Protestas violetnas en Caracas |
CARACAS (VENEZUELA) // Manuel Gómez Pereira se preguntaba en su película de 1993 “por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo”. Durante los últimos días, observando tanto las portadas como las redes sociales en España mientras recorro Caracas, llego plantearme el por qué lo llaman Venezuela cuando quieren decir Podemos. O izquierda. O dogma neoliberal. O, sobre todo, “tengo la razón absoluta, tú no y te voy a linchar, aunque sea a través de Twitter”. La Venezuela que aparece en los medios no es un país de 30 millones de habitantes, que trata de salir de una de las mayores crisis políticas y económicas de su historia reciente, referente en las últimas décadas en el campo de la transformación social y en el que conviven, dándose la espalda, dos modos irreconciliables de entender la organización del Estado. La Venezuela de los medios y las discusiones de bar es un Macondo ideológico, una recreación, un mazo con el que zurrar al contrario. La excusa por la que dos tipos que jamás hayan pisado el país pueden estar discutiendo durante horas teatralizando lo preocupados que están por una población a la que es posible que no traten en su vida.
Una vez despachado el desahogo, vamos al asunto. A Venezuela. A un país que el jueves afronta una enésima jornada decisiva en la que puede que no se decida nada. O sí. Que pasar, algo pasará. Pero, desde luego, nada que solucione el bloqueo político en el que se encuentra atrapado el país que dirige Nicolás Maduro. Porque este se arrastra desde que el actual mandatario asumió el cargo en 2013. O, en realidad, desde que Hugo Chávez se hizo con la presidencia en 1998. Primer dato: existe una parte de la población venezolana, generalmente la más pudiente, que jamás ha aceptado que el chavismo llegase al palacio de Miraflores.
Volvemos al día de mañana. Está previsto que los 545 integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente juren su cargo en el Palacio Federal Legislativo, que es la sede del Parlamento. El problema es que ahí se encuentran los diputados de la asamblea elegida en 2015, cuando la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvo 112 escaños y superó al Gran Polo Patriótico, que se quedó en 55. La oposición rechaza la legitimidad de la constituyente y dice que el órgano legislativo que controla va a seguir trabajando. El chavismo considera que la constituyente sustituye al anterior parlamento, que se disolvería. Y estos dos modos irreconciliables de entender la institucionalidad pueden terminar viéndose las caras el jueves dentro de la asamblea. ¿Habrá golpes? Depende de los ánimos de unos y otros. No sería la primera vez. Lo cual no implica que el país esté al borde de una guerra civil. Segundo dato: Venezuela no está a las puertas de una guerra. Existe una división profunda, que se expresa en la fractura física existente en Caracas entre el este acomodado y el centro y el oeste, tradicionalmente más chavistas. Se han registrado focos de violencia en Caracas. Y, de mayor gravedad, en estados como Táchira.
En términos políticos, tengo la sensación de que en amplias capas de la sociedad existe un cierto hastío. El apoyo al gobierno de Nicolás Maduro llegó a mínimos históricos, porque las dificultades económicas han sido muy severas. Pero esto no implica que quienes desconfiaban de la gestión del actual mandatario estuviesen dispuestos a seguir a la oposición. Especialmente, después de que esta apostase por desestabilizar y confrontar en la calle. La MUD se ha comportado como el soldado que se lanza a caballo contra las líneas enemigas, mira hacia atrás y se da cuenta de que no hay tropa que le siga. Lo cual tampoco implica un apoyo ciego al Ejecutivo. Hubo un voto de castigo a la oposición que ha beneficiado al Gobierno. Pero este va a tener que gestionarlo. El lunes, durante la celebración chavista de los resultados de las votaciones, se escuchaba mucho una idea: la tesis del efecto boomerang, o la advertencia de que si la Asamblea Nacional Constituyente no acierta, su impulso se puede volver contra Maduro y su administración. Tercer dato: existe una fuerte polarización, sí, pero por sí sola no explica la complejidad de Venezuela ya que no estamos ante dos bloques monolíticos. Hay grises y matices e incluso gente que cambia de bando.
