Que la crisis del capitalismo es sistémica ya nadie lo niega. Ni siquiera los más firmes partidarios del modelo económico. Baste pensar en los cientos de miles de millones de dólares y de euros que la FED (Reserva Federal Americana) y el BCE (Banco Central Europeo) han inyectado al sistema financiero para reflotar bancos, parar quiebras de entidades financieras, nacionalizar e intervenir y, en general insuflar "sangre monetaria" al sistema económico. A ello deben añadírsele las ayudas extraordinarias a sectores estratégicos como los del automóvil en Europa y en USA. Según el FMI, el PIB de Estados Unidos retrocederá un 2,6% este año. Y sólo estamos hablando del sector occidental del capitalismo. No hablamos de China y Japón, economías decisivas en el sistema económico mundial, sobre todo la primera por el alto nivel de dependencia de las economías capitalistas más importantes del mundo del gigante asiático. Baste decir que Obama espera de China que ella sea el socio fundamental en la compra de deuda americana para reflotar la economía USA:El comercio exterior chino ha caído en febrero de 2009 un 24,9% menos que el año anterior. Según el Banco Mundial, a mediados de este año la producción industrial se reducirá un 15% en comparación con 2008. La caída de las exportaciones se hará notar en las cuentas de Japón, cuyo PIB puede llegar a caer un 5,8% a finales del 2009. El FMI ha concedido ya más de 50.000 millones de dólares para ayudar a países en apuros y demanda nuevas e ingentes provisiones de fondos al G-20. El influjo de la economía financiera en la llamada economía real es brutal y está creando decenas de nuevos millones de parados en el mundo. Grandes totems del capitalismo como General Motors o General Electric afrontan serios riesgos de quiebra. AIG, la principal financiera mundial ha recibido 183.000 millones de dólares para evitar su hundimiento. La economía global se contraerá previsiblemente en 2009 alrededor de un 2% según el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. Algo que no había sucedido en más de 60 años, tras la II Guerra Mundial. Que las principales economías del mundo estén en recesión es algo que no habíamos vivido antes Y la situación financiera del sistema a nivel mundial, lejos de mejorar corre el riesgo inminente de agravarse aún más. La llamada del FMI a retirar los activos tóxicos de los balances bancarios y reabsorberlos por bancos públicos en una especie de fórmula de baúl de virus que, si no puede destruirlos, intenta aislarlos, junto con sus recomendaciones de cerrar, fusionar o intervenir temporalmente los bancos insolventes indica que lo peor está por venir. Por otro lado, economías como la japonesa o la USA acercándose a tipos de interés próximos al 0% y la Europea al 1,5% no están generando reacción alguna que no sea en cierto furor bolsístico, ansioso ya de realizar beneficios después de un año de caída libre del parquet.
La situación de prequiebra técnica de varios países del Este de Europa, miembros de la UE es alarmante.
Hungría, en recesión, ha visito como su moneda, el forinto, se ha desplomado un 25% en medio año. En octubre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) tuvieron que dar un crédito de urgencia de 20.000 millones de euros para que no declarase una suspensión de pagos. Más de la mitad de los préstamos a particulares concedidos en Hungría por los bancos -alrededor de 10.000 millones de euros, un 9% del PIB- están concedidos en divisas extranjera, sobre todo en francos suizos.
Desde julio del pasado 2008 , la moneda polaca, el zloty, se ha devaluado un 40%, la corona checa casi un 30% y el leu rumano un 15%. El presidente del Banco Nacional de Rumania, Mugur Isarescu, reconoció hoy que el país podría necesitar la ayuda del FMI y de la UE para evitar el hundimiento de su economía.
Polonia y Lituania viven situaciones bastante dramáticas.
Por lo que respecta al paro, este siguió aumentando en enero de 2009 y afecta ya al 8,2% de la población activa de la zona euro y al 7,6% de la del conjunto de la UE, aunque en España está ya en el 15%
Y pensemos que en lo hasta aquí descrito no estamos hablando de cómo la crisis golpea ya con dureza a países emergentes como Brasil o del modo en que lo hace y lo hará en los países más pobres, previsiblemente con menor impacto en algunos casos, por su más débil inserción en la cadena financiera del capitalismo mundial, aunque mucho más grave en otros, por el abandono creciente de las medidas económicas destinadas a la ayuda al desarrollo y a combatir las hambrunas más agudas del planeta.
