Francia: el gallo gálico despierta de nuevo a los trabajadores europeos

Rebelion.

Han bastado unos pocos meses para que los asaltos propagandísticos que presentaban la abolición de la jubilación a los 60 años como una consecuencia inevitable del aumento de la esperanza de vida se deshicieran, estrellados contra la lucidez de la opinión pública.

En el momento en que el conflicto que enfrenta a Nicolas Sarkozy con la mayoría del pueblo francés se agudiza, se ha recorrido ya un largo camino desde que el gobierno detallara su plan para retrasar dos años la edad de jubilación. Han bastado unos pocos meses para que los asaltos propagandísticos que presentaban la abolición de la jubilación a los 60 años como una consecuencia inevitable del aumento de la esperanza de vida se deshicieran estrelladas contra la lucidez de la opinión pública. Desde el arranque mismo de la empresa manipulatoria, los portavoces de la UMP [el partido de Sarkozy] y los ministros buscaron la falsaria "despolitización" de la contrarreforma, so capa de pretender salvar el sistema por solidaridad. Precisaban disimular como fuera, bajo el camuflaje del "pragmatismo", una ofensiva regresiva alcance civilizatorio. El sistema de jubilaciones fundado en la solidaridad intergeneracional expresa una manera de vivir juntos incompatible con el imperio del cada quién para sí, un imperio en el que los ricos vivirían al abrigo de su escudo fiscal mientas la masa de los asalariados tendría que trabajar durante más tiempo para no ver disminuida su pensión y caer en el sumidero de la pobreza.

Todo se había concebido para hurtarse a un verdadero debate: una discusión parlamentaria por vía de urgencia comenzada a comienzos del verano, la odiosa diversión de que fueron víctimas algunos miles de gitanos rumanos instalados en nuestro país… De nada sirvió. La derecha asiste a su derrota ideológica a cuenta del asunto de las jubilaciones. Una amplia mayoría de franceses consideran el proyecto injusto e ineficaz. El apoyo a popular a las huelgas, la amplia participación en ellas y en las manifestaciones que vienen encadenándose desde comienzos de septiembre van in crescendo, como reflejan dos encuestas de opinión encargadas por L'Humanité: más del 70% de los franceses apoyan al movimiento para la defensa de la jubilación plena a los 60 años, dice la primera (CSA, 10 de octubre de 2010); y la segunda, realizada por IFOP, precisa que el 56% de los ciudadanos exige al presidente de la república que abra ya un diálogo con los sindicatos…

"Sarkozy está jodido, la juventud ha salido" (Sarkozy, t'est foutu, la jeunesse est dans la rue): esta consigna, repetida mil veces en las manifestaciones, despierta pésimos recuerdos en las esferas dirigentes de la derecha. La solidaridad intergeneracional se ha puesto en macha, como hace cuatro años, durante las luchas que rumbaron el proyecto de primer contrato de empleo, aquel contrato de baja estofa que pretendía precarizar todavía más a los jóvenes en busca de empleo. Esos jóvenes que se manifiestan ahora junto a sus padres han sido insultados por la gente que rodea al jefe de estado y expuestos al riesgo de una explosión de violencia con intervenciones policiales a las puertas de varios establecimientos escolares. ¿Dónde está la voluntad de evitar los desórdenes? ¿Dónde se agazapan las tentaciones de provocación? Resultaría gravísimo que este poder buscara la realización de sus objetivos y la imposición de su programa de contrarreforma –rechazada por todos los sindicatos y por una gran mayoría de los franceses— poniendo por obra una estrategia de tensión. ¿Dónde quedaría entonces el sentido de Estado? El recurso a la fuerza contra los adolescentes y contra los trabajadores de las refinerías no es un buen augurio. En un enfrentamiento de tal magnitud, que revela a las claras el carácter regresivo y antihumanista del capitalismo y de las políticas neoliberales, un gobierno tan vinculado a los círculos empresariales como el señor Woerth [ministro de trabajo de Sarkozy; T.] lo está a la señora Bettencourt [propietaria de l'Oreal, y una de las primeras fortunas de Francia; T.], no renunciará fácilmente a su embestida contra las jubilaciones, si no es capitulando ante la fuerza del número y ante la pertinencia de las ideas. Una y otra están del lado del mundo del trabajo y de la juventud.

Jean-Paul Piérot es el editorialista del veterano periódico del movimiento obrero francés L'Humanité, fundado antes de la I Guerra Mundial por Jean Jaurès.

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