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La Presidencia semestral española de la UE cumple esta semana su primera mitad, y el balance no puede resultar más desolador. José Luis Rodríguez Zapatero consideraba prioritaria la agenda europea, en la que había depositado buena parte de sus esperanzas de salvar la legislatura y salir del pozo de las encuestas, pero en sólo tres meses ha visto cómo esas expectativas se desplomaban.
La culpa la tiene una crisis que se sigue cebando con España -mientras comienzan a surgir brotes verdes en los grandes socios de la Unión-, la indiferencia comunitaria hacia muchas de las propuestas del Gobierno y una tricefalia que condena a Zapatero a recoger las migajas del ya de por sí descafeinado protagonismo de Herman Van Rompuy y Jose Manuel Duräo Barroso.
Zapatero se las prometía muy felices cuando el pasado mes de enero recogió el testigo de la Presidencia rotatoria de la UE que le cedió el ministro sueco de Asuntos Exteriores, Carl Bildt. Era una oportunidad irrepetible para que su figura ganase peso internacional y, sobre todo, para tomar oxígeno ante sus crecientes problemas domésticos. Pero, apenas tres meses después, el supuesto salvavidas se ha convertido en un pesado lastre.
"Sabemos que las expectativas son grandes, y España va a dar lo mejor de sí misma para no defraudarlas", anunciaba Zapatero durante la solemne ceremonia de traspaso de poderes celebrada el 8 de enero en el Teatro Real de Madrid. Y sólo unas horas después incluso vaticinaba que la Presidencia española sería capaz de liderar la salida de la crisis. Pero la decepción ha engullido en poco tiempo aquellas palabras.
El aluvión de críticas -sobre todo en la prensa anglosajona- por la mala situación de nuestra economía; el creciente protagonismo comunitario de Alemania y Francia como motores de la Unión, visualizado la semana pasada en el plan de rescate de Grecia; el ninguneo del presidente estadounidense Barack Obama -que no acudirá a la frustrada cumbre UE-EEUU en Madrid- o el nulo eco de las iniciativas del Gobierno, como su intento de que Bruselas tendiese la mano a una Cuba cada vez más aislada por la represión de la disidencia, han frustrado los planes de Zapatero. Y le han forzado a cambiar sobre la marcha el guión de su agenda política para relegar la Presidencia de la UE a un segundo plano y concentrarse en las decisivas elecciones autonómicas y municipales de 2011, cuya precampaña, según fuentes socialistas, arrancará prematuramente después del parón de Semana Santa.
Desinterés en España
El escaso rédito político del semestre europeo también ha quedado reflejado en el último Barómetro del Real Instituto Elcano. Según este sondeo, sólo el 34% de los españoles piensa que la presidencia española de la UE va bien, frente al 23% que la valora negativamente. Además, uno de cada dos españoles (el 49%) se declara poco interesado, y sólo uno de cada cinco está más preocupado por la Presidencia española que por las que han protagonizado otros países. Y es que la crisis económica tampoco ha ayudado a prestigiar el espacio común europeo: el 57% piensa que el euro ha sido perjudicial para combatir la crisis.
Pese a las expectativas creadas por el Gobierno, la Presidencia no ha pasado de ser una “experiencia piloto” para comprobar cómo pueden convivir los presidentes rotatorios con los nuevos cargos permanentes, que han inaugurado Herman Van Rompuy y Catherine Ashton. Según fuentes cercanas a la delegación española en Bruselas, el semestre comenzó marcado por las críticas a la agenda de trabajo preparada por Diego López Garrido; continuó con las fricciones por el liderazgo entre Zapatero, Van Rompuy y Jose Manuel Durao Barroso; y ha acabado por ensalzar el recuerdo de la Presidencia sueca del pasado semestre, caracterizada por la discreción y la eficacia.
Una buena muestra de la improvisación que todavía lastra la tricefalia europea tuvo lugar el pasado viernes, tras la celebración del Consejo Europeo en Bruselas. Apenas 20 minutos antes de que comenzara la rueda de prensa, los periodistas no sabían si Zapatero sería invitado por Van Rompuy para comparecer junto a él y Barroso. "El presidente del Consejo decide sobre la marcha, y nunca está claro cuándo debe aparecer o no el mandatario español", señalaron fuentes comunitarias. Esta pugna se hizo evidente cuando Obama todavía no había anulado su viaje a Europa, y Madrid y Bruselas competían por albergar la cumbre UE-EEUU. Finalmente, nadie se llevó el premio.
Varapalo a Aído
El Gobierno español tampoco ha logrado que la Presidencia se caracterice por un gran impulso a la lucha por la igualdad y contra la violencia de género. Ante el escaso peso de España en las decisiones económicas de calado, Zapatero trató de explotar en Europa su imagen de político modernizador y feminista. Sin embargo, la Comisión rechazó la propuesta de Bibiana Aído para crear un observatorio sobre la violencia contra las mujeres, tarea que harán los organismos ya existentes; y echó por tierra la otra iniciativa estrella de la titular de Igualdad: la orden europea de protección para las víctimas, por las diferencias técnicas y jurídicas entre los países miembros.
Así las cosas, el contenido político para el final del semestre queda limitado a un encuentro con Latinoamérica, cuyo nivel no se espera superior a las manidas cumbres Iberoamericanas, y a un posible acuerdo sobre la estrategia económica (Agenda 2020), donde la aportación española es todavía dudosa. No obstante, el PSOE celebró recientemente "el buen ritmo de consecución y avance de los objetivos de la Presidencia". El diputado socialista Juan Moscoso del Prado destacó "el buen trabajo y coordinación" tras los terremotos de Haití y Chile, los avances en seguridad común y defensa, la "valentía" del Gobierno ante las turbulencias económicas en Grecia o el acercamiento a América Latina. Satisfacción a la que se puede sumar la confirmación de que España será invitada permanente en las cumbres del G-20.
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