América Latina y el Imperio

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¿Invitado de piedra o invitado ausente?: Estados Unidos no asistirá a la cumbre de la Unasur
Guillo con ese acuerdo Brownfield-Uribe; Por: Tulio Monsalve
Expansión militar de Estados Unidos: Golpe en Honduras y bases en Colombia; por Stella Calloni (Primera Parte)
El Plan Arias muerto y enterrado
(Vídeo) Chomski plantea zona de paz en Latinoamérica ante pretensión militarista de los EEUU
(Vídeo) Dossier por Walter Martínez
(VIDEO) Denuncian planes para instalar más bases militares de EEUU en Suramérica

(Cuba Debate/ Cubarte/ La Jornada/ Aporrea/ ABN/ VTV/ inSurGente)

Estados Unidos no asistirá a la cumbre de la Unasur

Cuba Debate

El Gobierno estadounidense no asistirá a la cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que se celebrará el viernes en San Carlos de Bariloche (Argentina), donde se abordará el acuerdo de cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia.

Un portavoz del Departamento de Estado indicó que su país “no es miembro de Unasur” y “no tiene planes de enviar a ningún representante” del Gobierno a la reunión extraordinaria de líderes de Suramérica, convocada expresamente para debatir la polémica generada en la región por el acuerdo militar entre Estados Unidos y Colombia.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, propuso el viernes al presidente estadounidense, Barack Obama, una reunión con los otros líderes de Unasur.

El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, dijo entonces que Obama respondió que “evaluará la posibilidad de que se concrete esa reunión”.

Guillo con ese acuerdo Brownfield-Uribe; Por: Tulio Monsalve

Fecha de publicación: 24/08/09

Cubarte

Wilde como que tenía razón cuando dijo, que la Historia del mundo es una sucesión de noticias de policía. Notable evidencia de esto se produce hoy, cuando leo que fue el Embajador de Estados Unidos en Bogotá, quien dio la información sobre los acuerdos relacionados con la instalación de las siete bases militares en territorio, (no digamos de Santander) sino de Nariño. Acción digna de que la policía debería haber hecho presencia para recobrar un orden publico agredido.

Que sea Brownfield, precisamente, quien públicamente lo haga conocer, antes que algún representante del gobierno de Uribe, no hace sino demostrar lo afrentoso y dramático de este bambuco. Aún por concluir. Repelente evidencia que demuestra hasta que punto tienen penetrado y desmoralizado al Estado colombiano. Lo hacen por que la tramoya montada a espaldas del país con los contenidos de la transacción, fue de tal calibre, por su horror y falta de nobleza, que al ver el resultado, a ellos mismos, les debió producir escalofrío, repulsión y lagrimas.

El comunicado, en voz del patético personaje Brownfield, perfora y viola con su grandilocuencia, la poca moralidad que le queda a los lideres de ese país. Es un alarde que pone en evidencia, que de aquí en adelante, serán las Fuerzas Armadas, con la licencia de los norteamericanos y sus dos mil quinientos asesores, quienes tendrán la manija del poder en el país. Este histórico desaguisado, es el punto de inicio para convertir a los militares en la fuerza choque de todas las trapacerías que al Tiempo de Bogota se le ocurran, al interior o al exterior del país. Será la santificación de aquello que expresó un Diputado gringo: “por fin los halcones tienen una cabeza de playa en Latinoamérica”.

Reseñar las tonterías que contiene el acuerdo, no produce sino tristeza, por tanta imbecilidad insinuada, como: “desde las bases militares de Colombia no se podrá realizar ningún ataque a países vecinos”. Parece aconsejar este articulo, a los venezolanos, ecuatorianos, bolivianos, nicaragüenses, que pueden dormir tranquilos. Cuando a vox populi se grita, que Brownfield, desde Manta, monitoreó a Colombia en su bombardeo al mismo Ecuador. Solo añoro que este jubilo inmortal que producen estas horrendas señas del terror no caven mas surcos de dolor en nuestros países.

