Medidas antisociales para salvar el sector privado griego


[Periódico Diagonal]

En el caso de Grecia parece que se están siguiendo las pautas descritas por Naomi Klein en La doctrina del shock: aprovechar una situación de emergencia para promover unos profundos cambios en la economía y en la sociedad. El pretexto esta vez es la deuda pública, que alcanza el 129% del PIB, pero que casi nunca en la última década ha estado por debajo del 100%. Es cierto que los gobiernos griegos han estado manipulando las estadísticas desde hace muchos años.


Pero parece increíble que los organismos europeos se hayan enterado de esto hace apenas unos meses. Ha sido precisamente Goldman Sachs, que ha ayudado a ocultar parte de la deuda, la empresa que hace unos meses rebajó la calificación crediticia de Grecia, alarmando a los mercados sobre el riesgo de bancarrota. Tanto que, cuando el Gobierno pidió un préstamo de 5.000 millones de euros, se le ofrecieron casi 20.000. Eso sí, con un tipo de interés cercano al 7%, algo que significa que para pagar este préstamo el Estado al cabo de diez años habrá pagado más de 3.000 millones de euros en concepto de intereses.

Que siga la deuda

Si se tiene en cuenta que con los recortes en los salarios (aproximadamente un 10% y, en algunos casos, superiores) se prevé ahorrar unos 24.000 millones y con el aumento del IVA otros tantos (meta utópica, puesto que el consumo bajará drásticamente), es obvio que bajo estas condiciones la deuda pública seguirá aumentando. Por lo tanto, se exigirán medidas cada vez más duras, que profundizarán la crisis y la pobreza. Sobra decir que a los bancos acreedores (principalmente de Alemania y Francia) y a sus respectivos gobiernos no les interesa que desaparezca la deuda, pero sí que sigan cobrándose unos intereses altos. Por eso nunca se les ha ocurrido exigir al Gobierno griego reducir los gastos militares (los más altos, per cápita, en Europa), ya que constituye uno de sus mejores clientes.

La frase “pérdida de soberanía” tendría sentido si en el interior del país hubiera unas políticas contrarias a la lógica del mercado. El capital griego no va a sufrir ninguna pérdida de soberanía, puesto que las medidas no le afectan para nada. En cambio, como siempre sucede, los planes de austeridad se transferirán pronto al sector privado y permitirán disminuir aún más el coste de producción, completando así la mayor acaparación de la riqueza después de la segunda Guerra Mundial. Algunas pruebas de ello: los impuestos a las empresas seguirán bajando hasta el 20%; no se realiza ningún esfuerzo para combatir la enorme evasión fiscal, de unos 30.000 millones al año; tampoco se hace nada para recaudar los 20.000 millones de la deuda comprobada que tienen las empresas hacia el Estado y el sistema de seguridad social.

Es por todo ello que al final lo que sucede es que el Estado griego está financiando la deuda privada: la deuda externa del país (deuda pública más deuda privada) alcanza el 182% del PIB, por debajo de la de Irlanda (1.200%), de Holanda (380%), de Inglaterra (370%), de Bélgica (350%) y de muchos otros países, incluso de la de Alemania (189%).

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