El peligro de quedar en manos del FMI

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Todo cuanto algunos hemos venido advirtiendo sobre la quiebra del Estado, se va cumpliendo milimétricamente.

Y me viene a la cabeza la incredulidad de muchos cuando, ante las innumerables advertencias, sólo acertaban a balbucear que los estados no quiebran, pero eran incapaces de sostener tal afirmación mediante argumentos racionales.

Si en ocasiones ha existido la sensación de que el proceso se ralentizaba, ha sido por la estrategia de "Deuda Infinita", que no es otra cosa que gastar y pedir prestado para pagar lo gastado, y volver a gastar para volver a pedir, esto es: la huída hacia adelante.

Pero llega un punto en que esta estrategia se quiebra, no por no poder devolver lo debido - una vez más se pediría prestado -, sino por la extrema necesidad de liquidez que exige el pago inaplazable de los cada vez más abultados y apremiantes intereses de la deuda.

A esto hay que añadir que, en un mercado donde todos los países occidentales han de colocar ingentes cantidades de deuda, llega un momento en que no hay dinero suficiente para todos.

Y el que hay, antes se presta al tuerto que al ciego. Sin ir más lejos, hoy mismo el Tesoro ha tenido que pagar el doble de intereses para colocar tan sólo 6.435 millones de euros.

A día de hoy hay un rumor de fondo que apunta a que el dead line está ya a la vuelta de la esquina, concretamente este mismo verano, coincidiendo con el vencimiento de más de 24.000 millones de euros de deuda.

Entre tanto, Europa está cada vez más convulsa y es un hervidero de rumores que van desde la salida de Alemania y Francia del Euro, hasta la necesidad de un plan de salvamento gigantesco que, si hacemos la cuenta como es debido, duplicaría los 750.000 millones de euros que ahora mismo la UE y el FMI dicen tener preparado (dinero que habrá que ver si en verdad existe o se pintará para la ocasión).

Y, una vez más, el único termómetro con el que medimos la fiebre del enfermo son las bolsas. Seguimos miopes sin comprender que éstas fluctúan en función de las expectativas inmediatas, es decir: del negocio o, en su defecto, el riesgo a la vista.

Así, cuanto más se empeñe la UE en avalar la deuda de sus estados, más presión ejercerán los inversores sobre los bonos soberanos. Porque el inversor lo que busca es la rentabilidad a toda costa, no sumarse a planes de rescate a medio y largo plazo.

Es decir, lo que están haciendo tanto la UE como el FMI es ayudar a poner toda la atención sobre los bonos soberanos, o sea: cebar aún más la bomba.

En estos momentos nadie parece querer anticipar lo evidente. Todo lo más, hay quien alcanza a decir que vamos a vivir años dolorosos. Pero ese vaticinio se quedará corto cuando suframos la crisis en toda su intensidad. Porque, no se engañen, aún no ha empezado.

Lo que hemos estado viviendo estos dos años es un proceso de ajuste previo. Las crisis empiezan cuando toca pagar la facturas. Y a día de hoy, en lo que a nosotros respecta y sin que nos hayan girando aún la primera letra, el resultado es la quiebra técnica de las instituciones, la liquidación en curso del núcleo fundamental del Estado de bienestar, más de un millón de familias sin ingreso alguno, cinco millones de desempleados y un índice de miseria propio de sociedades del tercer mundo.

Por más que parezca que aún hay debate sobre las medidas a tomar, España ha sobrepasado el punto de no retorno, y lo hizo desde el mismo momento en que se aprobaron en el Congreso los últimos Presupuestos Generales del Estado. Ese fue el preciso instante en el que nos apuntamos a la sien y disparamos.

Todo lo que ha venido después no ha sido otra cosa que echar más y más tierra sobre el cadáver. De hecho, España está ya bajo el control directo de Alemania, Francia, China, EE.UU. y el FMI. Es decir, a los pies de los caballos. Pero nadie parece darse cuenta de la verdadera trascendencia del momento porque la economía es como un gran trasatlántico, y es muy difícil saber exactamente si esta virando por sí misma o sigue aún gobernada por la inercia.

Y ahora diré aquello que nadie se atreve a decir. España no debe echarse en brazos del FMI y la UE. Esa opción no es una opción. Si de lo que se trata es de poder levantarnos en un futuro no muy lejano, España debe renegociar su deuda directamente con sus acreedores, es decir, reestructurarla. Como lo oyen. Y hacerlo ya, al mismo tiempo que han de ser aprobadas, por la vía de urgencia, reformas estructurales, (políticas y económicas).

Porque está demostrado que todos aquellos estados que han tratado de refinanciar su deuda poniéndose en manos del FMI, han quedado sumidos en una profunda depresión económica, cuya duración tiende a infinito, véase los precedentes de Rusia, Argentina, Corea e Indonesia.

Casos todos ellos donde el FMI micro-gestionó sus crisis y las agravó, lo que el propio organismo reconoció en sus informes internos.

Ante todo, no debemos olvidar que España no es una empresa sino un estado, es decir, una sociedad y, por lo tanto, debe abordar sus problemas desde una perspectiva más amplia; económica sí, pero también desde una perspectiva política y social.

No podemos entregar nuestra política económica al FMI o la UE a cambio de evitar una coyuntural bancarrota, que es lo que ha hecho de facto Zapatero.

De lo contrario, cometeremos el error de perder el control sobre nuestra propia crisis, Y ello hará que, más pronto que tarde, la crisis económica desemboque en una crisis social de consecuencias imprevisibles.

Para finalizar, sólo me resta añadir una condición indispensable para poder ponernos manos a la obra: Zapatero debe estar fuera del Gobierno antes de que termine el verano.



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1 Comentarios

  1. No es necesario entrar en grandes profundidades técnicas. La opción de "prescindir" del FMI y la UE (obviamente, de prescindir también de los mercados de deuda) implica asumir deficit 0 desde el minuto siguiente (obviamente, en el momento en que inicias la reestructuración de la deuda nadie te presta un duro más). Teniendo en cuenta que a día de hoy el estado está gastando en torno a un 25% más de lo que ingresa, eso supondría un ajuste inmediato equivalente. No veo la ventaja.

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