Otro articulo del acuerdo, le otorga a los militares ocupantes, la condición de diplomáticos. Vaya, vaya. Es como para gritar: coño ¡¡. Que se sepa, la célebre Convención de Ginebra de 1949, solo regula la protección de prisioneros de guerra y protege la población civil durante los conflictos armados, en Colombia, es lo contrario. La protección no será para las victimas de esa guerra, -que ya dura 60 años- nada de eso. Se apadrina a los ocupantes indeseables y probadamente peligrosos y acusados por muchos delitos. Ninguna sanción.

La Convención de Ginebra habla de la compasión hacia las víctimas, el respeto a la dignidad de cada ser humano, sin ningún tipo de discriminación y busca la solidaridad que impulsa el respeto a la persona y su decoro. En este negociado de Bogotá ¿quienes son los agredidos? los militares gringos o los colombianos que ellos atropellan, violan, y mangonean, por indios, negros o mestizos.

El acuerdo Brownfield-Uribe establece, no sabemos, si en broma, que: “todas las operaciones que se realicen allí deberán contar con la autorización de un comandante colombiano de la respectiva base”, cómo declaró un senador colombiano, ¿quién ha visto a un Pérez o Jaramillo mandando a un Johnson”, sin duda, es un chiste, es un esguince onírico de los negociadores y otra mamadera de gallo de los chistosos e incógnitos redactores del acuerdo.

Por ultimo, dice el documento: “los militares estadounidenses y colombianos compartirán datos de Inteligencia en tiempo real”, parece copia del texto del Diario de la Guerra del Cerdo; novela de Adolfo Bioy Casares, que cuenta una acción bélica adonde nadie quiere recordar el pasado, aceptar el presente y menos participar del futuro. Los que están allí, lo hacen por que su sino los obliga. Ellos no tienen nada que buscar con un ahora que otros dirigen, y con un próximo o porvenir, que para nada les pertenece. ¿Para que quieren estos personajes manejarse en el tiempo real, si no es suyo?. Solo tienen presente, y este les demuestra todos los días, que lo único seguro para ellos es la muerte.

Como muerte son, esos epitafios de la historia colombiana que llaman bases militares. Chichones ingratos que hoy entregan como franquicia por 25 veinticinco años, pero que la memoria del oprobio jamás podrá borrar.

Sabido es, que solo con el control de Palanquero, una de las pistas aéreas mas largas del mundo, les bastaría para sus fines. Desde allí, en 10 minutos, podrían bombardear cualquiera de las 6 capitales de los países vecinos o hacer llegar a ellas, en 6 horas, en los aerotransportados aviones Galaxy, una avanzada de 10.000 hombres, poderosamente armados. Esto no les bastó sino que impusieron con sevicia y brutalidad un atropello a la dignidad del país y terminaron por ocupar siete bases. Siete tumores en la tierra.

Conclusión: que solo con la base de Palanquero bastaría para desempeñar su papel militar imperial desde la Guajira, Uribia, hasta Puerto Leticia, Puerto Nariño y Tabatinga. No olvidar que otro de sus frentes es la Amazonía. Sin desdeñar que eventualmente, el petróleo los atrae tal y como lo demuestran en casos muy claros como Irak , Irán y en General del Medio Oriente, también en posiciones cerca a Rusia, en Europa del Este, ahora, lamentablemente, nos toca a nosotros estar en la mira de este acuerdo o ¿ llamar la policía?

Moraleja: Cuidado, pues como dicen en el campo colombiano, cuidado: “cuando hay tormenta se corta la leche”.

¿Que esperamos¿: creer en que: “el bien germina ya” o decir este verso: Y si la plata se acaba / Por eso no me caduco / Si esta noche pierdo al truco / Mañana gano a la taba.

tuliomon@gmail.com

Expansión militar de Estados Unidos: Golpe en Honduras y bases en Colombia; por Stella Calloni

Cuba Debate

La decisión del gobierno de Estados Unidos de poner en blanco las bases militares que desde hace años mantiene en Colombia, así como el golpe militar en Honduras del 28 de junio de 2009, donde mantiene la estratégica Soto Cano, en Palmerola y otras instalaciones similares distribuidas en distintos puntos de ese país, dentro del trazado del Plan Puebla-Panamá y el Plan Colombia, no debería ser una sorpresa para América Latina.

