ALEMANIA ORDENÓ CONGELAR LAS PENSIONES ESPAÑOLAS: El Plan de Ajuste español aprobado la semana anterior en forma “infartante” ha dejado a los pensionados españoles enojados; pero después de conocer esta noticia estarán más enojados aún. Zapatero no lo reconoce, pero España ha sido intervenida de hecho por el Directorio Europeo.
Hoy ha publicado el diario catalán La Vanguardia, que quien dio la orden de congelar las pensiones españolas fue Merkel (Alemania) y también Holanda. Lo exigieron en forma categórica en Bruselas y Zapatero debió acceder. Es que cuando sales a pedir dinero al mercado de capitales internacional debes atenerte a sus veredictos.
La agónica validación del plan de ajuste impuesto por el Directorio Europeo a José Luis Rodríguez Zapatero es uno de los acontecimientos políticos más relevantes de la última década en España. El plan, como el lector sabe, estuvo a punto de ser tumbado.
España estuvo el jueves a un voto del infierno, o a un paso de unas redentoras elecciones anticipadas. Depende del color del cristal con que se mire. El episodio del jueves deja huella. Zapatero, al borde del KO.
La oposición de centroderecha, fortalecida en la calle y un tanto desdibujada en los despachos. Las elecciones de otoño en Catalunya, más decisivas que nunca. El Partido Nacionalista Vasco, armado con una palanca de hierro. Y una gran zozobra. Una enorme incertidumbre. España en puntos suspensivos.
Algunos teléfonos sonaron con mucha insistencia en Madrid y Barcelona horas antes de la decisiva votación en el Congreso. El miércoles, después de conversar con el presidente del Gobierno, Emilio Botín, presidente del Banco de Santander, llamó a Mariano Rajoy para pedirle que el Partido Popular favoreciese la validación de los decretos de ajuste. Rajoy le escuchó atentamente y le respondió en clave negativa, señalándole que Zapatero ni siquiera se había tomado la molestia de llamarle para conocer la posición final del PP.
Botín se puso manos a la obra y por la tarde Zapatero telefoneó a Rajoy. La conversación fue tensa e inconcreta. El presidente, aún confiado en la abstención de los nacionalistas catalanes y vascos, no pidió favores al jefe de la oposición. Y Rajoy se atrincheró en las pensiones.
El Partido Popular no podía aprobar su congelación. El menú del ajuste debía ser revisado. Los 1.500 millones de euros de ahorro provenientes de ese capítulo tan doloroso para jubilados, viudas y personas enfermas e incapacitadas para el trabajo deberían salir de otro costal.
Las pensiones. He ahí la clave principal de estos días fatídicos. Zapatero le comunicó a su oponente que el Gobierno no puede revisar el menú del ajuste, puesto que la congelación de las pensiones es una medida exigida desde Bruselas para que los mercados financieros crean que la reducción del déficit de España va en serio.
Es la señal necesaria para ganar credibilidad y atajar las maniobras especulativas. Las pensiones son la víctima sacrificial que los dioses exigen a un país que se creyó más rico de la cuenta y que, acabada la orgía, debe al mundo 1,6 billones de euros.
Al presidente le faltó añadir que la inclusión de las pensiones en el plan de ajuste es una orden expresa de Berlín, ciudad en la que se halla el verdadero cuartel general del Directorio Europeo.
Secundados por los holandeses, los alemanes exigieron esa medida en la tormentosa reunión del Ecofin del 8 y 9 de mayo en Bruselas, en la que se pactó la creación de un gigantesco fondo de 750.000 millones de euros para respaldar la deuda de los países débiles de la Unión (España, en cabeza) y evitar su quiebra.
Grecia ha sido el canario en la jaula que ha avisado de la toxicidad del déficit fuera de control. El eslabón débil que puede romper la moneda común europea es España. Por esa razón y por otros motivos que detallaremos más adelante, Alemania exigió que las pensiones figurasen en el ajuste.
Prisioneros de esa debilidad, el presidente Zapatero y su abnegada vicepresidenta, Elena Salgado, han obedecido, ante la atenta mirada de Barack Obama y el Partido Comunista de China. Ambos temen un euro a la baja.
