El Comercio
El Gobierno, con el único apoyo de los socialistas, por un solo voto y gracias a la abstención de CiU, Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro, logró ayer ratificar en el Congreso el real decreto-ley que, entre otras medidas, recorta el sueldo de los funcionarios y congela las pensiones para satisfacer las demandas de los mercados financieros y de la Unión Europea, que exigieron una reducción inmediata del déficit público. El resto del hemiciclo, desde la izquierda a la derecha, rechazó por «antisocial» el recorte de 15.000 millones entre 2010 y 2011, dejó al Ejecutivo sin sostén político alguno, salvo el de los suyos, y descargó sobre José Luis Rodríguez Zapatero, al que responsabiliza de la situación de la economía, un chaparrón de críticas y descalificaciones.
A las 12.15 horas, con toda la bancada socialista con la respiración contenida, el marcador del Congreso iluminó 169 puntos verdes, los del 'sí'. La cifra mágica. El alivio del partido en el Gobierno fue audible. Los temores que atenazaban a los parlamentarios gubernamentales por la posible ausencia de uno de sus diputados a la hora de votar o una confusión al presionar el botón se esfumaron. Los 168 'noes' que sumaron PP, PNV, ERC, IU, BNG, UPyD y Nafarroa Bai no bastaban para derogar el decreto. Habían ganado, por los pelos, la votación más importante desde el inicio de la legislatura. Nadie, ni socialistas ni oposición, dudaban de que una derrota -factible hasta el último segundo- hubiera provocado casi con seguridad la caída del Ejecutivo de Zapatero, pues hubiese mostrado ante Europa su incapacidad para ejecutar el duro plan de ajustes que debe aplacar los ataques financieros y evitar un deslizamiento hacia la calamitosa situación de Grecia. El desahogo fue tal que, a la salida de la votación, el presidente agradeció a los abstencionistas «su responsabilidad» por apoyar unas medidas «dolorosas, pero inevitables» y aseguró que va a trabajar para obtener más «consenso» en el futuro.
El Gobierno se salvó por la campana, pero salió del Congreso sin un solo apoyo en el «momento más crucial» -en palabras de la vicepresidenta Elena Salgado- de la legislatura y muy debilitado.
La cara del presidente del Ejecutivo, tensa, crispada y con una expresión dura, transmitió durante dos horas la gravedad del momento. No intervino pese a que, por sorpresa, fue Mariano Rajoy quien subió a la tribuna en nombre del PP a dar la respuesta a Salgado. Soportó callado todas las acusaciones y las peticiones de dimisión y sólo se removió incómodo en el escaño cuando escuchó al diputado de IU, Gaspar Llamazares, que había «abjurado de los valores de la izquierda y los trabajadores». Su imagen era la de la soledad. Era la primera vez en la legislatura que la oposición dejaba solo al PSOE en una votación trascendental.
Las palabras de Rajoy, que volvió a dejarle claro que no moverá un dedo por ayudarle, ni preocuparon ni sorprendieron al presidente del Gobierno. No esperaba otra cosa. Sabe que si su debilidad parlamentaria llega al extremo de tener que dimitir no será por los populares. El Ejecutivo sólo caerá si los nacionalistas y los grupos minoritarios de izquierda, los escaños sobre los que ha construido sus mayorías con la geometría variable, niegan su colaboración a los socialistas.
Lo que sí preocupó a Zapatero fue el discurso del portavoz de CiU, el grupo que ayer le mantuvo en pie. Josep Antoni Durán i Lleida dejó sentado que iba a ayudar al Gobierno sólo para que «España no sea intervenida como Grecia» y el país «caiga en un pozo más profundo», pero que era la última vez. «El problema es usted y su Gobierno», afirmó, antes de sentenciar: «Se acabó su etapa como presidente, esto no aguanta más, su etapa está finiquitada». La embestida terminó con una exigencia y una advertencia. «Haga pronto -le dijo- la reforma laboral y concluya la reforma del sistema financiero porque tras el verano «no podrá sacar adelante» los presupuestos de 2011 y será «la hora de que convoque elecciones».
CiU no va a apoyar las cuentas del próximo año y sin presupuestos -los de 2010 prorrogados es difícil que sirviesen- el Ejecutivo se vería abocado a la disolución de las cámaras y al adelanto electoral.
Sin socios
La advertencia de Durán no es gratuita. El PNV, el hasta ahora socio fundamental, con el que ha sacado los dos últimos presupuestos, abandonó ayer a Zapatero. Los nacionalistas vascos no se han excluido de forma explícita de la negociación de las cuentas públicas, pero pocos apuestan por su colaboración. Coalición Canaria, el otro socio de los dos últimos años, es un apoyo insuficiente con sus dos escaños y, además, nada seguro. La otra alternativa para salvar los presupuestos, la izquierda, ha declarado la guerra sin cuartel al Gobierno tras el 'decretazo'. El epílogo pronunciado por Llamazares describe el momento de las relaciones: «Hoy comienza el camino irreversible para la huelga general», aviso corroborado horas después por los sindicatos.
El PP, sin embargo, ve el final del Ejecutivo más cercano y encarará el debate del estado de la nación, a celebrar en julio, como la posibilidad de escenificar un sucedáneo de moción de censura, con la imagen de todos contra el Gobierno. Para los socialistas, el 'no' del PP a un decreto fundamental es «una lección de antipatriotismo» y una «irresponsabilidad», que «un día tendrá que pagar», según José Blanco.
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