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… volando vengo, vengo, y por el camino yo me entretengo, y por el camino lanzo una medida por aquí y otra por allá, doy gusto por aquí y doy gusto por allá, todos felices, todos contentos, pero nadie sabe hacia donde vamos.
Tras escuchar al Presidente del Gobierno en la sesión del Congreso de hoy, miércoles, me he quedado con la sensación de yo estaba en un error. Hasta ahora pensaba que era un hombre astuto y calculador, capaz de sacar rédito político de cualquier acto público con propuestas y medidas estrellas milimétricamente calculadas desde su departamento de comunicación, pero ahora sé que no, que lo había juzgado mal.
Es un hombre que dice lo que piensa y se cree lo que dice, por lo que todas esas propuestas que va lanzando por el camino, ante el escándalo de su propio gobierno que ya no sabe como seguir achicando agua, no son una invención para conseguir votos, no, son ocurrencias que se cree que van a ayudarle a sacar al país de la crisis.
Y como hombre le debemos alabar esta honradez, ese seguir sus propias creencias. Ahora bien, él no es un hombre cualquiera, es el Presidente del Gobierno de España, y como tal sólo le pedimos eficiencia ejecutiva, que sea capaz de gobernar el país, y ahí, mucho me temo, que Zapatero no da la talla.
No da la talla porque es incapaz de vertebrar un conjunto de medidas encaminadas en la misma dirección con el objetivo de crear empleo y dinamizar la economía. En cambio se limita a ir tapando agujeros a medida que van surgiendo las grietas, de forma que las medidas se anuncian antes de estar preparadas y acaban por contradecirse unas con otras.
No da la talla porque no es capaz de tomar medidas impopulares, pero efectivas, capaces de resolver el problema. En cambio se limita a dar gusto a unos y dar gusto a otros, a seguir anclado en las premisas socialistas de principios del siglo XX, cuando los socialistas del siglo XXI demandan otra cosa.
No da la talla porque utiliza la demagogia como herramienta política, recurriendo a cuestiones tan manidas como las pensiones o la seguridad social, algo que, dicho sea de paso, ya hacía el propio Franco, lo que demuestra que la demagogia no es ni de izquierdas ni de derechas, es de mal gobierno.
No da la talla porque es incapaz de elegir bien a sus asesores, y cuando acierta en alguna elección no soporta las opiniones, por definición del sentido común, contrarias a las suyas. En cambio se empeña en rodearse de políticos y técnicos de rango menor que se limitan a ‘bailarle el agua’ y a decirle lo guapo que es.
No da la talla porque critica ahora aquella idiosincrasia de la economía española que alababa cuando la cosa iba bien. Si cuando la economía crecía no modificó la estructura industrial del país, ¿qué credibilidad tiene que lo quiera hacer ahora? La sensación es que en lugar de hacerlo por ideología o por programa político lo hace, simplemente, para salir del paso hasta las próximas elecciones.
En definitiva, Zapatero es un tipo simpático, debe de ser agradable en el trato, e incluso divertido con sus más allegados, pero mucho me temo que le falta la talla política que tuvieron sus predecesores, más allá de colores ideológicos.
… volando vengo, vengo, y por el camino yo me entretengo, y por el camino lanzo una medida por aquí y otra por allá, doy gusto por aquí y doy gusto por allá, todos felices, todos contentos, pero nadie sabe hacia donde vamos.
Tras escuchar al Presidente del Gobierno en la sesión del Congreso de hoy, miércoles, me he quedado con la sensación de yo estaba en un error. Hasta ahora pensaba que era un hombre astuto y calculador, capaz de sacar rédito político de cualquier acto público con propuestas y medidas estrellas milimétricamente calculadas desde su departamento de comunicación, pero ahora sé que no, que lo había juzgado mal.
Es un hombre que dice lo que piensa y se cree lo que dice, por lo que todas esas propuestas que va lanzando por el camino, ante el escándalo de su propio gobierno que ya no sabe como seguir achicando agua, no son una invención para conseguir votos, no, son ocurrencias que se cree que van a ayudarle a sacar al país de la crisis.
Y como hombre le debemos alabar esta honradez, ese seguir sus propias creencias. Ahora bien, él no es un hombre cualquiera, es el Presidente del Gobierno de España, y como tal sólo le pedimos eficiencia ejecutiva, que sea capaz de gobernar el país, y ahí, mucho me temo, que Zapatero no da la talla.
No da la talla porque es incapaz de vertebrar un conjunto de medidas encaminadas en la misma dirección con el objetivo de crear empleo y dinamizar la economía. En cambio se limita a ir tapando agujeros a medida que van surgiendo las grietas, de forma que las medidas se anuncian antes de estar preparadas y acaban por contradecirse unas con otras.
No da la talla porque no es capaz de tomar medidas impopulares, pero efectivas, capaces de resolver el problema. En cambio se limita a dar gusto a unos y dar gusto a otros, a seguir anclado en las premisas socialistas de principios del siglo XX, cuando los socialistas del siglo XXI demandan otra cosa.
No da la talla porque utiliza la demagogia como herramienta política, recurriendo a cuestiones tan manidas como las pensiones o la seguridad social, algo que, dicho sea de paso, ya hacía el propio Franco, lo que demuestra que la demagogia no es ni de izquierdas ni de derechas, es de mal gobierno.
No da la talla porque es incapaz de elegir bien a sus asesores, y cuando acierta en alguna elección no soporta las opiniones, por definición del sentido común, contrarias a las suyas. En cambio se empeña en rodearse de políticos y técnicos de rango menor que se limitan a ‘bailarle el agua’ y a decirle lo guapo que es.
No da la talla porque critica ahora aquella idiosincrasia de la economía española que alababa cuando la cosa iba bien. Si cuando la economía crecía no modificó la estructura industrial del país, ¿qué credibilidad tiene que lo quiera hacer ahora? La sensación es que en lugar de hacerlo por ideología o por programa político lo hace, simplemente, para salir del paso hasta las próximas elecciones.
En definitiva, Zapatero es un tipo simpático, debe de ser agradable en el trato, e incluso divertido con sus más allegados, pero mucho me temo que le falta la talla política que tuvieron sus predecesores, más allá de colores ideológicos.
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