Lo que sorprende, en todo caso, es advertir que, a pesar de todos los anuncios de los gobiernos de Washington con respecto a sus nuevos planes y diseños militares para control y dominación regional, no haya sido creado en América Latina algo así como un Comité Estratégico de Defensa y Seguridad regional, para dejar de estar bajo el paraguas del Pentágono como simples proyecciones coloniales.

El trazado de Guerra de Baja Intensidad (GBI) no fue un invento de analistas “delirantes”, si no un perfeccionado diseño de renovadas formas contrainsurgentes, que se aplica desde los años 90.

En ese año -conjuntamente con la puesta en acción del Consenso de Washington- se modificó y amplió el entramado del Conflicto de Baja Intensidad (CBI) en los paradigmas de la contrainsurgencia que viene desde los años 60. Otro paso gigante comenzó en los años 2000 para ese proyecto contrainsurgente, cuya misión es mantener a la región bajo control y desarrollar las actividades necesarias para lograrlo.

Desde los años 90, Estados Unidos había decidido también dislocar el Comando Sur y levantar sus bases de la zona del Canal de Panamá, que resultaban obsoletas para los nuevos planes de GBI y otras modalidades contrainsurgentes de recolonización regional. A partir de los años 80 habían analizado que esa concentración de bases era un objetivo muy expuesto de retaliación en cualquier conflicto de alta intensidad.

A esto se añadió otro cambio que fue la formación de las Fuerzas de Despliegue Rápido, lo que requería una red de bases y estructuras militares en toda América Latina.

En octubre de 2001 al plantear la guerra “como una respuesta rápida al terrorismo” el Pentágono definió la necesidad de crear un “Comando para las Américas”.

Al hacer balances generales y definir la estrategias antiterroristas, en una segunda parte de la iniciativa, el Departamento de Estado marcó un eje en lo que llamó entonces “ofensiva contra el terrorismo en las Américas”, señalando que “el narcotráfico es la base de acciones y grupos terroristas”.

Lógicamente esto indicaba la necesidad de “fortalecer” el Plan Colombia, un proyecto geoestratégico de recolonización para toda América Latina, que inauguró sombríamente el Siglo XXI en la región. Estaba diseñado para el combate contra “las organizaciones terroristas en Colombia y sus similares en la Región Andina “.

De allí rápidamente añadieron al plan madre (Colombia) el de la “Iniciativa para la Región Andina”. A los más de mil millones de dólares aportados para el Plan Colombia, se destinaron 730 millones adicionales para la llamada “guerra contra el terrorismo y el narcotráfico en la región”.

Por supuesto Colombia debía aportar la mayor parte del gasto y la “ayuda” de Estados Unidos consistía en un virtual préstamo para la compra de armas y equipos y otros “gastos” en este último país.

Es la misma fórmula con que se trazó en Washington el Plan Mérida destinado a México, país que debe mirarse en el espejo de Colombia.

En esos días de fines de 2001, el Coordinador para el terrorismo del Departamento de Estado en Washington Francis Taylor, aseguró que su oficina estaba “trabajando con las diferentes agencias del gobierno para diseñar una estrategia antiterrorista para Colombia y otros países andinos para complementar el Plan Colombia” que se había aprobado el año anterior y ” la Iniciativa Regional Andina (IRA) que se discute este año”.

Se destacaba que este nuevo plan a gran escala era de importancia fundamental “para el Hemisferio Occidental” después de lo que llamaron la “guerra iniciada el 11 de septiembre” con el atentado a las Torres Gemelas, cuyo verdadero origen sigue hasta hoy en un oscuro cono de sombras.

En esos momentos, en Washington se hablaba públicamente sobre la creación del Comando para las Américas y se informaba que el principal objetivo de “la intervención militar” en Colombia era “el combate contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC)” de ese país, a las que Washington colocó como “el enemigo número uno”, a pesar de que nada tenían que ver con el atentado.

Vale recordar que, como en la más barata novela policial, al preguntar a quien sirvió ese atentado, todos los datos señalan a Estados Unidos, cuyos gobiernos ya tenían preparado el proyecto antiterrorista que se desarrolló a nivel mundial, cuando el ex presidente George W. Bush declaró la Guerra Infinita y sin fronteras al mundo.

