas altamente implicadas en el negocio inmobiliario así como en prácticas especulativas de alto riesgo (principalmente con hipotecas) quebraron en septiembre de 2008. A continuación, se produjo un efecto de crisis de deuda concatenada que afectó a otras entidades financieras a lo largo y ancho del planeta (dependientes en último término del capital financiero norteamericano y anglosajón) El fin de ciclo de crecimiento capitalista fue el epicentro del terremoto.

Existe una segunda fase en el proceso de desencadenamiento de un tsunami: como producto de esa fuerza vertical en alta mar, se produce un notable descenso del nivel de las aguas en la costa. Los pueblos que han convivido durante la historia con estos fenómenos de la naturaleza, como el japonés, toman este indicador como referente de la magnitud de la ola que llegará a la costa. A mayor descenso del nivel del mar, mayor será el tamaño de las olas que se avecinen. Cabe destacar que ciertas especies de animales conservan una capacidad instintiva altamente eficaz a la hora de percibir e intuir estos desastres naturales, en muchas ocasiones muy superiores a las del ser humano.

Trasladando estas reflexiones al plano social, económico y político, es evidente que hemos padecido un descenso en el nivel de las aguas, que no es otra cosa que el saqueo que se ha producido en las cuentas públicas de los estados del sur de Europa, producido mediante la inyección de ingentes cantidades de dinero público para sanear las cuentas de las entidades financieras. Las cuentas públicas están en situación de déficit, la deuda se convierte en inasumible para ciertos estados, y aún se amenaza con nuevas inyecciones (a las cajas de ahorro sin ir más lejos en el caso del estado español)

Y finalmente, tras el descenso producido en el nivel del mar en la costa, se producen las olas, ya que el agua tiende a restablecer su nivel de equilibrio anterior ocupando el vacío dejado en la costa por efecto de la fuerza vertical originaria del fenómeno. Esas olas tardan en llegar, pero aunque no lo acabemos de creer, finalmente llegan, arrastrando una enorme masa de agua tras de sí, y cuando lo hacen, arrasan con todo lo que encuentran a su paso.

Los estados más débiles, denominados PIGS despectivamente, faltos de recursos públicos (que han sido inyectados para sanear las cuentas de las entidades privadas), deben financiar la deuda en los mercados internacionales. Esas olas gigantes se asemejan mucho toda la batería de medidas impuestas a las sociedades por el capital financiero como garantía de pago de la deuda asumida. Esas olas gigantescas adoptan en nuestro caso la forma de reformas laborales, privatizaciones progresivas, desmantelamiento del tejido industrial, agrícola y ganadero al servicio de los dictados de la UE, precarización de las condiciones de trabajo, amenazas al sistema público de pensiones, aumento de la violencia contra las mujeres, fascistización de la sociedad, amenazas de nuevos conflictos bélicos imperialistas, y un largo etcétera.

Esas son las olas gigantes que ya están comenzando a golpear en nuestra precaria situación. Olas que constituyen la fuerza sobre la que se pretende edificar un nuevo sistema social. No estamos ante una mera sucesión de recortes, sino ante el intento por parte del capital financiero de imponer un cambio de modelo social, de terribles consecuencias para las mujeres y las clases trabajadoras de los pueblos.

Aunque nos cueste percibirlo, se están adoptando toda una serie de medidas que van a cambiar radicalmente nuestras condiciones de vida futuras, así como las de las generaciones venideras. Puede que nos esté costando percibirlo, puede que estamos todavía en la playa, de pie, mirando al horizonte, pensando: ¿es posible que lo que ven nuestros ojos sea aquello que no nos atrevemos siquiera a imaginar? Esas decisiones políticas y económicas que hoy en día nos afectan y que van a determinar nuestras vidas, al igual que los tsunamis, se originan en la lejanía, y los seres humanos solemos tener ciertas dificultades a la hora de percibir cambios profundos, ya que tendemos a pensar que las cosas van a seguir ocurriendo como hasta ahora.

En youtube existen una serie de vídeos grabados por video-aficionados que también deberían hacernos reflexionar, ya que muestran diferentes actitudes humanas ante este tipo de fenómenos poco corrientes. En uno de estos vídeos (http://www.youtube.com/watch?v=agqy1LncD-I&feature=related) podemos observar (en el minuto 2:40) cómo hay una persona en la playa, que aunque parezca mentira, espera a la ola de frente, y obviamente, es arrasada por ella. Es tremendo, y por eso mismo conviene detenerse por un momento a reflexionar. ¿Qué impulsa a esa persona a permanecer inmóvil? Tal vez el miedo causado por las proporciones gigantescas de la ola que se avecina, tal vez la falta de conciencia sobre las proporciones reales del fenómeno y sobre las consecuencias que conllevará para su vida. Tal vez la fascinación, cierto grado de estupidez, o la percepción subjetiva de que no podía ser, esa ola tendría que detenerse a sus pies al llegar a tierra, como el resto de olas que había visto hasta entonces. La consecuencia en definitiva es fatal, esa persona es tragada literalmente por la poderosa corriente de agua.

Otros vídeos en cambio muestran un cierto proceso de concienciación de las personas que graban desde la orilla los primeros indicios del tsunami, que se están produciendo en la lejanía de alta mar. Estas personas se dan cuenta de que deben actuar antes de que las olas que ya se vislumbran lleguen a la costa. No sabemos el desenlace, pero es probable que esa actitud sirviera para que esas personas salvaran la vida. Esas personas tuvieron la capacidad de interpretar un fenómeno nuevo, que sus ojos no habían visto jamás, y a pesar de ello, tomaron la decisión acertada en el momento acertado

(http://www.youtube.com/watch?v=InE0X0Eomqg&feature=related)

Llegados a este punto, hay que tener en cuenta que la diferencia esencial entre los tsunamis naturales y los actuales fenómenos que estamos viviendo es que el actual proceso en forma de tsunami social que se cierne sobre nosotr@s lo podemos parar, porque su origen es humano, responde a unos intereses concretos, y es posible levantar una correlación de fuerzas lo suficientemente resistente como para detenerlo. Es posible hacerlo, pero hay que ponerse manos a la obra. En nuestro caso, ante la inminencia del desastre, no se trata de buscar refugios elevados para salvar el pellejo individualmente, sino de redoblar nuestros esfuerzos y nuestras capacidades de trabajo colectivo para construir un dique que salve a nuestro pueblo de las consecuencias de aquellas medidas que se están adoptando, olas gigantescas que golpean y arrasan nuestras vidas.

Hay distintas voces que nos advierten que estamos ante un tsunami social de consecuencias desastrosas. Todos los indicadores así lo alertan. Tenemos que ser capaces de percibir con anterioridad lo que está ocurriendo y ponernos manos a la obra. La lucha es nuestro único camino.

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