La Historia está llena de interpretaciones, pero también de manipulaciones provocadas por los intereses de unos, las mentiras de otros y las teorías conspirativas. Han mentido intelectuales, científicos, periodistas y políticos. Pero, ¿quién no lo ha hecho alguna vez? El catedrático José María Martínez Selva lo descubre en “La gran mentira” (Paidós).
Elena Viñas
La lectura intencionada a la que han sido sometidos los acontecimientos históricos es infinita y la influencia de las teorías conspirativas, alarmante. No sólo mienten, ocultan e inventan los ciudadanos de a pie, también lo hacen personajes políticos, científicos, periodistas, deportistas y empresarios. Para analizar a cada uno de ellos, José María Martínez Selva, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia, ha publicado "La gran mentira" (Paidós).
El alemán Günter Grass, Premio Nobel de Literatura, mintió sobre su pertenencia a las SS durante décadas (Efe)
"La invención es la mentira difícil pero la más fácil de coger", dice el autor. Pero no hay mentira sin mentiroso. El literato alemán Günter Grass criticó durante años a quienes ocultaban en Alemania su pasado. Tiempo después de recibir el Premio Nobel, desveló en las páginas de “Pelando la cebolla” que había formado parte de las fuerzas militares alemanas SS en sus años de juventud. Grass se refugió en la excusa de que fue obligado a alistarse, mientras Martínez Selva matiza que su estrategia mental fue “afirmar que le daba vergüenza”.
El ex presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, abandonó la Presidencia tras un escándalo de espionaje y escuchas, desvelado por un agente del FBI, a quien se le conoció como Garganta profunda
A diferencia del alemán, que omitió desvelar detalles de su vida, Richard Nixon fue considerado por biógrafos, historiadores y periodistas como un “mentiroso compulsivo”. Según cuenta Martínez Selva en las páginas de su libro, “estaba obsesionado por su apariencia y por la imagen que podía causar en los demás”. Pero el caso del ex presidente de EEUU no es el único en política. De hecho, como afirma el autor, es habitual que “el político que no quiere perder su cuota de poder se aproveche de su posición en su beneficio”.
La política en España no inventa tanto como oculta. Martínez selva recuerda a Enrique Tierno Galván cuando dijo aquello de que “los programas electorales están para no cumplirse”. Uno de los ejemplos de esta ocultación es el que se resume a continuación y que cita Martínez Silva en su libro:
Cuando Eta anunció el alto el fuego permanente en 2006, semanas después varios empresarios navarros recibieron cartas en las que la banda les reclamaba el impuesto revolucionario. Preguntado por esta aparente incongruencia, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmó ante los periodistas que “todos los datos con los que cuentan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado abonan la tesis de que las famosas cartas son de antes del alto el fuego”. A la pregunta de si se había confirmado ese hecho, dijo que era la información de la que disponía. Poco después, la confederación de empresarios navarros lo desmintió.
Enric Marco fingió haber sido prisionero en un campo de exterminio nazi
Pero si de algo se ha alimentado la política ha sido de teorías de conspiración, que parten de un suceso trágico, como los atentados del 11-S o del 11-M, y evolucionan cargadas de un componente ideológico y emocional, además de una confusión generalizada. El autor, que las define como “voraces”, afirma, sin embargo, que no son eternas, ya que su vigencia se desgasta con el tiempo. Pone un ejemplo: “¿Quién continúa manteniendo la teoría de que el Gobierno de Bush orquestó los atentados de Nueva York?”.
Según Martínez Selva, “vivimos en una cultura del engaño”. Basta recordar los casos de Enric Marco, que fingió haber sido prisionero en un campo de exterminio nazi, o de Alicia Esteve Head, que dijo ser una de las 19 personas que salieron vivas de los pisos superiores de la segunda torre de los atentados del 11-S. Y todo porque ninguna mentira tendría cabida si la gente “no tuviera tendencia a creerlas”, dice el catedrático.
Alicia Esteve Head dijo ser una de las 19 personas que salieron vivas de los pisos superiores de la segunda torre de los atentados del 11-S
A juicio del autor, los países de cultura mediterránea “tienen una tolerancia muy alta para cierto tipo de mentiras”, que, además, se perdonan, como en el caso de la mentira del débil frente al poderoso, cuyo ingenio llega incluso a alabarse. ¿Es entonces inteligente el mentiroso? Martínez Selva lo tiene claro: “Para mentir socialmente se necesita un cierto grado de inteligencia”. Si bien, canales como Internet favorecen la propagación de la rumorología. "Es el reino de las mentiras", dice el autor. La Red tiene un gran poder para crear mentiras “pero también para contrarrestarlas”, sentencia esperanzado.
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