Esto sólo por lo que se refiere a la crisis capitalista. Pero la crisis de civilización parece tener aún una dimensión más rotunda y definitiva; si se me permite, más desgarradora.
Definamos primero qué entendemos por crisis de civilización, antes de pasar a exponer algunos indicadores de impacto de la misma.
Una "crisis de civilización sería, hablando en sentido estricto, un momento histórico en el que las estructuras socio-económicas, políticas, culturales y generadoras de sentido (la esfera de lo moral) da claras muestras de creciente incapacidad para dar respuesta a las necesidades y aspiraciones de la
sociedad, hasta que se llega a un "punto crítico" —una crisis— en el que las estructuras pueden, o bien desaparecer (extinguirse, venirse a bajo), o iniciar un proceso de transformación que le permita recuperar las capacidades perdidas, aunque ello implique ciertas cambios más o menos profundos. La caída del Imperio Romano y la Segunda Guerra Mundial son dos ejemplos claros de crisis de civilización. La primera supuso el fin de un modo de ver el mundo, de un concepto determinado de universalidad y la caída en una etapa de caos, decadencia de la cultura y convulsiones en lo que habían sido territorios del Imperio. El Imperio cayó en el abismo de su desaparición, al menos el de Occidente, aunque el de Oriente perviviera muchos siglos más pero convertido ya en otra cosa.Y en el caso de la Segunda Guerra Mundial, la crisis se resolvió a favor de la supervivencia reforzada de los modernos Estados liberales pero también representó la expansión del socialismo en buena parte de Europa, bien que bajo unas formas tuteladas por la Unión Soviética. A pesar de que la sociedad humana superase el momento de la gran crisis mundial que supuso esta segunda conflagración, lo cierto es que fue un momento en el que la locura y los totalitarismos nazis y fascistas estuvieron a punto de hacer involucionar la civilización humana a sus formas más monstruosas.
De ese concepto de crisis total –institucional, política, socio-económica, cultural y generadora de sentido- cabe arrancar en esta segunda parte del artículo.
Cabe añadir que hay tres crisis más que hacen más dramática esa crisis de civilización: la crisis energética, la crisis medioambiental, y la crisis alimentaria.
Ha quedado ya analizado el aspecto socioeconómico de la crisis, por lo que no volveremos sobre él.
Detengámonos en el aspecto relativo a la crisis política, al menos tal como la conocemos en el mundo de las democracias liberales, absolutamente hegemónico.
Al menos desde los años 60 del pasado siglo se vienen detectando elementos de malestar, de desconexión entre el espacio de la representación (instituciones y partidos como vehículos de las mismas) y el de los ciudadanos. El 68 francés tendría un componente de expresión de ese extrañamiento de los ciudadanos respecto a las instituciones, de cuestionamiento de una forma de representación, de deslegitimación del "ritual democrático" formal, agotado en la mera carcasa de lo democrático como mera delegación en el voto. Es llamativo el fenómeno de altos niveles de abstención en los países de mayor tradición de la democracia liberal, de sensación de que la oferta política es plana, homogénea, carente de diferencias realmente significativas en el supermercado político. No sentirse representada la ciudadanía,, cuestionar la falta de espacios de representación que ahonden en la democracia y la desarrollen, denunciar la esclerotización del lenguaje y las formas políticas tradicionales, denunciar el vaciamiento de los partidos como espacios de transmisión y de expresión de las demandas ciudadanas es una búsqueda angustiosa de oxigeno democrático. Es significativo de qué modo lo político se ha hecho poco recomendable y aparece revestido de connotaciones de intereses ocultos, lobbies, corrupción y alejamiento del ciudadano. Nunca ha sido tan fuerte esa distancia entre ciudadanía y representación, por mucho que Robert Michels hace ya 80 años hablase de la "ley de hierro de las oligarquías" y muchos otros después de él insistieran en los mismos males de la democracia. La crisis económica, con el adelgazamiento del Estado del Bienestar, ya iniciado hace 30 años, ha acentuado esta percepción, al hacer aparecer en toda su crudeza a la clase política, en su sentido más amplio y extenso de las organizaciones parlamentarias, como meros servidores del poder económico y no de los sectores desposeídos de la sociedad. La deslegitimación de la democracia formal está servida. En este contexto, aunque no exclusivamente por esta razón, de la crisis de la representación, emergen de nuevo los fascismos como vehículos del pathos (la pasión política) que hace tiempo han dejado de transmitir la inmensa mayoría de los partidos parlamentarios. Incluso los partidos alternativos (verdes entre otros) que en Europa intentaron dinamizar la vida política, haciéndola más participativa, profunda y de base fueron engullidos, convirtiéndose en organizaciones estandarizas a cualquier otra tradicional.