El mismo Taylor, retomando el mensaje amenazante de Bush, al advertir que los países que no se alinearan a sus nuevas estrategias de guerra sufrirían represalias y el tratamiento de enemigos, sostuvo que “que nuestro país y el hemisferio ya no son seguros frente al terrorismo internacional”, para justificar las nuevas políticas militaristas.

Aunque dijo estar seguro de que los ataques se originaron en Afganistán, por supuesto encabezados por el ubicuo Osama Bin Laden el ex gran amigo de la familia Bush, y Al Qaida, “debemos admitir que las amenazas contra nuestros ciudadanos e intereses pueden venir desde cualquier frente, incluido el Hemisferio Occidental”.

En esos momentos el gobierno de Estados Unidos continuaba enviando fondos a la Oficina contra el Terrorismo del Departamento de Estado, y se incluyó un presupuesto, como ’suplemento de emergencia’ que diseñó el Congreso para responder a las nuevas “necesidades”.

Por su parte la Oficina para el Manejo del Presupuesto (OMB) ya planeaba un incremento importante del “paquete antiterrorista” destinado a América Latina en el 2003.

A pesar de que el más importante lavado de dólares en el mundo por narcotráfico se realiza-como está comprobado fehacientemente- a través de la Banca de Estados Unidos, Taylor dijo que esos nuevos fondos estarían dirigidos a “expandir la lucha contra el lavado de activos, que actualmente se concentra en el narcotráfico; a fortalecer los controles en aduanas, puertos y fronteras y financiar el entrenamiento de funcionarios y diversos programas de “intercambio de inteligencia” en Colombia y en el resto de la región.

El proceso de extensión de bases se había iniciado mucho antes del atentado del 11 de septiembre de 2001.

A una serie de instalaciones en diversos países, el 12 de noviembre de 1999, agregaría Washington la firma de un Acuerdo de “Cooperación bilateral” con el gobierno del entonces presidente de Ecuador, Jamil Mahuad para el “uso” -no decía “ocupación”- de la Base de la Fuerza Aérea ecuatoriana de Manta con el objetivo de luchar “contra el narcotráfico”.

Este acuerdo ilegal fue una de las causas -así como el intento de imponer un neoliberalismo a rajatabla, dolarizando la economía- que originó la multitudinaria rebelión popular que terminó derrocando a Mahuad en enero de 2000.

El actual presidente de Ecuador, Rafael Correas, tenía el mandato popular para terminar con la presencia de las tropas de Estados Unidos en Manta y decidió hacerlo, acordando su retiro definitivo antes de noviembre de 2009.

En realidad Estados Unidos llamaba a esa ocupación como “instalación del Puesto de Avanzada” (FOL en sus siglas en inglés), como denomina a algunas de sus bases en otros lugares, mientras continúa en la presión sobre gobiernos para nuevos acuerdos similares al que había logrado en Ecuador.

De la misma manera expandió la presencia de sus servicios de inteligencia, invadiendo silenciosamente con Fundaciones y Organizaciones No Gubernamentales, a América Latina. Reinstaló los seguimientos, controles y represión que siempre realizó la CIA y el FBI, con el uso de las dependencias de seguridad de nuestros países y nuevas tecnologías de avanzada, acumulando datos e información altamente clasificada para sus necesidades de control regional.

La introducción de la Agencia Antidrogas (DEA) en los años 80 fue activar otro mecanismo de brutal espionaje, acciones encubiertas y guerra sucia en todo el continente. Una de las mayores víctimas en los últimos 28 años fue Bolivia.

Para entender cómo avanzaría ese proyecto, el Departamento de Estado mencionaba como “peligrosas” a todas las organizaciones sociales de Colombia, además del enemigo número “Uno” las guerrillas de las FARC.

Llegó a tal límite, que para asustar a propios y ajenos, se decía que “hoy día (2002), el grupo terrorista internacional más peligroso basado en este hemisferio es la FARC “.

Mintieron descaradamente cuando informaron que los dirigentes de las FARC “no sólo festejaron” el ataque a las Torres Gemelas, sino que” llamaron a atacar a Estados Unidos” y ante eso se justificaban de que “nuestra única esperanza es limitar la amenaza que plantean grupos como las FARC, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y los de origen árabe que operan en la zona(otra asombrosa falsedad) estrechando nuestra cooperación en inteligencia y actividades policiales con nuestros aliados”, como dijo Taylor.

