Lo que los votantes eligen en estas elecciones es a sus representantes en el Parlamento Europeo, una institución de limitadas competencias y que no ejerce una función real de control de las decisiones que adoptan los órganos ejecutivos de Bruselas. Ésta es la realidad, aunque no nos guste. Estos comicios se celebran además en unos momentos de profunda crisis del proyecto europeo, con el Tratado de Lisboa pendiente de ratificación. Las sucesivas ampliaciones han debilitado la cohesión de la Unión Europea (UE), un gigante con pies de barro.
A la parálisis del proceso de construcción europea se suma la desastrosa campaña electoral que han hecho los grandes partidos, ocupados en descalificaciones mutuas de baja estofa y eludiendo cualquier debate serio sobre Europa. Ahí queda la lamentable intervención de Zapatero en Barcelona, cortejando al electorado catalán a costa de proclamar que lo blanco es negro.
Por si esto no fuera suficiente, PP y PSOE han elaborado sus listas de forma endogámica, proporcionando un retiro de lujo a las viejas figuras o una actividad muy bien remunerada a los parientes en paro.
Todo ello configura un panorama desolador, que invitaría a quedarse en casa si no fuera por dos razones que hay que considerar. La primera, la importancia de relanzar el proyecto europeo que necesita de un empujón de todos. La integración en Europa ha sido clave para nuestro progreso económico y político y ahora no podemos dejar que el sueño europeo se difumine lentamente ante la pasividad generalizada.
La UE es un marco de convivencia y cooperación, una fuente de estabilidad política en un continente con una historia traumática y un motor de crecimiento económico. Votar mañana significa apostar por ese gran proyecto.
Pero hay una segunda razón que nos aconseja recomendar que los ciudadanos vayan a las urnas: es la oportunidad de castigar al Gobierno de Zapatero por sus 15 meses de gestión, que arrojan un demoledor balance negativo. Desde el punto de vista de la economía, el Gobierno ha demostrado su ineficacia para combatir una crisis que le desborda. Desde el punto de vista político, Zapatero está virando hacia un sectarismo cada vez más agudizado. Teniendo en cuenta que las próximas elecciones municipales y autonómicas son dentro de dos años, la cita del domingo es una gran ocasión para que los ciudadanos puedan expresar el rechazo que suscita la deriva del Gobierno.
Aunque Rajoy ha hecho un gran esfuerzo personal en este campaña, da la impresión de que el PP ha perdido la oportunidad de que el electorado pudiera visualizar esa renovación que propugna, que desde luego no queda reflejada en su lista ni en algunos de sus mensajes.
UPyD ha sido víctima de la marginación de los medios estatales, pero tampoco ha logrado en esta campaña transmitir una idea fuerza que le permita dar ese salto que necesita. Ayudarle a entrar en Europa es, en todo caso, un objetivo tan noble como recomendable pues se trata del único partido con un proyecto fiable de regeneración democrática.
En suma, como no hay en juego un cambio de Gobierno ni ninguna decisión trascendental que afecte a Europa, recomendamos a los ciudadanos que voten como les parezca mejor para castigar a Zapatero. Y es obvio que la lista del PP es el instrumento más eficaz para ello.
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