La crisis cultural y de creación del sentido, lo que Freud denominaba como malestar en la cultura tiene que ver con lo anterior pero no sólo con ello. Es parte de la alineación de la vida bajo el sistema capitalista, de la cosificación del ser humano, de la inundación del consumo de todas las esferas de la existencia, pública y privada, de la conversión del tiempo en unidades o fracciones que sólo parecen tener sentido si lo son como partes de lo productivo o el consumo. La dimensión del yo sólo a través de la mercancía, de la valorización del capital nos impide ser y nos arroja al tener. El hombre social y el "homo ludens" han pasado a ser antes que nada objetos de generación de plusvalía, fuera y dentro del trabajo. No hay nada ya prácticamente que no esté sujeto a la ley del valor. Desde que el ser humano tiene su primer empleo, su vida es ya financiada, conesa pequeña tarjeta de plástico, hasta su muerte.
Paralelamente a esa forma de alineación, avanza el pesimismo como visión del mundo, como perspectiva de la existencia. Es el tiempo de los relativismos morales, del todo vale, y de cualquier opinión ha de ser respetable como si todas lo fueran del mismo modo, de la crisis de lo colectivo y de la moral como conjunto de valores que organizan el sentido de las relaciones humanas.
La crisis energética parece ignorarse muchas veces como un elemento clave de la crisis capitalista. El protagonismo del discurso de los hedge founds, de las hipotecas ninja o subprime parece devorarlo todo. Y sin embargo, muchos de los grandes problemas del capitalismo actual no pueden entenderse sin esa crisis.
Los recientes acontecimientos de los primeros dos meses del año, cuando Rusia cortó el paso de gas a Europa por la sustracción indebida de Ucrania de su oleoducto ponían en evidencia la dependencia de Europa de esta energía rusa. Del mismo modo que la crisis del petróleo del 73 generó fantasmas de desabastecimiento en el mundo, que luego no se llegaron a concretar, esta crisis del gas recordó, en menor escala pero en algunos momentos a aquella. Cuando esto sucedía Europa sufría los estragos del frío invierno. La crisis del gas ruso ha sido uno de los factores que ha suscitado el debate sobre la vuelta a la energía nuclear en gran parte del mundo. Ello aunque otros motivos puramente especulativos y opuestos al desarrollo de la industria de las energías renovables se oponen por parte de las grandes corporaciones de operadoreseléctricos, que ven amenazado su protagonismo por parte de unas energías mucho más autónomas, con potencial descentralizador y de menor dependencia de las mencionadas compañías.Parece como si se hubiera borrado, o quisieran borrar, de la memoria colectiva la tragedia de Chernobil.