Los Servicios de Seguridad del Pentágono, hacían saber que el Comando para las Américas, encargado de “la defensa del Hemisferio Occidental” se implementaría a partir “del entrenamiento y el despliegue operacional del Comando Sur del Ejército norteamericano”.

Cuando a fines de 1999 el Comando Sur sacó sus últimas instalaciones de Panamá, ya tenían preparadas sus nuevas bases y refugios y se habían extendido por la región Andina en un trazado estratégico, que no era precisamente invisible.

El cerco alrededor de Colombia era formidable y desde esos años se había concretado otro cerco operacional de alta tecnología de guerra sobre la Zona de distensión, donde se llevaban adelante las conversaciones del gobierno con la FARC la famosa zona de despeje de San Vicente del Caguán que tantas esperanzas creó.

Llevaría un tomo de unas mil páginas resumir todo lo actuado por Estados Unidos para impedir la paz en Colombia.

Mientras hipócritamente simulaban alentar la pacificación, enviaban nuevos fondos para el fortalecimiento de bases en Colombia y en otros países donde fueron estructurando esta red, en tiempo de los gobiernos “gerentes” y sumisos y con el silencio de la OEA.

Los Congresistas de Estados Unidos habían declarado que el Plan Colombia significaría la derrota de las guerrillas, pero lo que se evidenció ya desde los años 2002-2003 es que se trataba de un diseño regional de contrainsurgencia con nuevos protagonistas como las empresas privadas de paramilitares y mercenarios.

Colombia estaba ya hace mucho tiempo bajo una virtual guerra colonial que en el marco de la Baja Intensidad y el Plan Colombia se podía extender desde esa sede a todos los países de la región.

Los paramilitares nunca entraron de lleno en la caracterización de “terroristas” salvo aquellos “algo independientes” o díscolos o más exigentes en las ganancias del narcotráfico, que no son tolerados.

De las violaciones y derechos humanos-incrementados en todo el desarrollo del Plan Colombia- la “guerra sucia Interna” y contra los vecinos, como se vio en Venezuela y Ecuador, nada se decía públicamente.

Taylor en 2002 había anunciado a grandes voces que Estados Unidos estaba decidido a utilizar sus fuerzas militares en América Latina, para “combatir el terrorismo”.

Para Washington y el Pentágono, los movimientos campesinos, indígenas, sociales, sindicales, políticos y otros podían entrar rápidamente en el concepto de “terrorismo” que diseñaban sus estrategas.

Nunca se descartó la posibilidad de intervención en América Latina y de hecho había finalizado el siglo XX (diciembre de 1989)con la invasión a Panamá, un país de dos millones de habitantes, que ocupaban sus bases y tropas en una zona que dividía en dos a esa nación.

Para invadir Panamá cruzaron una calle. Es ese el sueño del Pentágono: cruzar una calle o espacios muy cortos, como podría suponer invadir Bolivia desde su puesto de avanzada, el cuartel militar paraguayo en Mariscal Estigarribia, a 250 escasos Km. de la frontera boliviana, donde tienen una pista similar a la de Palmerola, 3 800 metros de largo para aterrizar sus enormes aviones.

El cerco sobre Bolivia incluye a las bases de Estados Unidos en Perú. En ambos países hay tropas de Estados Unidos en maniobras permanentes.

En los años 2002, el general James Hill, como Jefe entonces del Comando Sur advirtió al Congreso de su país que “la principal prioridad para esa institución” debe ser alentar el apoyo regional a la guerra contra el terrorismo mejorando las capacidades de las naciones asociadas, asegurando el acceso operacional de Estados Unidos, y estableciendo socios confiables de la coalición.

Asegurar “el acceso operacional” de Estados Unidos, fue la clave para la siembra de bases e instalaciones estadounidense en la región.

En otros informes de Seguridad Nacional de los Estados Unidos se afirmaba que entre los objetivos relacionados con los “intereses vitales” de ese país y para los cuáles debía poder asegurarse la posibilidad de una intervención armada, debía incluirse la defensa de la globalización.

Es decir ”el mantenimiento de la estabilidad y la viabilidad de los sistemas globales, como son las redes comerciales, financieras, de energía y del medio ambiente”. Con esto estaba todo dicho.

