Todo está preparado para que José Luis Rodríguez Zapatero y Angela Merkel disputen un nuevo asalto del pulso desigual que mantienen desde el inicio del año. El escenario será la cumbre que este jueves y viernes celebran en Bruselas los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la UE. Los mercados y la crisis de la deuda acorralan al presidente español, mientras que la canciller alemana ejerce de César: con apuntar hacia arriba o hacia abajo su pulgar, puede evitar la quiebra del Estado español o arrojarlo a los leones.
En los círculos cercanos a Merkel se descuenta que España está abocada a solicitar ayuda exterior. Y que Zapatero ya sólo tiene margen para intentar negociar un rescate light en apariencia, que le evite presentarse ante la opinión pública como el Gobernante que llevó a España a la bancarrota y que se vio obligado a someterse a los dictados de Bruselas y del Fondo Monetario Internacional (FMI) para ser socorrido. Dictados que le obligarían a emprender un ajuste presupuestario y un programa de reformas económicas más duro que el actual, y menos digerible para los votantes.
España quiere un rescate light
Zapatero acude hoy a Bruselas pidiendo que la UE flexibilice el uso de su actual fondo de rescate. Europa y el FMI disponen de un bote de un máximo teórico de 750.000 millones de euros para rescatar países al borde del abismo. El presidente español pedirá, como han reconocido fuentes de Moncloa, que este fondo se utilice de manera preventiva y no sólo como último recurso, cuando la situación se ha deteriorado irremediablemente, como ocurrió con Grecia en primavera e Irlanda este otoño.
El Gobierno propone que este mecanismo compre deuda pública para rebajar las tensiones en los mercados. Es una función que en la actualidad está cumpliendo el Banco Central Europeo (BCE), pero con el coste de que la autoridad monetaria de la zona euro corre el riesgo de sufrir pérdidas al adquirir papel de Portugal, Grecia e Irlanda, que le empujan a una ampliación de capital.
Madrid también pide que el fondo de rescate conceda créditos a corto plazo para apuntalar la liquidez de los Estados en apuros y prevenir problemas posteriores y más graves de solvencia. La idea no es nueva. elEconomista adelantó el pasado mes de junio que el Gobierno mantenía contactos con el FMI y con la UE para sondear la posible concesión de una línea de liquidez de entre 200.000 y 250.000 millones de euros.
Alemania alarga el plazo y la agonía
Pero fuentes comunitarias advierten que la idea de intervenciones preventivas ya se planteó en los casos de Irlanda y Grecia, y temen que ahora tampoco arraigue. Alemania demoró hasta el último momento el rescate griego para evitar, sin éxito, que coincidiera con unas elecciones regionales en las que el Gobierno se jugaba la mayoría en el Senado. Pero también para poner a Atenas al borde del abismo, castigarla por haber falseado sus cuentas públicas durante una década, y dejarla postrada antes de imponerle su actual plan de ajuste. Para Alemania, la ayuda de rescate debe ser el último recurso.
De hecho, si Berlín forzó la participación del FMI en los rescates de países de la zona euro (pese a que el BCE defendía que los trapos sucios de la moneda única se debían lavar en casa, y que EE UU no pediría ayuda externa ni permitiría que nadie husmeara en caso de insolvencia de uno de sus Estados) fue sólo para que contribuyera con parte de los fondos y así rebajar la factura al contribuyente alemán. Fue también porque calculaba que los expertos del FMI negociarían con más dureza que los de la Comisión Europea y el BCE el plan de ajuste a ejecutar.
En Bruselas se teme que Berlín calque su actuación si España pide ayuda, y alargue los tiempos y la agonía. Y como advierten fuentes comunitarias, el problema de España, como el de Portugal o el de Italia, es que sus presiones para agilizar estos procedimientos pese a las reticencias germanas están lastradas porque necesariamente deben ser discretas para no provocar una estampida en los mercados.
Batallas a las que se renuncia de antemano
España también es partidaria de que los 750.000 millones del fondo se dupliquen para calmar a los inversores. El mercado juzga que el montante actual basta para reflotar pequeñas economías como la de Grecia, Irlanda o Bélgica, pero sería insuficiente para socorrer a España e Italia, los siguientes de la lista.
Pero ante la negativa de Alemania secundada por Francia, Zapatero no tiene previsto insistir en el aumento del fondo, y se centrará en su flexibilización. Merkel considera que de momento hay necesidad de incrementar el fondo que, de hecho, sólo ha sido utilizado para ayudar a Irlanda porque a Grecia se la apoyó mediante un mecanismo específico. Aunque como ha reconocido Axel Weber, presidente del Bundesbank o banco central de Alemania, el mecanismo se dotará de más recursos si, llegado el caso, fuera necesario.
El Gobierno español, al contrario que el luxemburgués y el italiano, también renuncia a dar la batalla para que los países de la zona euro realicen emisiones conjuntas de eurobonos. Considera que es una idea interesante, pero que su materialización llegaría tarde para resolver esta crisis. Alemania veta los eurobonos desde hace dos décadas, y en la actualidad cuenta con el apoyo de Francia.