Es un hecho que el crecimiento enloquecido del capitalismo industrial está agotando las energías no renovables y que el concepto de crecimiento es, desde hace decenios, un atentado que cercena las posibilidades de supervivencia futura de la Humanidad
Que la perversión de la crisis, con el descenso de la actividad industrial y del uso del automóvil particular esté dando resultados de reducción de las emisiones de CO2 es una mala noticia para el cumplimiento del protocolo de Kioto y para la implantación de las energías renovables. Si la crisis fuera superada, tras el incumplimiento del protocolo por los principales países industriales del mundo, entre ellos España, y el exceso de confianza en los buenos datos, el efecto rebote, al no haberse puesto el mundo a la labor de superar la degradación medioambiental, sería más devastador que 3 tsunamis simultáneos sobre la faz de la tierra de las dimensiones del que asoló, con su cifra dantesca de muertos, la costa oeste de Sumatra y gran parte de Indonesia, además de zonas costeras de Tailandia, India, Sri Lanka e incluso zonas costeras de África.
El Planeta se queja. La energía contaminante y el efecto invernadero avisan de estertores que pueden acabar con la vida, no sólo humana, tal como la conocemos, en el Planeta.
Hay un elemento que turba cualquier proyección negativa sobre el futuro de la Humanidad. El futuro del agua. El Foro Mundial del Agua (FMA)se ha reunido del 16 al 22 de marzo del presente año para concluir que el acceso al mismo no es un derecho humano. Participaban en la reunión, organizada por el Consejo Mundial del Agua (CMA), de carácter e interés privado, o nGs, gobiernos y empresas. Es fácil entender que el agua no pertenezca a la Humanidad. Dejaría de ser negocio. Estados Unidos, Brasil, Turquía y Egipto abanderaron la respuesta negativa al acceso irrestricto al agua. Es un bien caro dijeron y eso puede impedir el cumplimiento de tal derecho. Comprendemos por qué Coca-Cola embotella bajo diversas marcas (Dasani, Bonaqua en España) agua del grifo o porque la Presidenta de la Comunidad de Madrid en España, Esperanza Aguirre, privatiza el agua de toda una región de 5 millones de habitantes (Canal de Isabel II). Se toman posiciones para las próximas conflagraciones bélicas y violencias humanas por el líquido elemento, como hoy sucede en el conflicto entre Israel y Palestina (el primero se adueña del 90% del agua de la zona y controla el uso del 10% restante).
Las hambrunas. Según la FAO, diez corporaciones trasnacionales controlan actualmente el 80% del comercio mundial de los alimentos básicos. La suiza Nestlé, la francesa Groupe Danone y la norteamericana Monsanto Co., lideran la comercialización mundial de alimentos y la última controla la comercialización y fuentes de producción. Tienelos derechos a escala global sobre semillas y demandas agrícolas. El mercado global de materias primas y agro-energéticas, con sede principal en Wall Street, establece en las bolsas mundiales los precios de los productos agrícolas sin que los productores tengan capacidad de intervención sobre ellos. Y decide cuáles son los productos de siembra que interesan al mercado internacional. La capacidad de presión de los productores de transgénicos y de productos destinados a los biocombustibles determina en sociedades agrícolas de subsistencia el cambio de la producción, sus precios, el desplazamiento de comunidades enteras asentadas durante centenares de años o su asesinato (Amazonas), si son hostiles a las decisiones multinacionales. Méjico sufrió hace 6 años el encarecimiento de un 500% del precio de las tortitas (base de la alimentación de maíz de los sectores populares del país azteca). Por encima de la sequía que azota al sahel africano, debido al cambio climático, y a otros territorios del Planeta, la rapacidad capitalista señala el origen de la crisis del hambre, cuando el planeta y la tecnología humanas están capacitados para un máximo aprovechamiento del agua, de la producción agrícola y del rendimiento de ambos: para acabar con el hambre en el mundo.
Todo este panorama de crisis sistémica del capitalismo, de agotamiento de energías no renovables, de hambrunas programadas económicamente, de apropiación privada del agua, de fin de la legitimidad democrática y ritual liberal, de sentido de lo colectivo, de amenaza de destrucción del planeta en pos de una mayor acumulación de capital, de lo que somos como especie y de lo que esperamos llegar a ser, nos abocahacia un abismo de locura suicida, frente al que el socialismo se convierte ya no en una necesidad de humanismo y liberación sino de mera supervivencia planetaria, dentro de la cual el ser humano es una más de las especies vivas a proteger.
0 Comentarios
DEJA UN COMENTARIO