Rumbo al precipicio


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Autor: José Luis Valladares

Nuestro Gobierno no ha perdido el norte, ya que nunca lo tuvo y camina sin rumbo arrastrándonos a todos hacia el más absoluto de los desastres. A pesar de las alarmas que se van encendiendo una a una, no sabe de dónde sopla el viento y sigue su camino errático, de desastre en desastre, camino del abismo sin fondo del que será muy difícil salir.

Tanto José Luis Rodríguez Zapatero, como sus ministros, cuando aún era tiempo de tomar medidas paliativas, se negaron a reconocer la realidad de nuestra crisis económica. A medida que se agravaba nuestra situación, juraban y perjuraban que se trataba de un simple frenazo de nuestra actividad económica. La palabra crisis era tabú para ellos y, solamente con oírla, les producía hasta erisipela.

Cuando, debido a la manifiesta evidencia, se ven obligados a reconocer los graves problemas de la economía española, comienzan a utilizar la palabra maldita de crisis, pero de una manera muy timorata. Zapatero y sus adláteres tratan entonces de minimizar las consecuencias derivadas de dicha situación. Comienzan por predicar que se trata de una simple crisis financiera, nacida en Estados Unidos a la sombra de las “subprimes” o hipotecas basura famosas y que ha terminado por afectar a todos los países. Como mucho, admiten que se trata de una crisis cíclica más, como otras que han ido apareciendo a lo largo de la historia y que, como las pasadas, desaparecerá sin dejar muchas secuelas, cuando cambie el ciclo actual.

Está muy claro que el Gobierno, o porque se ha colocado unas anteojeras políticas inadecuadas, o porque su nivel intelectual no da para más, no se ha enterado de que se trata de una crisis de transformación, mucho más grave que las crisis cíclicas. Y, como en España, no se ha hecho un análisis correcto del contexto económico, no es de extrañar que sea el país europeo donde más se dispara el déficit del sector público y donde más cae en picado la actividad económica. La única solución posible a tamaño problema pasa, de manera urgente, por lo que se ha llamado “el cambio del modelo productivo”.

Mientras no mejoremos significativamente la productividad y seamos mucho más competitivos, no habrá manera de frenar ese deterioro creciente de nuestra actividad económica. Las soluciones aportadas por el Gobierno de Zapatero y que éste ha querido vender a Obama, como las salvadoras energías renovables, no pasan de simples cataplasmas que agravan el problema hasta niveles insospechados.

Y lo que aún más nos enfanga, es que Zapatero y sus ministros son excesivamente orgullosos y muy pagados de si mismos. De ahí que no toleren que alguien les señale pautas a seguir o les haga recomendaciones. Si es el Fondo Monetario Internacional (FMI) el que previene de algún problema, la ministra de Economía, Elena Salgado, se encargará de reconvenirles, advirtiéndoles que desconocen el alcance real de nuestra situación. Y no digamos nada si es la Comunidad Económica Europea la que pone su dedo sobre nuestra llaga económica, aunque sea por boca de persona tan poco sospechosa como Joaquín Almunia. Las diatribas entonces, como pasó con el presidente del Banco de España, son hasta escandalosas, y para mandarles a casa, echan mano de la checa que aún llevan muchos en el subconsciente.

Hace muy pocas fechas llegó un nuevo informe de Bruselas describiendo crudamente el estado de nuestras cuentas públicas. La Comisión Europea sitúa a España a la cabeza de los países con “alto riesgo” en su posición presupuestaria. El peligro para la sostenibilidad de las finanzas públicas españolas es patente, dada la escalada de los intereses generados por la deuda, a lo que hay que añadir, además, el creciente gasto que lleva aparejado el envejecimiento de la población y los gastos sociales derivados de un paro que sigue creciendo desmesuradamente.

Nuestro desequilibrio económico puede provocar la catástrofe, ya que el déficit llegó en 2008 al 3,8% del PIB y actualmente ronda los 5,73% del PIB, y la deuda pública crece a un ritmo desorbitado. A final de año, el déficit puede situarse por encima del 10% del PIB. A esto hay que agregar la manifiesta caída de la recaudación, con lo que el ‘agujero’ de las cuentas públicas seguirá aumentando hasta Dios sabe cuando. Esto quiere decir que el saldo negativo de las cuentas públicas españolas está muy por encima del establecido por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, con el peligro que esto representa. Ya en octubre de 2006, aunque España figuraba entre los países de “riesgo medio”, debido a una mejor situación de las finanzas públicas, el Ejecutivo español desoyó la recomendación de la Comisión Europea que le pedía la adopción de medidas estructurales para prevenir el desastre actual.

Hoy, desde Bruselas, se pide a nuestro Gobierno que, además de esas medidas estructurales, ponga en práctica “programas ambiciosos de consolidación” que, ante todo, reduzcan el déficit y la deuda pública y que reforme sus esquemas de protección social. Todo esto, claro está, propiciando un estado de cosas para que sea posible la reactivación económica y un incremento notable de la tasa de ocupación.

Si Zapatero, como parece, sigue desoyendo estas sabias advertencias y se inclina por adoptar la postura del avestruz, se materializará la insostenibilidad de las cuentas públicas, al menos a largo plazo. Así las cosas, el paro alcanzará cifras escandalosas, llegando en 2010 a sobrepasar ampliamente el 20%. Hay alguna institución financiera y algún que otro analista económico que pronostican que el desempleo en ese año llegará a sobrepasar el 25%.

Las variables esenciales que influyen sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones son varias. Una de esas variables la tenemos en la evolución de la población, para lo que hay que conjugar tres elementos básicos, como es la natalidad, la esperanza de vida y el saldo neto de la emigración. Otra de las variables fundamentales la tenemos en la actividad económica. De la evolución del PIB y de la productividad, como es evidente, dependerá el nivel de empleo y de paro.

Con el aumento del paro, se reduce el número de cotizantes a la Seguridad Social. Al prolongarse la expectativa de vida, se incrementa considerablemente el gasto de dinero en pensiones. Si a todo esto unimos la insuficiencia financiera del sistema, como consecuencia de la crisis económica y de la tozudez del Gobierno, la sostenibilidad del sistema de pensiones se convertirá en una entelequia manifiesta. O se cambia de modelo, o la quiebra del sistema, a largo plazo, está más que garantizada.

Y si el Gobierno sale con la suya y, para aplicar el dinero a otros menesteres, suspende la dotación al Fondo de Reserva de la Seguridad Social o “hucha de las pensiones”, la fractura del sistema vigente se produciría mucho antes de lo esperado. El primer déficit de la Seguridad Social aparecería ya, a mucho tardar, en 2015 y las reservas disponibles para hacer frente a las pensiones se agotarían totalmente en 2026.

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