Han pasado siete años y cada uno de los pasos de ese proyecto de Washington se cumplió y sigue adelante con variaciones para mejorar el avance. Nunca para retroceder. Aunque en estos últimos años han encontrado una barrera inesperada en otro tipo de gobiernos que surgieron en una región donde los pueblos están en permanente acción independentista, aunque muchos no se atrevan a llamar así a una rebelión libertadora, que es lo que está sucediendo.

En defensa del libre mercado, la globalización y las democracias de seguridad, Estados Unidos actuó contra los pueblos de América Latina intentando impedir que llegaran al gobierno presidentes populares y desatando guerras sucias, sicológicas, de Primera, Segunda o Tercera Generación, que en realidad mantienen los antiguos elementos contrainsurgentes, apoyados en enormes avances tecnológicos. Pero la raíz es la misma de siempre.

Golpes Suaves, medianos, fuertes, todo vale, mientras crece y se extiende el número de tropas. Para tener a mano a sus viejos amigos de las dictaduras de la seguridad nacional, Washington se aseguró de librar otra Guerra de Baja Intensidad, tratando de convencer que las “reconciliaciones” era buenas para las “democracias” modernas y que había que dejar atrás el pasado y pactar con los responsables de crímenes de lesa humanidad de las dictaduras. Con eso aseguraban impunidad para sus viejos cuadros militares y policiales en la región, a lo que ahora están utilizando para los nuevos escenarios contrainsurgentes, como se evidenció en Honduras.

Washington tuvo muchos voceros de sus proyectos. En los años 2004, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld advertía: “debemos tener la capacidad de ejercer un poder de disuasión en cuatro teatros de operación…debemos poder derrotar a dos agresores al mismo tiempo. Y simultáneamente debemos poder conducir una contraofensiva y ocupar la capital de un país enemigo instaurando un nuevo régimen”.

Nada mejor para eso que tener una base en cada lugar como en sucede en varios países de América Latina, como en Colombia y Honduras.

Editorial de La Jornada:

Plan Arias muerto y enterrado

Dia 24 agosto

Ayer, al rechazar de manera terminante cualquier posibilidad de un retorno negociado del mandatario constitucional, Manuel Zelaya, a la presidencia de Honduras, la Corte Suprema de ese país ratificó su afiliación al gorilato que se ha entronizado en esa nación centroamericana y puso el último clavo en el ataúd del llamado Plan Arias, una propuesta de por sí obsequiosa con los golpistas que detentan el poder en Tegucigalpa.

Cuando están a punto de cumplirse dos meses de la interrupción del orden democrático hondureño y de las ilegales captura y deportación de Zelaya, parece haber quedado claro que el esfuerzo de la diplomacia internacional por restaurar la institucionalidad en Honduras ha desembocado en un callejón sin salida: el repudio universal generado por los golpistas y su empeño de conformar un régimen civil no ha sido suficiente para restablecer la democracia. Por el contrario, entre los gestores de ese trabajo se abrió paso la postura de que los golpistas merecían concesiones en la composición del gobierno; no otra cosa es el Acuerdo de San José, inventado y promovido por el presidente costarricense, Óscar Arias, quien desde un inicio torpedeó la posibilidad de que los gobiernos del continente presentaran un frente unido de rechazo total y exigieran, en vez de la inclusión de los subversivos en un gobierno de “unidad nacional”, su castigo legal por todos los delitos cometidos durante y después del golpe de Estado, pasando por los actos de brutalidad represiva que han cobrado ya varias vidas de zelayistas.

Ciertamente, Arias no habría podido realizar ese trabajo de zapa si no hubiese dispuesto del margen de maniobra que le ofreció la ambigüedad y la falta de coherencia del gobierno estadunidense ante el golpe; porque, si bien el presidente Barack Obama manifestó desde un principio su rechazo a los militares y civiles que participaron en la asonada y su respaldo a la legitimidad de Zelaya, en los días siguientes fue evidente que en Washington, dentro y fuera de la administración Obama, había sectores que no veían con malos ojos a los nuevos gorilas hondureños, particularmente en los ámbitos castrenses, en la llamada “comunidad de inteligencia” -es decir, el mundillo de las agencias de espionaje e injerencia externa del aparato gubernamental de Estados Unidos- y en el propio Departamento de Estado, encabezado por Hillary Clinton.