Si uno pregunta a las bases chavistas (las otras no quieren saber nada) sobre las prioridades de la asamblea, una amplísima mayoría habla de “conseguir la paz”. Recordemos que, en este ciclo, llevamos más de cien días de protestas y cien muertos de ambos bandos. En 2014 y 2015 también hubo explosiones de “guarimbeo”. A partir de aquí, se repite mucho la idea de “profundización” en el proceso revolucionario. Un concepto que sigue sin explicarse al detalle. La constituyente es una especie de carta a los reyes magos en la que todos pueden incluir sus deseos pero sobre la que nadie ha dado una idea clara. Sí, hay gente que votó sin tener muy claro qué es lo que ese órgano va a decidir. Entre las reclamaciones: regulación de los precios, abastecimiento de alimentos y medicinas, garantía del derecho a sanidad y vivienda y medidas concretas contra la violencia, ya que Venezuela se encuentra entre los países con mayor tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes. Concretamente, 91, lo que le ubica como el segundo país sin guerra con mayor índice de asesinatos. Cuarto dato: Venezuela tiene problemas muy graves, que van desde el modelo productivo o la ausencia de él, más allá del rentismo del petróleo, hasta la corrupción.
Por cierto, y esto es importante. Los comercios no están vacíos. Hubo problemas de desabastecimiento graves hace un año, pero desde entonces se abrió la compuerta de las importaciones en dólares y las estanterías de las tiendas disponen casi de todo. Eso sí, a precios desorbitados, por la dolarización “de facto” de la economía y la inflación. Es un escándalo que un dólar se cambie a 12.000 bolívares en el mercado negro, como es un escándalo que un kilo de arroz cueste 15.000, teniendo en cuenta que el salario mínimo son 250.000.
Últimos dos elementos: la posibilidad de una salida dialogada y el aislamiento internacional. Sobre el primer asunto, por fin Nicolás Maduro confirmó lo que ya sabía todo el mundo: que gobierno y oposición han negociado hasta antesdeayer. De hecho, el presidente venezolano dio un dato que nadie, ni siquiera los que clamaban que nunca dialogarían, ha rebatido. Propuso retrasar la constituyente, permitir que se inscribiesen aspirantes opositores e iniciar una mesa de diálogo. No hubo pacto y es posible que tenga que ver con las tensiones internas existentes dentro de la propia MUD.
La detención de Leopoldo López y Antonio Ledezma para que regresen a prisión no es buen síntoma sobre las conversaciones. Sin embargo, todavía hay que esperar. La oposición se ha quedado fuera del juego político nacional por decisión propia, ya que no presentó aspirantes a la constituyente. Sin embargo, Maduro ha abierto otra puerta para que se reincorporen: las elecciones regionales que se celebrarán el 10 de diciembre. Esto ha provocado grietas en la oposición, que se debate entre los que quieren seguir adelante con la estrategia “destroyer” y quienes asumen que la vía electoral es la única que les puede permitir derrotar alguna vez al chavismo. Es decir, que lo que antes era una crisis del bloque de Gobierno se ha trasladado, en cierto sentido, a la oposición. Y esta nunca ha estado sobrada de cohesión interna.
Sobre el aislamiento internacional y las sanciones de EEUU, lo cierto es que parecemos más preocupados los extranjeros que los venezolanos. Por un lado, en Caracas están acostumbrados a la retórica de combate con Washington. Por otro, y esto te lo dice desde un ministro hasta un trabajador que se manifiesta, Venezuela confía en la alianza con Rusia y China en términos económicos y con los países no alineados en términos políticos. La estrategia de pedir sanciones al primo de Zumosol tampoco parece acertada para los opositores. En caso de que se impusiesen castigos a PDVSA y se penalizase el petróleo, lo que estarían haciendo sería castigar a toda la población, lo que no creo que genere mucha simpatía entre los votantes. En todo caso, y aquí va el quinto dato, Venezuela no está tan sola como nos venden.
Todo esto es una foto fija. Mañana tendremos un nuevo asalto y Venezuela volverá a ser protagonista de tópicos, consignas y descontextualizaciones. Un consejo: no se fíen de todo aquel que dice tener “un amigo venezolano” que les presenta la vida aquí como el lugar donde se unen las siete plagas de Egipto. Se trata de una cuestión de fe y, por desgracia, cada uno encuentra su Venezuela, que muchas veces nada tiene que ver con la que viven diariamente los venezolanos.
lamarea.com/Alberto Pradilla
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