Merkel niega que, como asegura la prensa alemana, su negativa se deba a que emitir eurobonos supondría para Berlín un encarecimiento anual de 17.000 millones de euros para financiar su deuda. Se escuda en que para emitir deuda europea habría que reformar el tratado de la UE en profundidad, lo que abriría la caja de Pandora de una negociación larga y de resultado incierto.
Y en que los países laxos dejarían de estar sometidos a la presión de los mercados que encarecen y restringen su acceso a la financiación, de modo que se perdería el estímulo que los obliga a sanear sus cuentas y reformas sus economías. Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, ha suscrito esta semana las tesis alemanas.
Merkel desconfía de Zapatero
La situación española se debilita por la desconfianza de Merkel frente a Zapatero. Según aseguran fuentes comunitarias, la canciller alemana nunca ha perdonado que el español le prometiera un final feliz en la batalla por Endesa, y que al final se la entregara a la italiana Enel mientras que la alemana E.ON se tuvo que conformar con los despojos de la operación.
Cuando el Gobierno español asumió en enero de este año la presidencia semestral de la UE y el propio Zapatero propuso sancionar a los países que no reformaran sus economías, Berlín le desautorizó de inmediato y tumbó la idea. La humillación fue doble cuando pocas semanas después el Gobierno alemán impuso al resto de sus socios comunitarios, ante una presidencia española maniatada por la crisis, endurecer las sanciones contra los países que incurrieran en déficits y deudas excesivas. Y vigilar a aquellos en los que, como España, se habían disparado los precios, los salarios y había explotado la burbuja inmobiliaria.
Berlín llegó a abrir la puerta de salida del euro a los países más problemáticos, mientras que Zapatero aseguraba que el euro no se desgajaría. Ahí tuvo el español el apoyo de Trichet y de Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo: las reuniones de los ministros de Economía y Finanzas de la zona euro.
Zapatero, pese a que su Gobierno ejercía la presidencia rotativa de la UE, quedó relegado a un segundo plano en las decisiones de primavera de rescatar a Grecia y crear un fondo de rescate de países en apuros. Pero al menos también contó con las simpatías del presidente galo Nicolas Sarkozy, quien llegó a amenazar a Merkel con abandonar el euro si no se creaba tal fondo y no se forzaba al BCE comprar deuda pública de los Estados apurados. Eso sí, a cambio la UE le obligó a empezar a dar tijeretazos en sus presupuestos y tomarse en serio las reformas del mercado laboral, las pensiones y las cajas de ahorros.
En la cumbre de la UE de junio Zapatero se tomó la revancha, lo que desde luego no contribuyó a mejorar sus relaciones con Merkel, como tampoco lo hacen las declaraciones actuales en las que el Gobierno la acusa de insolidaria y de atizar los temores de los mercados. En junio, España forzó al resto de sus socios comunitarios a publicar los resultados de las pruebas que se hicieron a un centenar de bancos para determinar su solvencia. Aunque las deficiencias de estos test de estrés eran patentes, la banca española mejoró su imagen internacional y la alemana la empeoró.
Zapatero se queda sólo
El gran problema de Zapatero es que ahora se ha alineado con Merkel el francés Sarkozy, el principal valedor del español en Bruselas y en el G-20: el grupo de los países más ricos del planeta y las economías emergentes más prometedoras. Y tanto París como Berlín han generado una enorme incertidumbre en los mercados al defender que los titulares de bonos públicos (bancos principalmente) de países de la zona euro en apuros deban correr con parte de la factura de reflotarlos, condonando parte de la deuda. Puesto que París y Berlín suman casi la mitad del fondo de rescate, su posición dominante es incuestionable.
De momento, por más que lo niegue, la UE ha forzado a Zapatero a aplicar un nuevo plan de ajuste y a redinamizar la reforma de las pensiones. Bruselas había puesto en duda que el Gobierno logrará cumplir sus compromisos de reducción del déficit, y las presiones de los ministros de Economía y Finanzas europeos arreciaron sobre la vicepresidenta española Elena Salgado.
Salvo que la cumbre dé un vuelco de última hora, Alemania ya ha marcado la pauta durante las negociaciones previas. Habrá un acuerdo para que una mini reforma del Tratado de la UE permita perennizar el actual mecanismo de rescate, que de lo contrario caducaría en junio de 2013. Y se reiterará el acuerdo para que el sector privado contribuya a los rescates.
Las negociaciones para detallar el funcionamiento del fondo y sus recursos continuarán hasta marzo, lo que alarga la incertidumbre tan del gusto de Merkel y tan desagradable para Zapatero. Fuentes comunitarias puntualizan que para que el resultado rompa con el guión minuciosamente negociado por las diplomacias de los Veintisiete, haría falta que los mercados de la deuda multiplicaran la presión sobre Portugal o España.
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