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El pasado domingo, por fin, el Ecofin llegó a un acuerdo, y la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional pusieron un montón de dinero encima del mostrador para ver si de esa forma tranquilizaban a los inversores. No obstante, no resulta creíble que todo ese dinero fuera ofrecido para que cada uno se llevase lo que necesitara, así, sin más. Parece, más bien, que hay mucha letra pequeña. Y ayer conocimos parte de las condiciones en voz del jefe del Gobierno español en el Congreso de los Diputados. Allí presentó un plan de nueve medidas para reducir los gastos del Estado. Destacaremos algunas de ellas.
La primera que llama la atención es la congelación de las pensiones, excluyendo las no contributivas y las mínimas. A pesar de todo lo que se ha dicho sobre el futuro de las pensiones, la Seguridad Social no está en números rojos; es más, a principios de año tenía un superávit que suponía el 0,5% del Producto Interior Bruto, lo que permitió a Zapatero maquillar un poco su déficit presupuestario. Congelar las pensiones sólo puede tener el objetivo de que ese superávit sea todavía mayor y así poder tapar otros agujeros. Y es que los socialistas saben mucho de utilizar la Seguridad Social para financiar todo tipo de políticas: ya lo hicieron con la reconversión industrial y ahora vuelven a usarla para fines ajenos a su cometido declarado.
También puede ser que busquen seguir presionando a la clase trabajadora para que, de una vez y para siempre, se olvide de la Seguridad Social pública y se haga un plan de pensiones privado. Mientras tanto, muchos pensionistas tendrán que seguir tirando de unas retribuciones que en su aplastante mayoría no llegan ni siquiera al umbral de la pobreza.
La reducción de la inversión pública y la bajada del sueldo de los funcionarios, por su parte, afectará de lleno a la actividad económica, que, si a día de hoy no levanta cabeza, con este tipo de medidas seguirá bajo mínimos durante largo tiempo. Es una verdad de perogrullo, pero si la actividad económica no mejora, difícilmente se creará empleo. Si, además, se elimina el régimen transitorio para la jubilación parcial, lo que está diciendo el presidente español es que el problema del paro es su última preocupación. El Gobierno del PSOE elimina también el llamado cheque bebé a partir del próximo 1 de enero. Seguro que este año no habrá carrera por ver quién es el primer niño o niña del año en nacer. Siempre es más fácil y popular repartir dinero que acometer reformas. El Estado del Bienestar en el Estado español es mínimo y, dentro del mismo, los servicios a las familias han tenido un desarrollo raquítico. Las guarderías, los comedores públicos o los servicios para el cuidado de personas mayores son ridículos. Cuando había dinero se desperdició la oportunidad para desarrollar este tipo de servicios que, además de crear empleo, permiten aumentar las cotizaciones sociales y reducir los gastos por desempleo. Y, lo más importante, proporcionan servicios útiles a las familias.
El resto de medidas sirven para maquillar un poco el núcleo duro del recorte, que son precisamente los gastos sociales. Tan ilustrativas como las medidas notificadas ayer son las que no se anunciaron. Porque si de lo que se trata es de reducir el gasto, podía haber elegido otro camino con un menor impacto económico y social: recortar los gastos políticos, precisamente los más improductivos. Los presupuestos de Interior, Defensa, Exteriores y Casa Real dan para un buen tijeretazo.
El programa presentado por Zapatero se parece al programa que el Parlamento griego aprobó entre protestas la semana pasada como una gota de agua a otra (falta el capítulo de ingresos; según anunciaron ayer, vendrá más adelante). No es de extrañar, puesto que es la misma institución la que está detrás de ambos. Aunque tiene sobrada experiencia sobre los resultados de estos programas en otros países, como Argentina o Letonia, por poner sólo dos ejemplos, continúa aplicándolos a machacamartillo en todas partes. El déficit no bajará y los costes sociales serán enormes, pero es que además la economía tardará en recuperarse y no es seguro que, al fin y a la postre, Madrid pueda pagar las deudas, que es, al parecer, lo único que preocupa al FMI.
La Unión Europea y el FMI acaban de formalizar el rescate del Estado español. No lo han hecho de forma explícita, pero queda claro que la magnitud de la cantidad que el Ecofin aprobó el domingo excede con mucho la deuda de Grecia y Portugal. El objetivo era el Estado español. Y, por si no quedara claro, las medidas anunciadas ayer por Zapatero son las que forman parte de cualquier plan del FMI. Siempre resulta más conveniente que se apliquen las recetas de otros por voluntad propia que imponerlas explícitamente. Los muchachos del FMI han llegado al Estado español, y lo han hecho con intención de quedarse bastante tiempo.
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Laboral / Economía
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