Obama, por su parte, encontró una salida a su propia ambigüedad al afirmar, hace unos días, la supuesta incongruencia de quienes tradicionalmente han pedido el fin del intervencionismo de Estados Unidos en América Latina y ahora demandan que Washington adopte un papel más activo contra los golpistas hondureños. Se trata, por supuesto, de un razonamiento falso: bastaría con que el habitante de la Casa Blanca refrenara las acciones y las inercias injerencistas de quienes respaldan en forma activa o pasiva a los integrantes del régimen espurio para que éste se volviera inviable en cuestión de días.
En esta circunstancia internacional, parece probable la perspectiva de que la camarilla que se hizo del poder en Tegucigalpa logre su propósito de mantenerse en él hasta noviembre próximo, cuando están programados los próximos comicios presidenciales, y organizar una simulación electoral que garantice el triunfo de un candidato a modo. Si esa posibilidad llega a concretarse, se habrá consumado la destrucción de la incipiente democracia hondureña y la imposición de un gobierno oligárquico carente de legitimidad.

Para los sectores que han mantenido una resistencia a todas luces heroica, pero carente de la cohesión y la organización que se requiere para desalojar por sí sola a los gorilas, se trata de una perspectiva amarga, pero tal vez inevitable, en la que los demócratas de Honduras tendrían que desarrollar un trabajo político y organizativo de largo aliento con el fin de restaurar la institucionalidad quebrantada.

Para la institucionalidad y la democracia de las naciones latinoamericanas en su conjunto, la mera posibilidad enunciada es un agravio y un precedente peligrosísimo: la perpetuación del golpismo hondureño por medio de una simulación electoral sería un mensaje de aliento al militarismo autoritario, represivo y criminal que devastó la región hasta hace un par de décadas.

Chomsky propone zona de paz en Latinoamérica

Caracas, 24 Ago. ABN.- Ante la amenaza estadounidense de hacer presencia militar a través de bases en Colombia, el lingüista y ensayista político norteamericano Noam Chomsky planteó la instalación de una Zona de Paz en Latinoamérica.

Destacó que la participación y el apoyo de los Estados Unidos en los golpes militares en el continente deben preocupar a las naciones, situación que se agrava con la instalación de soldados y armas norteamericanos en Suramérica con la escusa de “lucha contra el narcotráfico”.

Desde la sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño, en Caracas, Chomsky explicó que en este siglo ya se han apoyado tres golpes de estado desde Norteamérica: Haití, Venezuela y Honduras.

Indicó que la administración Obama no sólo apoya al régimen instaurado de Honduras sino que sigue entrenando cadetes de ese país en la Escuela de las Américas. Ante ello espera que de la reunión extraordinaria de la Unión de Naciones Suramericana (Unasur) resulte una posición contundente.

“Debería haber una declaración fuerte oponiéndose a la militarización del continente y a la presencia estadounidense en las bases militares colombianas”, expresó Chomsky quien destacó que Estados Unidos no toleraría las intervenciones que, con la excusa del apoyo a la democracia, este país hace a otros.

Planteó la necesidad de que en la reunión de la Unasur se apoye una propuesta para la creación Zona de Paz como un objetivo que se puede lograr en conjunto, y reveló que estas bases militares en Colombia, aunque no representan un gasto significativo en el presupuesto estadounidense, son muy valiosas por la posición estratégica y la zona energética donde se ubican.

Manifestó que además de las bases y la militarización del continente, la Unasur podrá tocar temas como el problema de la dependencia de la exportación de productos primarios como el petróleo, y el impacto ambiental del sistema socioeconómico que predomina en la región.

“Las transformaciones que se están haciendo en Venezuela por crear otro modelo socieconómico puede tener un impacto global si estos proyectos se realizan de manera exitosa”, explicó el lingüista y definió al modelo estadounidense como suicida, y de este sistema dijo: “Pretende imponerse como remedio para los males que el mismo causa”, destacó.

(Vídeo): Para ver el excelente Dossier de Walter Martínez, pulse aquí:

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