Hace unos treinta años visité Churchil College en Cambridge y tuve la oportunidad de ser invitado a compartir la High Table para, más tarde, compartir relajadamente un café con varios profesores entre los que se encontraba Frank Hahn, uno de mis ídolos de juventud.
Por aquel entonces ya había comenzado a pasar parte de su tiempo en Siena y, hablando de su experiencia en esa universidad contó, con la velocidad verbal que le caracterizaba, que les había examinado a sus alumnos italianos sobre las medidas económicas a tomar en aquellos tiempos de crisis de oferta y (aquí hacía una pausa significativa) en qué orden las tomarían.
Esta pregunta aparentemente sin importancia es sin embargo muy relevante a la hora de que cada país diseñe su estrategia para afrontar la crisis dando por sentado de que existe una diagnosis más o menos común. Es la pregunta implícita que ha sobrevolado las diferencias entre los estados del G-20 que se han reunido en Londres y es especialmente importante para un país que como España que ha tomado parte de esas conversaciones y que parte de un caldo de cultivo especial y de alguna fortaleza única a pesar del inoportuno asunto CCM.
La inmigración, la construcción de viviendas para acomodarla, la baja productividad propia y el déficit comercial reflejo de la falta de ahorro interno eran y son problemas que España tiene que afrontar si quiere volver a una senda de crecimiento sostenido. Pero ¿cómo hacerlo?, ¿qué medidas tomar?, ¿en qué orden?
Nuestro sistema financiero, a pesar de las sospechas de última hora, se encuentra en un estado de forma envidiable
Esfuerzos en innovación
Parece evidente que hay que continuar con esfuerzos decididos y no tan timoratos como hasta ahora en materia de innovación. Hay un Ministerio especializado y no cabe duda de que tiene mucho que decir a efectos de enmarcar el modelo de crecimiento español.
Que este Ministerio no haya tenido hasta ahora la impronta que debería en la política general española dice bastante sobre la necesidad de renovar la administración, una de las reformas estructurales, junto con la del mercado de trabajo, más necesarias pero que, sin embargo, no se suele citar como parte del paquete de medidas urgentes.
Que hay que encontrar los sectores en los que España podría tener ciertas ventajas parece también obvio y en este punto creo poder ser un poco herético. Yo no sería muy pesimista en cuanto al sector inmobiliario.
Los precios ya han comenzado a flexionar a la baja a pesar de su rigidez inicial y acabarán por descender significativamente de forma que se reanudará la venta de vivienda de segunda mano y la construcción de vivienda nueva en cuanto mejore la situación global, la inmigración vuelva tomar vuelos y la demografía europea continúe teniendo a nuestro país como el lugar ideal para el retiro: un país con un generoso sistema de salud y con buen tiempo. Pero sin lugar a dudas nuestro sector más competitivo es el financiero.
Analizar el sector financiero parece imprescindible para atacar el problema del orden en que las medidas deban ser tomadas. Con relación a los sectores financieros de otros países europeos o al de los USA, nuestro sector financiero, a pesar de las sospechas de última hora, se encuentra en un estado de forma envidiable.
La razón es en parte mérito del propio sector y en parte mérito del regulador y supervisor. En ambos casos la actitud timorata ha resultado ser una bendición y, en parte inspiración para el G-20. No tenemos hipotecas subprime y otros activos más o menos tóxicos no han invadido el sistema en la medida que lo han hecho en otros de otros países. Nuestro sistema financiero en general está por lo tanto a salvo de accidentes excepto los propios. Accidentes propios que existen pero son conocidos y relativamente fáciles de valorar.
Tanto bancos como cajas han invertido demasiado en el mercado hipotecario y ahora se encuentra con aumentos significativos de la mora. Esto es especialmente cierto de las cajas que, además, con independencia del caso CCM, parecen estar sujetas a demasiados condicionamientos políticos. Tanto cajas como bancos sufrirán además los avatares de una situación general que se deteriora de tal forma que el volumen de negocio se reduce así como el beneficio y presumiblemente el pay out de los bancos. Y a pesar de todo este sistema una de nuestras fortalezas.
Déficit comercial
Fortaleza relativa en cualquier caso puesto que el sistema está muy expuesto a las exigencias financieras que se derivan del déficit comercial que ha de ser compensado con el superávit de la balanza de capitales correspondiente a un incremento de la (inicialmente pequeña) deuda que, intermediado por el sistema financiero nacional (a cambio de un fee) acabará en manos de gobiernos o bancos extranjeros y cuyos intereses habrá que ir satisfaciendo y cuyo principal deberá ser devuelto en las fechas convenidas.
Y es ahora cuando importa el orden de las medidas a tomar. Aparte de la necesaria reflexión general y colectiva sobre la administración, sobre nuestro mercado de trabajo y sobre nuestro sistema de Ciencia e Innovación, lo primero que hay que hacer es consolidar el sector financiero cambiando la legislación sobre Cajas de forma que éstas también puedan formar parte de esa consolidación.
Esta medida ha de ser pilotada por el Banco de España que a estas alturas debe conocer ya los balances verdaderos de toda entidad de crédito. No será una medida fácil; pero ya se tomó en Italia hace años y, en cualquier caso esta la consolidación financiera es más urgente en general que el nuevo esquema regulatorio que solicitaba el eje franco-alemán en Londres.
Sector financiero sólido
Esta consolidación debería ser complementada por una "gobernanza" renovada y estructurada en dos niveles de forma que se pueda atender a algunas de las funciones que han justificado las cajas mediante la existencia y capacidad decisoria de un Consejo de Vigilancia.
Este segundo nivel de administración podría dar satisfacción a stakeholders y representaría un paso apreciable en sí mismo entre otras cosas porque se vería como una promesa de moderación salarial de los ejecutivos en favor no solo de los accionistas sino también de esos stakeholders mencionados, así como un control de las posibles exageraciones del pasado.
En cuanto un sector financiero así, fuerte y sólido, se consolide podremos volver a una situación en la que la excedentaria balanza de capitales resultante del exceso de demanda de activos seguros permitiría el mantenimiento de una balanza comercial deficitaria, imprescindible para poder importar lo necesario para sentar las bases del incremento de nuestra productividad, así como llevar a la práctica el diseño, ya pensado, del necesario gasto público a llevar a cabo en los sectores prometedores y que podría redundar en una continuación del incremento del endeudamiento con el exterior.
El necesario cambio en el modelo productivo se hará realidad si para cuando sea financieramente abordable hemos encontrado ya la manera de conformar un mercado de trabajo que combine la flexibilidad con la generosa compensación al desempleo. El incremento de productividad junto con esta modificación en el mercado de trabajo debería redundar en el avío definitivo de nuestra crónica falta de competitividad.
Es un reto importante; pero si se sigue el orden explicado en esta columna, de forma explícita o implícita, me parece asequible. Podemos, si tenemos un esquema claro dejar en evidencia, a quienes anuncian males especiales para nuestro sistema económico.
EXPANSION.COM
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