La debida obediencia a Berlín ha dejado al PSOE en estado de shock. Se rompe un decisivo marco mental: el Partido Socialista como garante de las pensiones en un país en el que por cada trabajador activo en el sector privado hay un perceptor de salario, pensión o prestación del Estado. (Razón por la cual, la izquierda se ha puesto a trabajar de inmediato en la fabricación de un nuevo frame: ¡Que paguen los ricos!, consigna orientada a desviar hacia arriba la ira social, más que a la equidad social; quien tira del carro en España son los asalariados con nómina).
El marco psicológico de una sociedad que creyó haber dejado definitivamente atrás las grandes penurias del pasado cruje hoy ante una realidad inapelable: desde el 9 de mayo, España se halla intervenida por el Directorio Europeo.
Las relaciones de Zapatero con la canciller alemana Angela Merkel son pésimas. La ninguneó poco antes de ganar sus primeras elecciones legislativas en el 2005; le quitó de las manos Endesa cuando E-ON estaba a punto de capturarla ("antes alemana que catalana", clamaba la derecha madrileña), y le quiso dar lecciones de keynesianismo al estallar la crisis financiera.
En enero, la primera conferencia de prensa de Zapatero como presidente de turno de la UE puso a Merkel de los nervios: ¡el líder de un país endeudado hasta las cejas prometía abrir una nueva era en la política europea! El quijotismo español de izquierdas enerva a los alemanes.
Y el quijotismo de derechas, también. En pleno auge del ladrillazo, José María Aznar se puso a dar lecciones de estabilidad presupuestaria a Berlín. El entonces canciller Gerhard Schröder le quería estrangular con sus propias manos. La entente Helmut Kohl-Felipe González hace tiempo que es un recuerdo lejano.
Sería pueril, sin embargo, reducirlo todo a una cuestión de química personal. Primera potencia exportadora del mundo, Alemania ha generado con el euro un extraordinario glacis para sus productos y ha financiado la tendencia de los europeos del sur a vivir del crédito. En los años de gran aceleración del consumo interno español, los bancos alemanes alimentaron el ladrillazo. Era un suculento negocio.
Hoy los riesgos financieros de Alemania en España son altos. Ello acaba de explicar la férrea exigencia de disciplina. Alemania tiene congeladas las pensiones y el sueldo de los funcionarios, y su prensa popular se refiere constantemente a los perezosos del sur. ¿Carolingia al mando? Prusia, más bien.
Sabiendo a Zapatero prisionero de los alemanes, Rajoy decidió atacar por el flanco de las pensiones. El PP trabajará a fondo para arrebatar esa bandera al PSOE, consciente de que el fondo sociológico español sigue basculando a favor del centroizquierda.
Funcionarios y pensionistas suman en España 11 millones de personas (tres millones de empleados públicos y ocho millones de pensionistas). El ajuste pone en tensión a un segmento social decisivo. El vuelco electoral es posible.
Otra pregunta debe ser respondida para dar con la clave política de estos días. ¿Quién fue antes, el huevo o la gallina? ¿El no del PP al ajuste, o el no del PNV? Rajoy decidió votar en sentido negativo el martes por la mañana, creyendo que dos válvulas de seguridad (CiU y PNV) estaban activadas. Aquel mismo día, Álvaro Nadal, secretario adjunto de Economía de la ejecutiva del partido, envió un informe en inglés al Partido Popular Europeo, para intentar tranquilizar a los alemanes y demás socios carolingios. El martes por la noche, Esteban González Pons, portavoz del partido, anunciaba el no en Telemadrid.
En Bilbao alguien le escuchó con gran atención. El miércoles por la tarde, Iñigo Urkullu, presidente del PNV, anunciaba el quiebro del Euskadi Buru Batzar. Mus, mus y más mus, viejo juego vizcaíno. Los nacionalistas vascos entreveían la caída del Gobierno Zapatero y una posible ruptura del pacto PSOE-PP en el País Vasco. Con un Ybarra en la presidencia del BBVA, el PNV no se habría atrevido a dar ese paso. Pero la burguesía de Neguri fue expulsada del poder financiero español en el 2002 por orden de Aznar, el Quijote de derechas.
El mandato del Directorio Europeo –garantía de estabilidad del euro– y la tranquilidad del Ibex 35 quedaba en manos de Convergència i Unió. Algunos teléfonos empezaron a echar humo en Barcelona. La Catalunya carolingia era requerida. LV/InSurGente.
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