La reunión del G-20 a principios de abril concluyó con los resultados que esperábamos: la asunción por los responsables de las principales economías del mundo de un conjunto de compromisos dirigidos a estabilizar el sistema financiero internacional.
La crisis financiera que se inició en octubre del año 2007 se parece en muchos aspectos a la que afectó al mundo hace ochenta años, en 1929. Se parece por su universalidad, por su duración y por el fuerte impacto que tuvo en la economía real.
Hay, sin embargo, diferencias importantes entre las dos crisis. La de 1929 tuvo repercusiones dramáticas en la sociedad y en la política de la época. Produjo graves crisis políticas en todo el mundo, con guerras civiles en Austria y España, el ascenso de los fascismos y un conjunto de conflictos bélicos que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial.
La crisis que se inició en 2007 está produciendo efectos sociales negativos, con un aumento dramático del paro. Pero las sociedades y los sistemas políticos están resistiendo mejor el embate que en 1929.
La razón de esta diferencia en cuanto a los resultados reside en la existencia hoy de una serie de mecanismos de protección internacional que no se daban en 1929: Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Banco de Pagos Internacionales, Banco Central Europeo, organizaciones de cooperación y desarrollo económico y otras muchas instituciones, incluyendo el propio G-20.
Esta red internacional de instituciones financieras ha impedido hasta ahora que las economías nacionales cayeran como fichas de dominó de la forma en la que se propagó la crisis de 1929. Los Estados y las Instituciones Internacionales han activado sus mecanismos de defensa y sus reservas para impedir que una sola de las economías relevantes se hundiera en la crisis. La reunión del Grupo de los 20 en Londres es una nueva expresión de este sistema de colaboración internacional de ámbito mundial.
El Grupo de los 20 no se ha conformado en la reunión de Londres con prestar nuevos elementos de estabilidad al sistema financiero, sino que ha tratado de ir más lejos apuntando a los métodos para una recuperación económica que deberá empezar a producirse ya en el año 2010, si no antes.
Para hacer posible esta recuperación, los Estados participantes se comprometieron a aumentar sus aportaciones a las instituciones financieras internacionales y, sobre todo, a la que tiene la obligación de velar por la estabilidad monetaria, es decir, el Fondo Monetario Internacional. Pero también se han comprometido a mantener un nivel elevado de gasto público para compensar la caída de la inversión privada.
Otros compromisos van dirigidos a reforzar la regulación y supervisión de los mercados financieros, a poner fin a los paraísos fiscales y a controlar la buena gestión de las entidades financieras, incluyendo la limitación de las retribuciones de sus directivos. También se han asumido compromisos para la liberación del comercio mundial mediante la conclusión de la Ronda Doha de negociaciones comerciales multilaterales en el Marco de la Organización Mundial de Comercio.
Los dirigentes del G-20 no han podido, sin embargo, despejar todas las incógnitas sobre el futuro de la economía internacional. Aunque las crisis económicas tienen duración temporal limitada, en el marco de los también temporales ciclos económicos, no es fácil predecir el momento de la recuperación. La expresión usual para designar el momento que marca el fin de la crisis es "tocar fondo", es decir, cuando el ciclo ha alcanzado el punto más bajo, a partir del cual debería empezar a remontar.
Para algunos teóricos y dirigentes políticos ese momento ya se ha alcanzado. Para otros está todavía por llegar, quedando aún unos meses de incertidumbre y de aumento del paro.
En todo caso, la reunión del G-20 en Londres supone un salto cualitativo en cuanto a las relaciones económicas mundiales. El entendimiento entre los dos principales bloques económicos, los Estados Unidos y la Unión Europea, y la agrupación de los restantes actores principales de la economía mundial nos permite colocarnos en la perspectiva de una situación de superación de crisis, en la que renazca la confianza y sea posible la recuperación económica.
* Diputado al Parlamento
europeo, PSOE
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